jueves, abril 06, 2006

Emoción verdadera



Hay quien la considera una película fría, pero a mí me parece justo lo contrario. La ví por primera vez en el cine (el escenario ideal), completamente solo en la sala, a medianoche (quien me la recomendó se largó en el coche, me dijo que era muy triste, pero no me quiso acompañar en el sentimiento; y fue la última vez que la ví). Luego la ví en TV, en vídeo, pero la grabación no era buena, por problemas de imagen y sonido. Y anoche la pude ver de nuevo, esta vez bien, sin cortes, en Canal 2 Andalucía (la única cadena pública que está haciendo algo por el buen cine). ¿Película para el lucimiento del yo de Nanni Moretti, su director y "actor" principal? Puede ser, pero no creo que sea sólo para eso, es más, eso resulta secundario. Lo que sucede con un filme así, que es uno de los mejores que se han hecho en este nuevo siglo (la ví en noviembre de 2001), es que muy pocos están preparados para ver y entender una película tan sensible, tan transparente, tan llena de emociones a flor de piel, y también sentimientos ocultos, obstáculos, cosas no dichas, resortes inconscientes. Además, es la primera película en la historia del cine, cabría decir, que trata la muerte de una forma directa, sin tapujos, mostrando el verdadero dolor por la pérdida, las complicaciones del duelo posterior, la difícil recuperación. En los primeros minutos, Moretti nos presenta a una familia feliz, completamente feliz (sí, ya sé que los tiempos cínicos de ahora no quieren escuchar esto): padre psicoanalista, madre que trabaja en una editorial (o algo así), hijos en la primera juventud, todos son deportistas, comen juntos (cosa que muchas familias no hacen), discuten juntos los problemas, y todo alcanza el clímax en esa escena dentro del coche, cantando en italiano (primero el padre, luego se unen los demás). Lo que al comentarista anterior le molesta es que sea Giovanni (NM) el que lleve esa voz cantante: es que así tienen que ser, en cualquier familia que no sea un esperpento. Ya bastante tenemos con esas familias from USA, de padres separados, que son el cáncer de una sociedad neurótica. Cuando veo esta película (y no será la última), pienso con cierta envidia que es la familia que me hubiera gustado tener, unos padres cálidos y comprensivos, y no los padres que me tocaron, todo lo más opuesto a los del filme.

La segunda parte se inicia con una leve transición, que la música de Piovani resalta adecuadamente: es ese domingo fatal que cambiará el curso de la historia de esta célula social. La llamada fatal, el encadenamiento de situaciones, de imprevistos, que da lugar a lo irremediable. La muerte en primer plano. Sólo hay una película de entonces que también muestra la muerte en frío, Pau y su hermano. El dolor de Giovanni y de Paola se expresa de manera distinta, pero ahí está, y nos hace llorar. Lo que sigue es un intento de G. de aturdirse para no pensar (en la feria, sobre todo), es el comienzo de la depresión. Luego, las palabras no bastan, por muy unidos que estén. La habitación del hijo está vacía. Su pérdida es irreparable. Entonces, la estrategia más lógica, aunque no por ello correcta, es pensar "¿por qué no...?", "¿y si...?", que es volver reversible en la imaginación lo que sucedió de un modo asquerosamente fatal. Las Water Dances de Michael Nyman se escuchan una y otra vez, rebobinando; cuando está de nuevo ante el paciente fatal (Oscar), no puede evitar pensar en lo que tendría realmente que haberle dicho aquel domingo. Pero vivimos en un mundo espacio-temporal irreversible, no hay posible marcha atrás, esto un materialista ateo tiene que aceptarlo de entrada. En esta etapa, que puede durar semanas o meses, pues es la más difícil, los achaques de culpa y las explosiones de rabia son frecuentes, y G. se plantea seriamente abandonar su profesión, ya que está metiendo su subjetividad de forma peligrosa en el dispositivo analítico. Así que la tercera fase del duelo es tratar de recuperar al Ido mediante sus restos visibles, en este caso una amiga del fallecido que llega sin querer casi. Arianna no resulta ser como ellos creían (¿tal vez esperaban una chica más madura?), y encima, ahora está liada con un tal Stefano, pero a pesar de todo la acompañan hasta la frontera con Francia, y allí se despiden de lo último que les quedaba del hijo. ¿Es la dispersión por la playa, al amanecer, el símbolo de esa aceptación final?
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La otra noche, entrevista de Iñaki Gabilondo a José Luis Sampedro: qué escritor tan crítico, tan lúcido. Una de las cosas que dijo, fue que nuestra sociedad ha dejado de lado la muerte, que la gente vive ahora como si no se fuera a morir nunca. Esto me parece muy grave, y es justo lo que estas dos películas que menciono sí que hacen. Nos dicen: vive como si fuera la última primavera, el postrer invierno, la muerte aguarda, la muerte es la que da sentido a la vida y la completa. Si no sabes esto, no sabes nada.