miércoles, mayo 03, 2006

Días casi felices

Después de tantos días de ausencia, quería escribir un poco más sobre la problemática de la música contemporánea, para de alguna manera seguir el debate del último mensaje, pero la actualidad se sobrepone, y es que además no sé muy bien cómo seguir, pues no estoy al tanto de lo último de lo último (la escena actual, la más rabiosa, también la más accesible, es posible), y es muy posible que no acuda a Madrid, como tenía pensado, para el espectáculo de ÓperadHoy, con la obra de Julio Estrada en estreno absoluto. Hay otras cosas que me hacen quedarme, un cambio de casa, unas ganas demoradas de comprar algún mueble, de decorar la nueva casa de otra manera, de quedarme, por una vez, quedarme, no tener que estar constantemente huyendo, porque nunca escapas de tí mismo, así es. Voy a recibir a mi querida M., es el día de la Gran Salida para los madrileños, ya que el día 2 también es fiesta en la comunidad, así que un día más de descanso, y de fiesta tranquila junto al mar. Le llevo un librito que acaba de salir, de Daniel Toledo, Audrey Hepburn, de la A a la Z (Ed. Jaguar), ella me trae la revista Siete Leguas, que trae de regalo la guía de Roma de Lonely Planet (ella ya se la compró en su día con El Mundo) y Billete de ida, de Javier Reverte, ejemplo perfecto de periodismo viajero. El viernes ya es tarde para algo, pero el sábado por la tarde vamos a Nerja y callejeamos un poco, ahora cuando quiero ir tengo que desplazarme, y es un poco como ser de nuevo extraño, y así es como me gusta, no estar dentro y asfixiado. Nos llegamos a la tienda de libros usados, y ahí veo una joyita, declarada por muchos críticos como el mejor libro de ficción del año 2005, (Jonathan Strange & Mr Norrell, de Susanna Clarke (Bloomsbury, 2005). Los que lo hayan leído sabrán que es una historia sobre dos magos que se enfrentarán, trayendo de nuevo la magia a Inglaterra, en un ambiente general de guerra, muy movido. La primera parte la protagoniza el más viejo de ellos, el nombrado Mr Norrell, que vive en una casa de campo típicamente inglesa, alejado del mundanal ruido, pero que por determinadas circunstancias que pronto sabremos, decide trasladarse a Londres, y su entrada en sociedad será también... La prosa de SC es perfecta, llena de matices, notas a pie de página, descripciones y emociones auténticas. Estamos ante el renacimiento de la fantasía en su más alto nivel, y las muchas páginas que quedan hacen de mí un afortunado. ¡Y pensar que me cuesta menos de 5 €!



Luego de varias vueltas por distintas tiendas de regalos y objetos preciosos, vamos a tomar algo a la barra de Casa Luque, nuestro lugar favorito para comer, esta vez es especial ya que quiero agradecer a su dueño, Rafael Luque, el haberme descubierto Verema, la estupenda web sobre el mundo del vino. Nos cuenta un poco de sus últimas andanzas, por Nueva Zelanda, y luego nos invita a unos vinos nuevos, el Gadea 2004 Roble, que está bueno (más que el que hemos pedido antes, en mi caso Beronia crianza 2003, ella un Libaris, blanco), y luego el Chinchilla joven 2005, de Ronda, que es el que menos me gusta, lo encuentro muy poco formado aún. A nuestra derecha hay un matrimonio de malagueños que está tapeando también, aunque muy distinto a nosotros, algo más informal, y enseguida nos liamos en una charla de más de media hora, sobre gastronomía y viajes, que es la pasión compartida. Y mientras la noche avanza y el restaurante se va llenando, sobre todo por turistas y extranjeros, que esperan mesa junto a la puerta de entrada. Y me siento bien, como nunca.

El domingo vamos al rastrillo, por fin compro La flauta mágica de Mozart en versión de Klemperer (EMI), que es una de las mejores que se han grabado, y que consigo por el ridículo precio de 3 €. Hace un día espléndido, está todo en su apogeo, muchos hippies, muchos perros, muchos puestos, y unas ganas tremendas de que esto no acabe nunca.

Pero el lunes, en un chiringuito de la playa salvaje, me quedo pensando en que es muy duro aceptar que la vida no tiene ningún sentido.

Y aquí sólo los pájaros, sólo los pájaros, sólo se escuchan los pájaros.

Sueños, sueños para inaugurar una nueva vida, uno de ellos se lo cuento nada más despertar a M., que duerme a mi lado y me escucha atenta, y me gustaría que esto fuera lo común, pero por desgracia no lo es, es lo excepcional. Uno tiene que ver con una mujer extraña y sensual, a la que abrazo por detrás, su piel es extraña también, es como si sólo llevara ese tatuaje ritual, como si fuera desnuda, y el dueño del bar, o el taquillero en donde pido el billete, me dice que si también la conozco, al parecer es muy popular, es la representación de todas las mujeres fatales, y sé que tiene que ver con Cecilia B., la que a veces entra y hace comentarios aquí. Tiene que ver con su potente erotismo y con sus personales gustos. El de la taquilla se emborracha rápido, lo veo cómo se trinca la botella entera (en alguna parte he leído que un conductor de autobús iba borracho, hablando por el móvil y sin carnet). Antes, jugueteo con alguien que está a mi lado, trato de ponerle un sombrerito de papel, y siento con placer cómo la cola aumenta tras de mí. Mujer fatal, mujer que devora todo. La chica que veo bajarse del autobús, el martes al mediodía, cuando llegamos a Málaga, que me recuerda a Inma (Wen), salvo que con dos tetas muy bien puestas. Una mujer del rastrillo le dice a un comprador que ella es epiléptica, y esta mujer me recuerda a Annaloren, que es una alcohólica sin remedio, está llena de tatuajes y le encanta el sexo, recuerdo el día de la Confesión.

En el CAC ya han quitado la exposición de Anish Kapoor, es una pena, fue hasta el día 30, ahora hay una también muy interesante, de Peter Zimmermann, Capas de gelatina, o la reinvención del color y la fantasía abstracta por otros medios, con otros materiales ultramodernos.

Por qué te tienes que ir, por qué no podemos quedarnos una hora más (sí podemos, el autobús llega tarde), por qué esa chica que también espera, y con la que M. de alguna manera confraterniza, es tan fina, tan delicada, que no guapa.

A la noche, cuando llego a la nueva casa, y veo que ella ya no está, siento que algo me falta, y que la librería Pombal no podrá sustituir, por mucho que los libros sean mi pasión. Y me consuelo pensando, que tal vez, en otra vida...

Jonathan Strange y el señor Norrell