miércoles, mayo 17, 2006

Retrato del cínico contemporáneo

Es difícil encontrar una película (por no decir una novela o cualquier otra historia en otro formato) que se acerque de mejor manera a la figura del cínico de nuestros días que la que he tenido oportunidad de ver ahora, De latir, mi corazón se ha parado (De battre mon coeur s'arrête), del cineasta Jacques Audiard, película que ha sido multipremiada en su país, y que también ha cosechado el premio a la mejor película europea en el Festival de Sevilla. Y estamos, curiosamente, ante una revisitación de una película oscura del cine norteamericano, Fingers de James Toback, con Harvey Keitel de protagonista. Como sabemos los que hemos leído el manual de Sloterdijk, el cínico es el agente doble por antonomasia, el que trabaja en casa y para el enemigo; es un tipo que trabaja en el negocio brutal de las inmobiliarias, de día y por las mañanas principalmente, y que dedica las tardes a tocar el piano, a ensayar para una audición que le han prometido, y que de alguna forma lo salvará de ese vertiginoso mundo en que se halla inmerso. El negocio de mierda es el que ha heredado de su padre, un tipo impresentable, y que lo tiene subyugado hasta tal punto, que no puede hacer otra cosa que obedecer sus sucias órdenes, para acometer actos impuros, digamos. Por otro lado está su madre, que era pianista aficionada, y cuyo representante de entonces viene ahora a rescatarlo del submundo de yuppies asquerosos. Pero su sensibilidad está podrida, y para ponerla de nuevo en buena forma, tendrá que practicar mucho junto a la única mujer de la película que no es una furcia (así califica a la nueva novia de su padre), una china que no entiende francés pero que al final será su rescatadora, su hada buena, y de alguna manera, la sustituta de la madre perdida. El director y su equipo son tan inteligentes que sólo nos muestran las escenas clave para entender este mundo y a este personaje, encarnado por un joven actor que está justo en su punto, sin histrionismos vacuos. La música, que tiene un papel marcado, pasa de forma esquizofrénica de la electrónica a Bach o los románticos, para dar cuenta de ese estado de alteración, de esquizofrenia calculada, que mantiene en pie al borde del abismo a los seres demoníacos que pululan hoy y cualquier día por las calles de las grandes ciudades. Ciudades de Occidente podridas que luchan por conseguir la calma en la tempestad, pero que fracasan una y otra vez. Porque bajo la fachada y los escaparates asépticos late la mugre de los desposeídos, y tras la zambomba del electro-no-sé-qué, está la dulzura ida y duramente traída de otras dimensiones, de la clásica, la verdadera música. Así, ese final, esa coda dos años después, es de una coherencia y una firmeza escalofriante, nos coloca en el plano verdadero, nos hace temblar con la culpa, la redención, el deseo de venganza y el sabor tibio de la belleza. Primero rabia, sangre, decibelios, luego una ducha fría, una marcha atrás, respirar entrecortado, sentarse, decir el mantra, escuchar.
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La calma es posible. La Copland's House, en el estado de Nueva York, en donde vivió el músico estadounidense muchos años, y que ahora funciona como centro de estudios y de investigación del legado del compositor de esa música deliciosa que es Primavera apalache. Escuchando las piezas camerísticas, el lunes desde Euro-Radio, uno se da cuenta de que esa melodía prosigue en muchas de estas obras, el Dúo para flauta y piano, el Sexteto, etc. También nos divertimos con la penúltima de las canciones espirituales, realmente graciosa; o casi que echamos a bailar, con los Piano Blues, o las otras piezas miniaturas para este instrumento. También escuchamos obras de Bernstein o Moravec, de éste una obra, Mood Swing, que escribió evocando su crisis depresiva, de la que pudo salir. La música neotonal también existe, y merece ser escuchada.
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Leo en El País que la ópera de Julio Estrada se hizo un poco pesada en su segunda hora. Me mataron los murmullos. Lástima que sólo unos pocos privilegiados madrileños pudieron escucharla y verla; en Radio Clásica al final no se dio, porque la organización dijo que era imposible. Claro: una ópera es para el directo, más un espectáculo total como prometía éste. También la muerte es propia, como decía Rilke, no nos vale el relato de alguien, no se puede decir "la muerte", porque no hay cosa más concreta que ella. No se dice "vivir", ni "la vida", porque decir eso es como no decir nada. Sólo cuenta "mi" vida, "mi" muerte, que cada vez aparece más cerca en el horizonte.
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Espantosos sonidos los de Souffle 1, el comienzo de Le voyage de Pierre Henry (Philips), grabación original de 1963. Cuando se acerca la muerte, el oído queda como el sentido que todavía recibe información, en cascada, a lo bestia, sonidos casi ruidos, que son recuerdos, que es una avalancha que no cesa, el enjambre que dicen, de amigosconocidosextraños, en el lugar del suceso. Y si no vemos la luz blanca, el aleteo, ya no podremos salir de la rueda infernal, y otra vez esa oscuridad, ahora agobiante, estamos perdidos, y hay sombras y seres que parecen van a devorarnos, y gritamos, muy fuerte, de forma aterradora, y estamos perdidos, perdidos. Impactante música, sólo en la cara A.

2 Comments:

Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Si tengo que aprender y conmoverme llego a tu espacio .

Me inquieta la película que has descrito Lukas. El cinismo es algo de por sí extendido, en diferentes modalidades. Ahora ya no hay muchos cínicos ilustrados. Están proliferando la chatura mental y eso es triste y a la vez molesto.


Cuando hablas de música, es imposible no conmoverse Lukas.

Ayer conversaba con A, que escucha permanentemente la música de Black metal y he considerado seriamente documentarme al respecto. Sus cultores, los más lúcidos, desarrollaron toda una compleja visión acerca de la muerte.


Así, creo que la verdadera m´suica está en la que amas, y en la que otros aman, cuando hay un sustento, cuando no solamente es emoción, que sé sin ella tampoco hay música.


Te envío un abrazo hecho de energías que vuelen por la blogósfera.

11:02 p. m.  
Blogger lukas said...

Vir, dime qué es eso que sugieres sobre lo del black metal (para mí, música demoníaca peligrosa), y la "compleja visión acerca de la muerte". Sé de uno que en otro tiempo pude llamar amigo, aunque en realidad no era eso, que está en las garras del satanismo por eso de la música ésta, siniestra a más no poder, en su pub hace sesiones cada tanto que encima anuncia por sitios públicos, y me dan escalofríos.

Escuchaba ayer "Primavera apalache" de Copland, la música de la felicidad. ¡Qué maravilla! Te diré que cada vez escucho menos contemporánea y me acerco más a la tonalidad...

6:25 p. m.  

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