lunes, enero 30, 2006

Zapping

Otro domingo que comienza en incertidumbre. Pero al final despeja, y hasta sale un poco el sol, aunque el ambiente es de frío intenso. El puesto del tío de los discos en grandes cajas verdes ha venido, y ni yo me lo puedo creer, pero es cierto: hoy habrá cosecha, después de tanta sequía. Así que, después de un ratazo (y es la segunda vez que me agacho) elijo: Messiaen (órgano por él mismo tocado); Mozart (la Serenata Haffner); Beethoven (sus últimas sonatas pianísticas por Kempff); Haydn (Las últimas siete palabras de Cristo en la Cruz); Dvorak (su sinfonía nº 1, por la Sinf. Checa dirigida por Neumann). Pero he dejado más Mozart, y Beethoven, y Brahms, y Delius, y Vaughan Williams, y tantos otros... Hay grabaciones valiosas, pero alguien está mascullando a mi lado que vaya basura de discos, que eran buenos para meterle fuego a todos, alzo la cabeza y veo quién es, es un madriles aficionado al rock, y es verdad: de eso en las cajas no hay mucho, hay jazz y otra música inglesa popular, pero rock no, y eso es lo que le molesta al otro. Y el tío dice que no sabe seguro si volverá el próximo domingo; es como la vida, una pura incertidumbre. Tampoco sé, al bajar, si me encontraré a Thomas, si habrá reunión como el domingo pasado, o si tendré que seguir con la novela, solo y con una litrona que se me ha caído al suelo y no se ha quebrado de milagro. Ahora, se le ha ido el gas a la puta. En Cantarero está ya parte de la panda, el Madriles contando calderilla. Luego viene Thomas, Javi, el Caracol. Cuando llevamos un par de birras, nos visitan los pitufos, qué bien. Alguien, dicen, ha llamado para decir que estábamos molestando a los niños: por la plaza no circula ningún niño, por favor. No es que me gusten mucho estos pequeños asesinos de instantes felices, pero es la pura verdad: están en sus casitas, y nosotros tomamos el sol fugitivo de la temprana tarde, pero los pitufos piden documentación (no a mí, of course, yo soy del lugar y me conocen bien), y el Madriles tiene una citación, el otro un papelajo arrugado, los papeles de la gente de la calle, tan diferentes a los papeles de Salamanca, por ejemplo... El Caracol se pone a dar voces señalando a la gentuza fascista de las casas detrás de nosotros, que son los que han llamado, por si las moscas. La pitufa nos dice que ya llevamos mucho rato, que nos busquemos otro sitio. Y una mierda. Nos vamos a quedar, o se va todo Dios. Caracol dice, mientras lo mira todo el mundo, que irá a hablar un poco con sus amigos los picoletos, y se va, mientras los pitufos siguen miroteando en la esquina de la plaza fascista de pueblo, un domingo, calienta el sol.
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El programa de Darío (un día sí, otro no) cada vez tiene más publicidad, ese ingrediente fastidioso. Si uno lo pilla ya empezado, a los cinco minutos ya tienes ahí Aviva, ahí la autopropaganda, ahí Siemens electrodomésticos, hay que joderse. Y encima, el catalán que concursa la va de chef, hay que joderse, pero al final pierde, el jurado sabía demasiado. Noticias del mundo mundial, el deporte entra a los diez minutos, como tiene que ser (qué nos importa Polonia, qué nos importa Ramala, si el Barça sigue su racha, y el mundial de balonmano, qué bien). Tengo que probar de nuevo que el dvd La noche de los muertos vivientes no funciona: míralo, dice WRONG DISC, maldito sea el que me lo vendió. Así que decido..., qué vamos a poner, si Siete novias para siete hermanos dura 104', y anoche me aburrí con ese engendro de Memento, una película bazofia que se contagia de la enfermedad del protagonista (por cierto, el que hizo el casting, a la guillotina). Así que habrá que quedarse viendo lo que den: La ruta de la plata, sólo merece la pena por la fotógrafa, que está muy buena y es tan nula como todo lo demás; Arrayán, también los dimanches, para cuándo una versión porno. En la Primera están con la ceremonia de los Goya, lo veo un poco: siempre los mismos caretos, la verdad, cómo me aburro. Todo lo académico es así de triste y autobombo. Me entero sólo de premios secundarios, y las películas la mayoría no he visto. Tendría que estar viendo Macht Point, que resulta ganadora como mejor película europea, pero al final me la pierdo por segunda vez. En el Rastrillo he pillado un vídeo que se llama: L'amour en fuite, de Truffaut, que encima nunca se pasó al castellano, pero cuando la pongo a ver, resulta que está grabado un engendro alemán, un softcore de los cojones, ambientado en un paisaje nevado, qué apropiado... La tiro al cubo de la basura.

Mucho antes, he aprovechado el DVD para ver el CD con las fotos de Barcelona: al menos, la pantalla tonta sirve para algo, y el cacharro también.
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Despierto agitado por el último sueño: una degollina en la escalera de subida a mi casa, luego veo que los azulejos del baño y el resto de paredes de la casa han sido pintadas de un azul brillante, pero que nada más despertar me parece frío, el color de la muerte. Siempre que sueño con los alrededores de casa, es de esta manera sanguinolenta y deprimente. El comienzo del día, como respondiendo a la señal macabra del sueño, es malísimo, lleno de una vieja angustia, obsesión, pérdida de confianza en el propio suelo que piso.