viernes, noviembre 11, 2005

Vidas posibles

Qué bueno el capítulo The Flaubert Apocrypha de la obra de Barnes. Además de contarnos con su peculiar sentido del humor las obras o ideas que F. dejó sin llevar a la realidad, en la última parte nos da cuenta de los sueños, fantasías y vidas soñadas del escritor, que desde la adolescencia (perdón, la primera juventud, no existía tal cosa en su tiempo) hasta los treinta y cinco años (cuando por fin salió Madame Bovary, y fue escritor en tiempo real) tuvo las más disparatadas ensoñaciones, las vidas que pudo y no quiso, o que quiso y no pudo, llevar. Estaba fascinado con Oriente, como muchos en su tiempo, y también con países exóticos como España (o Andalucía, que era lo más exótico, tanto como Turquía o la India, digo yo). Le hubiese gustado viajar, comer (mejor, dan banquetes orgiásticos, él, un enamorado de la buena mesa) o tal vez, haberse recluido junto a un amigo en un sanatorio para viejos (aunque ninguno llegaría a vivir la vejez, por otro lado). Las vidas posibles, qué tema. Se podría hablar horas, uno podría escribir novelas enteras sobre la cuestión, porque el mundo de los sueños es tan amplio, y sin aparentes límites... Sólo cuando llega el éxito, ese monstruo de varias cabezas, todos esos sueños se desvanecen, como se deja a un lado el erotismo juvenil cuando uno ha tratado con varias mujeres, y sabe que el sexo es bastante simple, a pesar de su despliegue falaz de diversidad (¿de diversión? bah).

Mis vidas posibles. Cuando tenía unos ocho años quería ser naturalista, tal vez marcado por el ambiente (vivía en el campo, como un animalillo) y por la serie de Félix Rodríguez de la Fuente. Hasta tenía unos cuadernos en donde anotaba todo, y los gatos me rodeaban (antes, fueron los animales de granja como cerdos, pavos o gallinas), curiosamente ningún perro, porque a mi padre no le gustaban. Luego, en el instituto, soñé mis primeras novelas, los primeros relatos, y dejé a un lado la banal poesía de esa edad lírica. Toda esta época siniestra acabó con el fugaz resplandor del erotismo de los diecinueve años, que acabó bastante mal, por cierto. Yo soñaba con vivir en otro lugar, rodeado de películas (ya no vivirlas, como cuando era chico) y de pequeños placeres, como viajes con B. en su pequeño coche, como hacían los bohemios de los sesenta. De alguna manera, me hice con la mía. Pero el sueño de vivir en casa de alguien superior a mí no se había cumplido, pero de repente, un año, una primavera, se hizo realidad: y fue hermoso, por unos dorados años, fue hermoso, mucho más que aquellas mohosas películas. Aunque el cine siempre será el reino feliz de la posibilidad (¿lo ha tenido en cuenta Carlos Marzal en su novela? lo comprobaré). Viajes, conocer gente mayor que yo (siempre detesté la gente de mi edad, sobre todo las mujeres de mi edad), y lo más importante: la bendita música, la mejor música, el mejor regalo. Pero los sueños seguían, y los sueños tuvieron la culpa de que se rompiera el Pacto. Un sueño de estar con una mujer de mi edad, compartir su sutil belleza, empaparme en ella, ¡ah, la frivolidad de los veinte años rediviva!

Ahora que los años han pasado, ahora que toca ser realista, porque si lo llamamos cinismo no nos entienden, ahora, los sueños siguen, porque todavía no llegó el escurridizo éxito, y hay que seguir soñando, ¿con qué países, cuando ya está todo descubierto? ¿con qué mujeres, cuando ya están todas de vuelta del país de las manzanas doradas?

Si tuviera mucho dinero, que es condición sine qua non para ser feliz, para poder soñar a lo grande, me gustaría viajar a todas las regiones del planeta, excepto las regiones inhóspitas de huracanes, noches perpetuas y regímenes políticos odiosos, esto es, que viajaría sólo a unos pocos países de la zona templada..., como muy lejos, iría a Punta Arenas, jeje. Si tuviera ese capital, me gustaría conocer las alquimias sutiles de los restaurantes de lujo y de cocina creativa que tanto me encandilan ahora. Y probar esos sabores, y rodearme con la música callada de sus paredes, y oír las conversaciones de políticos, periodistas, actrices y actores y hasta algún deportista aburrido fuera del campo y el mundanal asqueo. Me compraría una casa en Dinamarca, tal vez cerca de una isla, allí, en el bravío Mar del Norte. Soñaría con una pequeña región del mundo, que llaman Costa del Sol, aburridísima en noviembre, y asfixiante siempre. Diría adiós a todo eso. Y junto a tí, Louise Colet o Adriana G., iría en busca de la luz anaranjada y de la voz espectral, allá, en un atardecer, buscando la cabaña en que moró Wittgenstein cuando fue dichoso.

3 Comments:

Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Irías a tantos lugares, Lukas y permanecerías en alguno en el que toda esa dorada felicidad persistiera...

Musical el camino, la utopia personal.
Esa comida aromática y los tiempos concatenados donde las sombras serían leves, como lo que se desvanece sin prisa.
Te imagino feliz, feliz y me contento.

Cuando viajes por esos lugares, acuérdate de contárnoslo.

1:28 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

¿Por qué Punta Arenas...?

10:38 p. m.  
Blogger lukas said...

Bueno, Punta Arenas porque es la ciudad continental más austral, no?, con esos bellos paisajes de la Patagonia y el estrecho de Magallanes... Por cierto, que estaba viendo unas fotos de ahí, y me sale una tía super buena, Roxana Zarecki, que luego resulta ser una modelo argentina que sale en webs, desnuda, en fin..., los caminos de internet son inescrutables.

10:48 a. m.  

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