lunes, febrero 13, 2006

Un tal Lucas

En la vida, pensaba a menudo, lo grave, especial y malo es que casi nunca ocurre nada. Ya lo escribió Leibniz a modo de mínima reflexión que no llegó a desarrollar, quizá por suerte: "¿Por qué nunca pasa realmente nada?" Jamás se quiebra, desde dentro, la lógica de lo peor, es decir, lo cotidiano. Tienen que venir convulsiones del exterior para que todo se tambalee de modo que, al menos, se transforme un poco determinada situación anquilosada. La gente vive y muere apegada a quello que posee, poco o mucho, pero también criticándolo, detestándolo, pensaba Alicia. Los que menos tienen, quieren más. Y quienes mucho poseen, anhelan todavía más. Nada pasa excepto que sólo tenemos nuestra vida y, con ella bajo el brazo, nos dirigimos tranquilamente hacia la muerte. Sin estridencias, como debe ser. Pero sin apurar esa única existencia que nos fue dada sin pedirla. Que nos atormente la idea de que nunca ocurrirá realmente nada es quizá la gran tragedia para algunos. En una u otra medida aguardamos toda nuestra vida, recelosos o en vilo pero deseándolo finalmente, que suceda algo inverosímil.
(La mujer de ninguna parte, op. cit., p. 312).

La vida,esa pequeña cosa que nos acompaña siempre, de la que no somos del todo conscientes, y menos Lucas, este inconsciente. Los domingos va siempre al mismo sitio, desde hace años (incluso cuando viaja no se pierde esos mercadillos de antiguo, en donde espera encontrar El Gran Tesoro en forma de cajas y cajas de discos de vinilo). A veces no encuentra más que basura en forma de cacharros, que sirven a otros coleccionistas de basuras varias. Su madre le enseñó de forma subliminal el arte de recoger cosas de la basura (esos buzos de papeleras y contenedores, que dice García Sánchez). Desde 1992, bendito año en que tal vez empezaron las desgracias en serio, colecciona periódicos, El País sobre todo, pero por presión de familiares y amigas, ha tenido que ir deshaciéndose de todos esos números, hasta guardar sólo algunos ejemplares de los últimos meses, que amontona en columnas que poco a poco, conforme se elevan como torres de papel, se vienen abajo con la suavidad de las cosas perversas. También tienen una pequeña colección de revistas, pero los National Geographic son otra cosa, algo más coqueto, que ocupa menos espacio: el espacio es el Lujo. Los discos se amontonan ya y doblan poco a poco los estantes, pero no le importa, porque del suelo no pasarán...

La música pop tiene de malo eso, que es pop, y todo eso le suena a Warhol, y éste a pajilleros en perpetuo estado de frustración. Diego Manrique gusta de las versiones, de cualquier grupo del pasado, y hasta de canciones españolas, como las de Aute (¡esos fantasmas!) o las de Joan Baptista Humet (Clara). Pero al final, la noise pollution le repatea mucho. Lucas tienes pocos pero contundentes enemigos: el ruido venga de donde venga (aunque suele venir de los coches, de las obras y de los equipos de los macarras); la gentuza que es el noventa por ciento de la población, y soportarla (porque no está permitido ir cargándose gente por ahí) es la tarea más ardua. El otro enemigo es lo que Vendrá, que puede ser un título de tango, pero que es solamente lo imprevisto, como todos esos actos de Alicia y su jodida depresión (hacia la página 300 del libro, remonta el vuelo, y la narración alcanza cotas de suprema porquería). Lucas no contamina, pero todos a su alrededor sí lo hacen, por lo que Lucas piensa por momentos que es un poco imbécil, ya que vivir entre necios tiene estas cosas: quien no les sigue la corriente, termina siendo arrastrado por la mierda. Piensa que de vivir en una Gran Ciudad (como Madrid la abierta) todo le iría mejor, o de otra manera más divertida, pero Madrid es en realidad la Puta Contaminada, y eso le tira para atrás. ¡Ah, la vida es la más contradictoria de la cosas!

Hablando de cosas, está "la chose", que es un término lacaniano que casi nadie entiende, pero que JGS utiliza de forma implacable en su novela sobre la femme de nulle part. La cosa es lo que está al acecho. La cosa es el "(no)bjeto" de Sloterdijk: ni sujeto ni objeto, sino el tercero en discordia, o el tercero incluso (incluido). Por un lado están los vivos, los que tienen la suficiente ilusión como para seguir hacia delante; por el otro, los muertos, los que ya no sienten; y luego están los deprimidos, que son los que dan a luz las tinieblas que llevan dentro. La depresión no vence (a veces no lo hace), pero siempre destruye (p. 306). Un deprimido (la persona deprimida, léase el relato-ensayo de David Foster Wallace) es aquél que no está del todo en la realidad, el que busca autodestruirse sin conseguirlo, porque quiere sentir el dolor, quiere quejarse por la Pérdida, pero no sabe bien cómo hacerlo. Alicia se siente manchada por toda clase de líquidos: excrementos propios, el sempiterno Whisky, las cagadas de las palomas, y en el cénit de su caída, el semen de los desconocidos. La mujer deprimida se entrega al sexo, lo hace con cualquiera (véase también Rompiendo las olas); mientras que el hombre deprimido se tira a la calle, y bebe, y es detenido por la policía, o trata de suicidarse sin conseguirlo.

Lucas sueña que está rodeado de criminales, que éstos le tienden una emboscada a la policía, uno de ellos ya está siendo apaleado en un contenedor de la basura metálico por un par de ellos, y él ríe, porque la policía le parece asesina (era un hombre, y ahora es poli). A Lucas le dan asco sus semejantes, y sólo se siente a gusto entre marginales; pero a veces encuentra a gente de la calle que es más fascista que los del PP, porque uno dice que van a detener a todos los transeúntes que lleguen a una estación de autobús, y que éstos serán expulsados inmediatamente; y también dice, el Mocoso, que el tipo belga de Marbella se lo tenía merecido. Lucas le tiende una mano (luego se las tendrá que lavar concienzudamente), y se va, porque no soporta a los mendigos fascistas. Igual que en el mercadillo, en donde venden vinilos y un tocadiscos, pero el tiparraco ha puesto en un cartón España Una y Grande ¡Viva España!, y escucha decir al fascista, a otro amigo, que muchos fueron los que dieron su vida por la reconquista de Granada.

Autorretrato: es saber que nunca sabréis nada de él, porque siempre se esconde, y toda vida es una suprema ficción, y es mejor leer las entrevistas con escritores de Paris Review, como la que le hicieron a Nabokov, el Perfecto Escritor, porque fue feliz a pesar de todas las desgracias. Las campanas, os tengo que dejar.

1 Comments:

Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Quizáz, cuando una es nadre, lo que no tenía sentido lo tiene ahora y de pronto ese trastocamiento resulta sospechoso y una se pregunta cuál es el supremo sentido de la existencia. Y todas las lecturas, los encuentros, las conversaciones, las uniones, todo se torna niebla... hasta que el vaivén vuelve y se sale a flote, se respira y se sigue...

Lukas con K es es que está aquí.

12:01 a. m.  

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