martes, junio 06, 2006

La música, ese tormento



Erika Kohut y su madre son inseparables, no hay quien las despegue. La música también es muy buen pegamento. Y una pesada carga para arrastrar por el tranvía entre la gente. Es duro el aprendizaje, se lleva los mejores años de nuestra vida. Los Héroes Románticos están ahí para ser tocados, pero también hay músicos, olvidados, que merecen salir de su refugio antiatómico: Schönberg, Webern (no el grácil Berg, que nos seduce siempre, o si no, probad con sus Cinco canciones sobre textos de Peter Altenberg, op. 4, que anoche sonó en la radio, desde la abadía de Saint Denis, cerca de París). Luego está Walter Klemmer, que es un joven apasionado del deporte, como todos los jóvenes (Chavalote, por ejemplo, que cae sobre las chicas como un ciclón). Él quiere estar cerca de su profesora de piano, seducirla tras la sesión privée, pero no es tan fácil, porque la zarpa de la madre está cerca. Es verdad que Erika tiene también su pequeño pasado de hombres, pero es algo casi insignificante, ellos la dejaron aparcada y usada, y desde entonces ella prefiere mantenerse lejos de las pezuñas humanas. No siente nada, es tan insensible como un trozo de pizarra bajo la lluvia. Y en invierno, es más difícil sentir algo, debajo de tanta ropa. Pero a veces, esta niña buena se desvía del camino seguro a casa, y se marcha al extrarradio, adonde están las inseguridades de los inmigrantes, esa purrela de turcos y demás orientales, y en donde el sexo es casi un reclamo. Los antros debajo de la bóveda del tren subterráneo, ahí donde el peep-show, ahí donde se exhiben unas muñecas siempre que eches monedas de diez chelines. Se abren a la influencia, muestran sus carnes más o menos celulíticas, como toda carne que no esté deportivizada. Entonces, Erika ocupa un lugar de privilegio (ella sola entre hombres que se pajean), y mira, sólo mira. En un tiempo, yo también iba a todos los sex-shops de Madrid, y me gustaba mirar, mirar las carátulas de los vídeos, escuchar los gemidos detrás de la pantallas, ver cómo el chico de la fregona limpiaba las cabinas, todo el semen derramado y los kleenex duros como piedras. Yo he de amar a una piedra. Pero antes, muéstrame las perindolas. Burros muertos sobre pianos, eso es algo que a lo mejor has soñado. Cuando despierto en mitad de la tarde, es como una pesadilla: voces del viejo que olvidó tomar el tranxilium, mi hermana que llegó antes de tiempo, y que le dice a la cuidadora, que sube apenas las escaleras, que por qué se ha roto lo de la ducha, y encima, alguien dice desde el otro mundo que el obrero ya llegó, y que cortará la luz. Me voy de nuevo al cuarto, son visiones, yo no estoy en mi mejor momento. Antes de que acabe el concierto, era el Scherzo de la Segunda de Mahler, suena el teléfono, y estoy obligado a atenderlo, de lo contrario, sonará más veces. Todo el mundo cuenta / todo el mundo cuenta su dinero. "Pero durante el acto amoroso no hay mujer que conserve el señorío. Los jóvenes galanes no tardaban en tomarse todo tipo de libertades, de las que hacían uso en cualquier situación. Ya no se la recibía junto a la puerta del coche, le llovía sarcasmo ante cualquier torpeza. Después, la mujer es engañada, se le miente, se la tortura y ya no se la llama con frecuencia..." (La pianista, Elfriede Jelinek, Debolsillo, 2006, pp. 78-79).

Lo que importa es que la sangre fluya. Fluyan mis lágrimas, por el dolor del mundo. El arroyo se ha detenido (basta de bises con el de Leipzig). Ahora, le toca a usted jugar. Pasan los animales, y se desvían cuando me acerco, o el río piedras lleva. Pequeños cortes casi diminutos, como los mechones de pelo que Erika saca a la madre cuando se enfada. La niña tiene que ser controlada. La profesora tiene que ser (violada). Pronto pasarán todas estas cosas, pero antes, una crítica post-adorniana de la sociedad de consumo y del entretenimiento fácil.

No se puede permitir que nigún alumno sea mejor que ella, que ella, la profesora fracasada (quiso hacer Messiaen en su concurso, a quién se le ocurre, en vez de tocar algo del grácil Mozart).