viernes, junio 16, 2006

Flujos de tiempo (II)

Y los rumanos duermen al fresco donde pueden, con el acordeón ahí al lado de sus cuerpos cansados por este calor que no perdona. Me voy hasta la fuente, me siento en un banco, leo un poco, pero es imposible con este jaleo, ahora pasa una manada de gilipollas con la bandera blanca y azul, Argentina ha debido ganar en otro de esos partidos descompensados, porque si Inglaterra tuvo que luchar para ganar a Trinidad y Tobago, entonces es que no hay muchas ganas de jugar, y ahora va a resultar que España es la mejor... Campeones, campeones...
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Ha muerto Gyorgy Ligeti, uno de los grandes compositores del siglo XX: estaba muy enfermo y esto iba a pasar de un día para otro.
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La novela de Vargas Llosa está muy bien escrita, se demuestra una vez más su dominio del idioma y de la trama novelesca, pero me resulta difícil soportar el personaje de la "niña mala", su pérfida personalidad, su cinismo rampante que aumenta con las décadas (en la encarnación como Mrs. Richardson en el Londres hippie es ya el colmo del pragmatismo, no hay que olvidar que estamos en la ciudad de los negocios, pero ella al parecer hizo uno muy desafortunado con este tipo que se dedica a la bolsa, oscuros negocios, y que la lleva a vivir a Newmarket, ese lugar aristocrático entregado en cuerpo y alma a los caballos). Esta mujercita, en realidad, que uno no se explica cómo puede ser tan mala, tan sin corazón, egoísta al máximo, que se ve muy claro cuando se dispone a hacer el amor (a follar en habitaciones de hotel con un desconocido que le es grato por momentos): ella abre las piernas, pide sexo oral, él se lo hace muy a gusto, y luego quiere que él la penetre, y esto con una mano sobre sus ojos, para no ver no sentir, no dice nunca las palabras que él desea, y que se enfada cuando algo no sale bien, cuando una vez él no acude a la cita porque tenía que trabajar. Entonces, él trata de ser perdonado, ella hace unos gestos que le hacen creer a Ricardito que ella se entrega, y al decirlo, ella se enfada y toma su venganza, la dulce venganza de todas las zorritas como ella, se marcha a Japón, se siente geisha la muy zorra. Ella detesta que alguien crea que ella es importante en su vida, todos los hombres le son prescindibles, los usa para su seguridad, el dinero sí da la felicidad, y si se equivoca de caballo, siempre puede elegir otro... Qué asco, me hace pensar en alguien como ella, la wendolina que conocí, con sus aires de grandeza, esa chica de pueblo (las pueblerinas y las de bajo linaje son las peores), que también amaba todo este glamour de otra vida, que si montar a caballo, que si los toros, los malditos toros de su padre el politicucho, que dijo que se retiraba de la política para cuidar de sus hijas, como ese Bono de mierda. Wendolina, con su cuerpo esbelto de chica de Coke light, con su meneo de caderas, su sexo vulgar y corriente y virgen hasta los veinticinco, con su engañabobos de hacerlo sólo cuando pasara un año, ¿cuando me presentaras por fin a tu sociedad?, tan llena de prejuicios, esa tontería del ochenta por ciento de las veinteañeras españolas, por otra parte.

Todo esto me da tanto asco...