lunes, octubre 17, 2005

Realismus III

El fin de semana, pues como todos. El sábado me encontré de nuevo a Santiago el Gallina, que se quedaba hasta el domingo, así que esta vez aprovechó para estar un poco más serio de lo habitual (no comulgo mucho con su chocarrero sentido del humor, tan pueblerino). Fuimos a su casa de pueblo (una de las pocas auténticas que quedan), luego se fue al Mercadona a comprar algo para su madre y demás, en una bici de niño chico y encima conduciendo con chanclas peligrosas, él, un tío de un metro ochentaytantos y casi cien kilos de peso (es otro Ignatius, pero sin su bagaje cultural, digamos). Luego nos sentamos en la plaza al lado de su casa y me tomé la segunda cerveza del día, mientras él disfrutaba de un porrito, otro más. Por la tarde me lo encontré de nuevo, en el mirador al que suelo ir pues es el el único rincón tranquilo del maldito pueblo. Serían las seis de la tarde, y yo quería acabar de una maldita vez el libro de Toole, pero se ve que ese día no era de lectura. Fuimos paseando hacia abajo, por el paseo de la Torrecilla, con alguna gente todavía en la playa. Hablamos, sobre todo él, que me cuenta sus miserias en Alemania (vive a las afueras de Colonia), sin mujer (va una vez al mes a follar con una puta), pues la mujer lo dejó hace tiempo, sin un trabajo que le guste, sin nada placentero. Por eso los días que viene a Nerja, los dedica a no hacer nada y ver a la gente de siempre. Pero yo quiero largarme de esta puta Málaga, y él me dice que alguien que conoce conoció a una chica alemana y ahora lo ha invitado seis semanas a Berlín. Eso es lo que tendría que hacer yo, pienso, para salir de una vez de la puta España, para alejarme de la mierda. El banco de madera en que estamos sentados vibra por una "música" que no sé de dónde procede. Y ahora el banco de mi rincón, el rincón entero, apesta, y pronto descubriré a qué se debe.

Cuando Santiago se aleja, me voy a mi sitio habitual, el sol se esconde, son casi las ocho. Pero en mi banco está el Segoviano, maldita sea, hoy no podré leer, está decidido. Y con todas sus cosas encima del banco, y me dice poco después que esa mancha del suelo, ahí es donde estuvo cocinando. Con razón. Tiene una Amstel bien fría, así que bebemos, aunque yo no tengo muchas ganas, porque estoy todavía lleno de gases de la mañana. Malditas cervezas, maldito pueblo, maldito crepúsculo. Y ahí está este troll, hablando de cómo se beneficia de su bondad, la gente le regala cervezas, comida, mochilas, sacos de dormir. El Segoviano es un tipo con suerte, me cae bien, ahora que no bebe vino, ahora que se cuida más. Los días de la Feria, nos hicimos compañía mutuamente. Pienso en otros lugares en donde podría estar, en situaciones radicalmente distintas a ésta. Pero esto es lo que hay. Hoy tiene unos zapatos nuevos, parece un señor. Pero bajando el paseo en dirección a la playa, cuando se pone a mear, se los pone perdidos.

El domingo, en el mercadillo, la misma mierda de siempre. Sólo hay un puesto que tiene un montón de cajas con vinilos y algunas son de clásica. Así que me pillo algunos. Luego bajo hasta la playa de Burriana, ahí en el claro de los eucaliptos están los tres mosqueteros: Joaquín, Thomas en el centro y Luis a un lado, muy estudioso, con gafas y todo (nunca le vi de esta guisa), porque se quiere renovar el permiso de conducir y por fin poder ir tranquilo con su furgoneta, que se compró su amigo Joaquín, que ya puede caminar bastante bien después de la operación de su pierna. Todos beben latas de cerveza Supersol, menos Thomas que bebe un benjamín de Freixenet, él siempre se distingue, que por eso es alemán más "culto" (esto es un chiste, ya lo sé). Yo saco lo que queda de mi litrona Supersol, más espuma que otra cosa tras la caminata. Me siento en el banco de al lado (verde descolorido), y Joaquín y yo comenzamos a charlar a voces. De Carola, de los inmigrantes africanos, de si uno tendría que tener armas libremente como en USA y tomarse la justicia por su mano, etc. Joaquín y yo estamos de acuerdo, por supuesto. Luego J. se va a darse una vuelta, Thomas ya se ha ido a comer algo (no soporto a este tío, siempre controlando sus necesidades), así que nos quedamos Luis y yo solos, él ha dejado de repasar la lección y me habla de lo que han hecho los últimos días, han ido con la furgoneta hasta la Cala del Moral (me dieron ganas de preguntarle, "¿y no viste a la Gorda?", jeje), con miedo de que los pillara la Guardia. En fin, vienen dos tipejos que no conozco, dos perros callejeros, un gordo de Zaragoza y otro francés capullo, con gafas tipo Matrix. Me voy, pues yo también tengo hambre, pero maldita cuesta, quién la sube.

El resto de la tarde lo paso en casa, y puedo terminar de leer por fin "La conjura de los necios". Me doy cuenta que en estos dos últimos capítulos ya apenas me río, y si lo hago, es por lo bajo. No sé si es por mi estado de ánimo otoñal, o porque la novela se torna más seria, como si los fuegos de artificio de antes fueran sólo eso, algo para llamar la atención, pero que esconde un dolor, un inmenso sufrimiento de Ignatius, del que viene a liberarle su querida y odiada Myrna minx. Eso es lo que me gustaría, pienso melancólico cuando termino esas maravillosas páginas, que una chica así, anarquista, sin ataduras, original en su aspecto, me salvara, me salvara de toda esta mierda, y así poder ser libre, aunque fuera sólo una ilusión.



Y como tengo que buscarme otra lectura, pienso en cuál podrá ser, ahora la cosa está muy difícil, pues después de esto no puedo meterme con algo banal, necesito algo que esté a su altura. Y entonces me digo que volveré a Rousseau, ahora de primera mano (ya antes fui a él a través de Andrew Crumey y de William Boyd), a su última obra, Rêveries du promeneur solitaire (Le Livre du Poche--Classiques, 2001). Pienso en los "Paseos" que yo mismo escribí, a imitación de éstos, en el verano de 2000, cuando mi estado de ánimo fluctuaba entre la depresión que se avecinaba y el fulgor de un contacto con Wen.

1 Comments:

Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Lukas estuve pensando en este post tuyo hace unos días...

Ese fulgor ...

Es así, la vida es como una sucesión de fulgores, que nos hacen apreciarla en medio de la mierda.


Naga nuevo he dicho, ya lo sé. Sólo que de vez en cuando a una le provoca decirlo a quien 've' , en este caso, a ti, vía blogs.

:-)

7:12 a. m.  

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