jueves, octubre 13, 2005

Algo realmente divertido



(otra edición del libro, la del mío no aparece ya, es muy vieja...)

No hay libro como éste: La conjura de los necios, de John Kennedy Toole (Penguin King, 1981), es una obra maestra del humor, pero no sólo es divertida, sino que a la vez supone una crítica mordaz, corrosiva, contra todos los tics y tendencias del mundo moderno. Como señala Walker Percy en la introducción, es una verdadera pena que su autor se suicidara amargado por no poder publicarla, pero gracias al empeño de su querida madre tenemos ahora esta genialidad entre nosotros. No voy ahora a descubrir a este genio, tal vez el último de las letras norteamericanas, antes de Pynchon. Sólo quiero dejar constancia de lo bien que me lo estoy pasando estos días de su lectura (lo tenía guardado para un momento como éste, en que estoy a punto de caer en otro momento depresivo). Me tendríais que ver, sentado en una plaza, hartándome de reír yo solo (quien me vea, pensará que estoy loco perdido). Y es que esta novela, protagonizada por el sin par Ignatius J. Reilly, es algo realmente desternillante. Pero junto a él aparecen una galería de personajes a cual más excéntrico, divertido y caricaturesco incluso: su propia madre, Mrs. Reilly; Patrolman Mancuso, y su tía Santa Battaglia (¡vaya nombre!); Jones, un negro con un habla muy particular, y Lana Lee, su jefa en el bar Night of Joy (llamada comandante nazi y Scarla O' Horror); Mr Levy y sus peleas con su mujer, que son algo refinadamente cruel; todo el entramado de la fábrica Levy Pants, en donde está un tiempo trabajando nuestro héroe... Y es que todo le iba relativamente bien a Ignatius, hasta que a su madre se le puso que tenía que trabajar (tiene ya treinta años), ahí comienza lo realmente divertido, y más cuando leemos de primera mano lo que escribe en sus cuadernos, no sólo sobre su "experiencia laboral", sino todo lo que le rodea. También la correspondencia con su "novia" Myrna Minkoff es un plato fuerte de humor negro: ésta es una chica de letras muy años sesenta, comprometida con la causa judía, negra y todo lo que tenga que ver con la liberación sexual. A través de ella, Ignatius dedide montar su propia revolución, que es algo tremendo por su burla de los patrones establecidos. Y mientras tanto, todos los personajes que aparecían como islas en mitad del caos de Nueva Orleans, se van encontrando, como unas Vidas Cruzadas en versión descacharrante.

Lo mejor de esta novela, que no tiene desperdicio, es su manejo de los diálogos, de los que Toole es un verdadero maestro, y su reproducción del acento típico de Nueva Orleans, en especial en gente como Jones y Mrs. Reilly, Santa, Mancuso (¡estos sicilianos!) y alguno más. Lo mejor es la crítica feroz contra todo lo moderno (Ignatius tiene su canon en Boetius y otros medievales olvidados), sobre todo el psicoanálisis, los Estudios Sociales (encarnados en ese Dr. Talc, realmente un burro) y demás parafernalia de los años sesenta. Esta novela no es recomendable para posmodernos, porque es en realidad una brutal paliza contra el posmodernismo naciente en Estados Unidos, y toda la morralla que estaba por venir. No sé en qué medida el autor y Reilly estaban de acuerdo, pero apuesto que bastante, y si es así, menos mal que ya no vive, porque las puyas de Harold Bloom son pan de azúcar al lado de las bofetadas y bombas nucleares incluso que esta novela despliega en su burla de todas las necedades de un país de contrastes tan enormes como la barriga de este delicioso héroe de nuestro tiempo.
***

La Cinemateca comienza esta año con un plato fuerte, Querida Wendy de Thomas Vinterberg, uno de los fundadores de Dogma. En conexión con la novela que leo (todo está conectado, llámalo destino si deseas), esta película feroz es otro testimonio sobre un Estados Unidos imaginado por unos chicos daneses que nunca han estado allí (el guión es del terrible y genial Lars von Trier), pero que han mamado la cultura popular estadounidense tan bien como cualquier otro ciudadano europeo entre treinta y cuarenta años (los que tienen menos, simplemente, se han zambullido en este mundo imperial tan jodido). La película va sobre unos chicos pueblerinos (es algo peor que vivir en Nerja: vivir en un sitio como Estherslope, o como se diga), que deciden montar un grupo apodado Los Dandis, poseedores de armas antiguas con nombres como Lyndon, Lee Grant o Woman, pero pacifistas a la vez, la paradoja que desencadena la película en sí. Todo les va muy bien, hasta que en el grupo se mete Sebastian, el nieto de Clarabelle, la negra que servía en casa de Dick, el narrador, hasta que murió su padre minero. Sebastian ha cometido un desliz, se ha cepillado a un tío, y Dick tendrá que ser su tutor, a petición del sheriff Krugsby. Otra paradoja más, pues en esa mina abandonada se rinde culto a estas armas, las mejores amigas de chicos perdedores. Un incidente tontísimo desencadena la tragedia, una verdadera explosión de violencia que, frente al simulacro de las películas johnnies, aquí se muestra con un estilo hiperrealista, que incluye gráficos, escenas con rayos X de las balas dentro del organismo, y fotos de los cadáveres con sus heridas de bala. Es decir, debajo de todo este cuento que puede parecer una broma pesada, otro divertimento dogma más, late la verdadera vida, el documental para mostrar que se juega con fuego, y éste quema, y mata, aunque sea la muerte final la metáfora del amor más bella vista en una pantalla. Querida Wendy, quiero que seas tú, y nada más que tú. Queridos daneses, sois la hostia.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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11:27 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

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11:27 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Fui a verla en junio cuando el festival Cinema Jove pero no me dejaron entrar a la sala, derecho de admisión lo llaman ahora.

4:33 p. m.  
Blogger lukas said...

Pues vaya, qué pena, ¿es por ser menor de edad? ES una película estupenda, y los adolescentes sobre todo tendrían que verla, les haría reflexionar...

5:24 p. m.  

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