lunes, julio 03, 2006

Patético



Yo creía que el protagonista de Gordo de Ruiz Mantilla era un tipo patético como ninguno (bueno, salvando al Ignatius de La conjura de los necios), pero ahora resulta que no, que este Rob Fleming, el narrador atribulado y cutre de Hight Fidelity es peor aún. Él mismo se lo pregunta varias veces: no sé si soy infeliz porque me gusta la música pop, o me gusta la música pop porque soy un desgraciado. Sea como sea, siguiendo un tema (o una "filosofía vital") de Bruce Springsteen, decide contactar con sus antiguas novias y saber qué ha sido de ellas, pero el resultado es bastante decepcionante, por no usar otra palabra. La tal Sarah hasta le pide reescribir la historia, pero cuando uno llega a cierta edad, sabe que eso no es posible. En este toma y daca que se trae con su ex Laura (porque se resiste a pensarla como "ex"), llega a la cumbre cuando en su no-celebración (o celebración cutrísima) de su treintayseis cumpleaños, ella lo llama desde una cabina, y él la pilla in fraganti, y sabe que ese tío con el que se ha largado está celoso y no la deja llamarlo desde su casa. Y entonces pensé en mi treinta cumpleaños, y en cómo estaba de hundido, y la verdad es que yo no esperaba que fuera así de mal, pero nuestras vidas ya están escritas, y no somos dueños de nuestro destino (ya desde que nacemos, nacemos en un determinado ambiente, ¿quién es el guapo que puede cambiar su puta infancia?); y cuando podemos decidir por nosotros mismos, ya estamos moldeados y jodidos por los padres que nos tocó en suerte (en desgracia, en mi caso), y poco se puede hacer; y como soy determinista-freudiano, no creo en el libre albedrío a la americana. Eso del hombre hecho a sí mismo y demás bobadas. Rob quiere saber por qué siempre fue rechazado, por qué esas mujeres al final se largaron con otro. El momento cumbre es cuando encuentra a Charlie, esa zorra que le hizo tanto daño, y la encuentra convertida en lo que ya era, una snob que buscaba el glamour, y es lo que tiene. De aquellos polvos vinieron estos lodos; agua que no has de beber, déjala correr, etcétera. Y al final uno acaba así, en la mitad de la vida, solo y dolido, viendo en el vídeo películas cochambrosas (lo "arty" no nos gusta), y aunque sea Mozart o Sibelius, la cosa no cambia mucho, ya no me creo mejor porque me guste la clásica y haya leído libros "eruditos", soy como Rob, me gustan los vinilos, y alguien con esa pasión no puede entenderse con wendolinas que buscan la apariencia y los móviles de tercera o quinta generación. Y al final uno acaba soñando con la casa campestre de una de ellas, para acto seguido pasar, sin solución de continuidad, a una escena porno muy fuerte, en donde de un grupo de bailongas escojo a una guarra, que no es muy guapa (¿qué actriz porno lo es?), pero que sirve para la ocasión, y la cosa va muy bien, pero ésta no chupa demasiado bien, y cuando le arranco el sujetador veo que tiene unas tetas como aplastadas, así que escojo a otra, que agarra la polla de una forma impresionante, como si le fuera la vida en ello, y a la hora de penetrarla, es como pasar el estrecho submarino, en una de esas cuevas que gustan los espeleólogos, y sientes que te corres sin remedio, y te vas despertando justo entonces, y notas la lenta y dulce transición al "mundo real", el maldito mundo real compuesto por obreros, viejos dementes, tías maquilladas para el trabajo, guiris que hacen footing y esas cosas vulgares como un dolor de barriga.

Rob, eres patético, pero cómo me haces reír.

1 Comments:

Blogger Portobello said...

Me gustaría llevarla a el Rincón, esta película es de las que merece la pena gastarse algún euro. Saludos

3:15 p. m.  

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