jueves, junio 15, 2006

Flujos de tiempo



En la radio está cantando Thomas Hampson, el gran barítono norteamericano, natural de Indiana. Es por ello que se siente realmente cómodo en el repertorio (poco conocido por aquí) de canciones americanas, como las de Samuel Barber, Charles Ives, Copland y otros autores menos conocidos o simplemente desconocidos. En la primera parte se ha decidido por el repertorio alemán, por los Liederkreis op. 35 de Schumann. Como el público aplaude entusiasta, decide hacer dos bises, el segundo Roses of Picardie. Es un recital en donde se demuestra que esto es cosa de dos, y que el pianista W. Rieger es todo un maestro, así que él decidió al final retirarse para que la gente aplaudiera sólo a él. Y con un gesto de sus manos señaló que ya no iba a cantar más. Por cierto, que alguien del público, del conservador público barcelonés del Liceo, quería algo de ópera, del Barbero. A la mierda la ópera: hay tanto por cantar, que esos numeritos fáciles sólo quedan para los Tres Tenores y gente de esa calaña.

Kimsooja ha realizado en el Palacio de Cristal del Retiro una intervención que es etérea, maravillosa, Respirar :: una mujer espejo, en donde todo el suelo se cubre con material reflectante, y todo alrededor resuena con su respiración pregrabada, al principio suave y poco a poco creciendo hasta resultar agobiante. Los visitantes, un máximo de veinticinco cada vez, han de quitarse el calzado y ponerse unos calcetines que da la organización, para no dañar lo que es tan frágil. Apenas comienzo a pisar y miro al suelo, siento vértigo, al ver reflejada la cúpulas, y allá abajo la inmensidad de pozo, el sentimiento de caer, de no tener ya asideros, porque el cielo está tan cerca...

Tanto en este mediodía de domingo lleno de gente con críos, como en el sábado al mediodía en la Feria del Libro, una cabeza, una mujer que la va de progre. En las casetas del Paseo de Coches, llega una tipa con una sombrilla (antes la hemos visto por un sendero), la abre, ella va de negro, tiene unas feas manchas en la cara, es feísima en realidad, como todas las que van de fashion por la vida. Le dice a su acompañante que ella ya tiene todos los libros, así que para qué va, pienso. En su bolsa también negra ha pintado en blanco unas letras feas, algo sobre un concierto de Los Ramones en un club de NY, y vete tú a saber. El domingo, en la cola delante de nosotros, está una tipa que es francesa al parecer, con una cabellera de rizos que casi hace desaparecer el resto de su figura, más bien leve, es una cabeza peluda y de color indefinido, es una hippie que se quedó en el camino, es bollera además. Luego, cuando estamos tirados en la hierba, del otro lado, mirando el surtidor y los árboles que crecen dentro del agua verdosa, la vemos de nuevo, ella y su amigota más guapa y más actualizada, y pensamos, no pensamos nada, porque en ese momento aparece por el este un tipo con una garimba en la mano dando voces, Payaso, que eres un payaso, no te digo otra cosa porque me contengo, pero está claro que no se contiene, y la policía local pasa en su coche, y nosotros tenemos que irnos ya a Lavapiés, porque hemos quedado en ir a comer al Bombay Palace, en donde al llegar vemos que casi todo está ya lleno, mesas grandes de norteamericanos, cerca de nosotros hay un grupo de siete u ocho comensales, casi todos obesos, hay una mujer que se sale del asiento, cuando les traen las viandas se dan la mano, cierran los ojos y se ponen a rezar, malditos religiosos, pero al menos son gente educada, y no pega voces, cosa que no se puede decir de los españoles en su mayoría.

Los partidos de España en el Mundial los veré en un bar de ingleses, porque el vocerío y la vulgaridad de los españoles me repatea.

Yo ya no vivo en España, para lo que cuenta.

La nueva novela de Vargas Llosa, Travesuras de la niña mala (Alfaguara, 2006) es la historia de una cínica de nuestro tiempo, una mujer que se hace pasar por quien no es, ya sea chilenita falsa en Miraflores (Lima) en los años cincuenta cuando es una pendeja; o una falsa guerrillera que se va a realizar un entrenamiento, cuando el narrador la encuentra años después en París; o la señora de Robert Arnoux, una puta fina que se relaciona con el tout Paris mientras juega a ser amante del traductor de la Unesco. Si en ese primer capítulo VLL nos fascina con su uso de la jerga local, en los demás capítulos que vienen el movimiento de los personajes parece de manual, todo eso nos suena a ya visto, ese París tan transitado, tan deseado, tan estudiado... Pero de todas maneras, está bien que retrate a una tía tan de nuestra época, una estrecha sexual, una wendolina como la que conocí en 2000, una aventurera y pragmática, una putilla del tres al cuarto que sueña con la gran vida, para ocultar sus orígenes tan pobretones, como esta Mar Flores que es el ejemplo perfecto en la realidad.

Bueno, al menos me divierto paralelamente con Tom Sharpe y su Exhibición impúdica, la crueldad y el humor más bestia, el juego con los equívocos, la galería de personajes a cual más patético.