lunes, enero 16, 2006

The Beatles en Japón




Haruki Murakami, Tokio Blues (Norwegian Wood), Tusquets, 2005 (5 ª edición); original de 1987 (ha llegado un poco lenta esta novela a nuestro país): un libro que se lee rápido, pero que no cala hondo, al contrario que la novela de Roth que he leído antes, y que no sólo tiene una trama densa y una historia tremenda, sino unos personajes perfectamente definidos, y unos diálogos brillantes. A su lado, este jovenzuelo (ya no tan joven) japonés parece un letrista pop metido al mundillo de la literatura más o menos seria. Le gusta la música, pero curiosamente, en estos tiempos de aldea global, sólo aparecen canciones en inglés, más algún que otro fragmento de piezas clásicas, por supuesto de la tradición occidental (Brahms, Bach, etc.). O sea, que de qué me sirve leerlo, si puedo estar leyendo lo mismo a cualquier estadounidense: las referencias literarias son también from USA, o bien una Montaña mágica de Mann, que curiosamente lee nuestro Watanabe protagonista cuando visita a Naoko en el sanatorio. Es como si HM no dispusiera de una imaginación independiente y necesitara a la fuerza tomar prestado de nuestro repertorio los títulos y elementos significativos. Hasta en la comida me parece que comen lo mismo que yo, salvo algún que otro plato nipón que la traductora (pienso que la traducción del japonés contribuye a darle al conjunto un toque demasiado ingenuo) coloca en notas a pie de página, lo demás es casi lo mismo. ¿No hay en Japón una identidad propia, en estos tiempos de la segunda mitad del siglo XX? ¿con el final de la Segunda Guerra Mundial se acabó esa identidad nacional?
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Fotografía de Nobuyoshi Araki

La fragilidad de los personajes, de Naoko, de Kizuki, de la hermana de Naoko que también se suicida, como el que fuera su novio y realmente su "hermano gemelo" y amante desde la infancia... Todo este ambiente podrido y mórbido me trae a la memoria algunas películas como Dolls, o bien las fotografías extrañamente perversas de Araki, que de nuevo están en una exposición en una galería madrileña, y que veré en febrero. Hay algo en Japón que no va bien: recuerdo que cuando estudiaba, en el primer año en la "residencia", había un chico que estudiaba castellano, Tanaka, que nos contó un día cómo en su país los estudiantes están tan sometidos a una presión por ser buenos estudiantes, que muchos acaban suicidándose. Es como si para ellos el quitarse la vida fuera algo estilizado y hermoso como esos jardines zen de Kioto, allí en donde Naoko sueña una vida mejor con su compañera Reiko, lesbiana y guitarrera.
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El viernes 13 estuve al fin en un concierto, un recital de piano, que dio Daniel Fichera. En la cara interna de la tapa del piano se reflejaban las entrañas del instrumento, motas de polvo bailaban sobre él, sobre los primeros sonidos, de la Sonata Claro de luna de Beethoven. Extraña sequedad la de este músico, que acabó el presto agitato de una forma muy cortante, y que en el adagio sostenuto no logró expresar toda la enfermiza melancolía de la pieza. De ahí que en el técnico Chopin estuviera realmente brillante, y hasta saltaran chispas en el Scherzo nº 2, op. 31 o en las dos mazurcas, op. 6 nº 2 y op. 17 nº 4. Acabó con los dos estudios más conocidos, "Arpa" y "Revolucionario". Pero el recital concluyó con otra obra sumamente técnica, de Ravel, su Gaspard de la Nuit, en tres secciones, la última de ellas (Scarbo) de una pirotecnia espléndida, pero falta de musicalidad, como se quejaba el propio Ravel en su Bolero y otras obras. Me creeréis si digo que era el único español entre el público (unas cien personas, más o menos), en el Centro Cultural Villa de Nerja, los demás eran guiris residentes, o sea, ingleses, alemanes y demás. A mi izquierda había un chaval adolescente y a su izquierda una chica guapísima, con el pelo largo, rubio, una minifalda de punto..., y a su izquierda un tipo con pinta de mafioso italiano, muy bien vestido también. Los vi a la salida, por la puerta de emergencia, caminé un par de minutos tras ellos y luego cada uno tiramos por una calle distinta, pero no pude evitar fijarme en la chica, alta (uno ochenta por lo menos), con un trasero magnífico, y fue así que la música que acababa de sonar se evaporaba ante la belleza de la carne humana, ¿o divina? Soy un extranjero, qué bien.
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Javier Marías escribió un artículo en El País Semanal sobre la ley antitabaco, quejándose de su gobierno socialista, tan loado en otras ocasiones, porque ahora la ministra de Sanidad ha decidido proteger a los no fumadores de gente como él, que fuma siempre. Cómo se nota la subjetividad de este señor, cuando le conviene algo y cuando no. También se mete con otra imposición casi fascista, eso de regular los horarios de los trabajadores españoles, que quiere una Comisión Nacional para Racionalizar los Horarios Españoles, y que preside un tal Ignacio Buqueras y Bach, que salió una vez en Noticias Cuatro; pues bien, hoy le contesta en El País este señor, llamándole poco menos que maleducado, por los despectivos que usa para meterse con esta regulación, a todas luces necesaria (España será un país plenamente civilizado cuando: se eliminen las corridas de toros; no se fume en bares y restaurantes y demás locales cerrados; y se salga del trabajo a las seis de la tarde y la gente se acueste a las once como muy tarde, y se pase de ese abismo de tres horas entre dos y cinco de la tarde).
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Llueve, otro día más, ¿estamos en Europa al fin?
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Si Murakami pretendía describir esa fragilidad de la gente "normal", de su ser "torcido", ¿tenía que hacerlo con escenas eróticas tan light y diálogos tan infantiles? ¿o es que Japón es la tierra de lo naïf, lo infantil, lo mórbido y lo perverso? Decididamente, no me gusta el manga ni el erotismo nipón.

3 Comments:

Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

No te gustó ese libro y he leído opiniones en donde lo ponderan...

Me dio curiosidad, mas no sé. Tengo que priorizar...

la música, las exposiciones de arte, leer tus posts, 'Claros del Bosque'.

Siempre el tiempo entrometièndose en todo...


Siempre andas apreciando la belleza, la de los detalles y de los cuerpos y rostros... Está intensamente vivo.

Y después el cansancio llega, mas nadiee te quitará la delicia.


Salute Lukas.

8:49 p. m.  
Blogger Victor said...

Buen día Lukas:
Dices cosas ciertas en tu comentario sobre Murakami:
1) Que las referencias con las que construye sus relatos son muy americanas, por ejemplo. Esto el no sólo nos lo recuerda sino que lo remarca (Raymond Chandler y sobre todo Carver le son muy preciados).
2) Que parecería que los japoneses no tuviesen identidad -muy interesante esta acotación-: me entero que en lengua nipona no existe el concepto identidad, al menos en los términos como se lo entiende en occidente.
3) El suicidio es una de las puertas más transitadas en Japón (y tanto que hasta lo hacen en grupo).

Un dato que te da la razón: Murakami es un autor denostado por los académicos nipones pues ellos no encuentran en su escritura huella alguna que hable de su bien sentada tradición -un fasfood literario, ni más ni menos.

Sin embargo, a mi me gusta; pero claro, no deja de llamar mi atención la manera cómo este escritor, haciéndo uso de pocos elementos literarios, crea un descenso o ascenso si se quiere, a una realidad otra, que está en algún sitio y alcanzan a divisarla gustosamente gentes de Oriente y Occidente.
Van saludos.

9:13 a. m.  
Blogger lukas said...

Hola Víctor. Sí, me reafirmo en lo que dije, aquí y en comentarios en otros blogs, sobre lo superficial de la escritura y el mundo de este escritor, en que es un fastfood literario, y así lo supo ver una crítica alemana, que lo despachó rápidamente. No hay algo original ni tampoco identidad en sus personajes, todos van a la deriva, y ese gusto nihilista por la muerte y el sexo frío me parecen lamentables; ah!, el título en castellano sí que es conveniente, porque vaya historia más triste (pienso en lo que decía Portnoy hace tiempo). No leeré más de él (quería hacerlo con el de "Kafka on the shore"), paso de perder el tiempo en cosas tan pequeñas.

10:58 a. m.  

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