jueves, abril 20, 2006

Avanzar o morir (¿adónde va la música contemporánea?)

Para Myriam, amante de todas estas músicas

Hace algún tiempo que la música contemporánea, tal como conocemos a la música culta de nuestros días, ya no me entusiasma. Yo, que fui un asiduo de conciertos de este tipo, que viajaba a veces a lugares lejanos para ciertos conciertos, que escuchaba en radio o en CD las obras más radicales, me doy cuenta tras un tiempo que ese fuego se ha enfriado, y que si queda algo, son sólo rescoldos. Me pregunto si este enfriamiento se deberá a ciertos resortes subjetivos, u obedece a factores externos, como si decimos, y no erramos, que la producción de cine independiente ha bajado su calidad, y que ya no se hacen películas como en los años 70, 80 o los primeros 90, cuando empecé a devorar imágenes, antes de mi aventura en la música, el arte sagrado.

Lo cierto es que atravesamos años tibios en todos los campos del arte (no quiero poner esta palabreja en mayúscula, porque no creo en un Arte glorioso, sólo en momentos de sublimación y en otros de hiperrealismo feroz, los que ahora nos tocan). La música contemporánea siempre lo tuvo más difícil, porque tras la ruptura con la tonalidad perpetrada por Schönberg a comienzos del pasado siglo, el público (poco, escaso, como siempre fue) se fue alejando de unos sonidos que, paradójicamente, por vez primera respiraban el aire más fuerte y puro, pero ¡ay!, descubrimos que era un aire recargado, de otros planetas, como se dio cuenta el maestro en el último movimiento de su Cuarteto de cuerda nº 2, con voz incluida. Ese aire que parecía sobrenatural, era el mismo que los otros colegas de las vanguardias pictóricas y demás respiraban ya a pleno pulmón. Esta ruptura, que trajo sus consecuencias en años posteriores, con la separación entre música culta y música popular a partir de la irrupción del fenómeno pop de masas, se consolida en nuestros días tibios, con debates que se pueden seguir de vez en cuando, el último que recordamos tuvo lugar entre Félix de Azúa, periodista y escritor bien conocido, y el compositor español José María Sánchez Verdú. En el intercambio de "cartas" que tuvo lugar, salió ganando, digamos, por pura pirotecnia verbal, el primero, con su defensa de la música audible de Shostakovich y Berg frente a la música rígica de Schönberg, nombre que además escribe como le viene en gana. También hace años Alessandro Baricco, periodista musical, digamos, de dudoso valor, también salió en defensa de la música mayoritaria frente a esa música que no es ni siquiera sana de escuchar. Su famoso lema "Un joven veinteañero va a un concierto de U2, no a escuchar los cuartetos de Beethoven", pasa por la defensa de la música-espectáculo, como la de Mahler o Puccini, frente a la mortificación y seriedad de la música de cámara.


Helmut Lachenmann, torturador de oídos poco entrenados

Estas salidas de tono responden muy bien al clima de los tiempos, los tiempos nuevos que corren, que desde los ochenta a esta parte, han hecho que incluso compositores de la vieja vanguardia, como Ligeti, Xenakis o el mismo Lachenmann, suavizaran sus formas, aligeraran sus maneras, digamos, para hacer asequible esos sonidos turbios, secos y desagradables que hacían que el poco público huyera de las salas-ghettos en que desde hace mucho vive recluida la música más cercana. Así de lamentable es el panorama, que sólo hay que comprobarlo en las reseñas o "críticas" de conciertos de contemporánea en los pocos diarios que se atreven a publicar algo en este sentido: ocupan poco más de cuatro líneas, en un espacio tan reducido, que parecen esquelas baratas más que información fresca de la mejor música a la que podemos entregarnos. Porque una cosa sigue siendo cierta: por muy dudosos planteamientos que subyazcan a las obras y malas "negociaciones" (por usar un término que ciertos críticos suelen usar para hablar de las interpretaciones) por parte de los músicos, cualquier trozo de estas músicas vale mucho más que esos macroconciertos o festivales pijoteros que pululan por doquier. Pero la música contemporánea es muy minoritaria, se nos dice, no vende, no gusta, los que la escuchan son raros...

En un reciente concierto en Madrid, cuando el estreno de Solo for Voice 58 de John Cage, creí ver a Charles Manson redivivo, entre el público.

(continuará)