jueves, julio 06, 2006

Vuelta al mundo judío



Tras la amena lectura de Nick Hornby, decido rastrear por los estantes de libros (la librería tendrá que esperar, la mayoría de volúmenes están todavía empaquetados) y encuentro For the relief of unbearable urges, de Nathan Englander (Faber & Faber, 1999), con una portada similar a la de arriba. Son un conjunto de historias sobre el mundo judío, las dos primeras me han gustado mucho y supongo que el resto también. Comienza el libro con un relato titulado The Twenty-Seventh Man: el protagonista es Pinchas, un chico que no sabe hacer otra cosa que leer y escribir, aunque no ha publicado nada (más o menos como yo). Un mal día recibe una inesperada visita, y ante su asombro, descubre que no es como él pensaba, su castigo parece algo misterioso, y más aún su pecado. Él es uno de los cuatro últimos de la lista de escritores famosos que Stalin ha ordenado capturar, llevar a prisión y ser ejecutados al momento. Cuando llegan (tarde) a la prisión, los otros ya han sido separados en celdas que acogen cada una a cuatro hombres, por lo que Pinchas tendrá que compartir sitio con los otros: un borrachuzo vividor que cree ser víctima de otra de esas alucinaciones post-fiesta; un viejo reputado que esperaba morir en su casa, pero mira esto; y otro que espera todavía una salida y volver con su querida mujer. En los diálogos que se entablan entre ellos está la gracia del relato, así como en el suspense de no saber qué pasará, ellos al menos lo desconocen, y más cuando por los agujeros del muro sólo ven una turbia oscuridad. En esas horas fatales Pinchas tiene tiempo de escribir mentalmente una historia, una fábula simbólica, que luego les recitará a sus compañeros de destino antes de ser fusilados. El relato es una perfecta muestra de cuento judío, y de cuento breve en general.

El segundo, The Tumblers, cuenta las aventuras de un grupo de judíos de un ghetto, que son deportados como tantos otros en ese tiempo sombrío de guerra. Mendel y Rebbe son los protagonistas de esta historia conmovedora, surcada por personajes casi legendarios, cinematográficos al menos. En el tren que los lleva a su destino, encuentran a una troupe de acróbatas, y entonces a Mendel se le ocurre una idea cuando habla con una intérprete de trompa: hacerse pasar por miembros del circo. Es lo que les llevará a una salida a su apurada situación. El final es el clímax de esta combinación de tradición, magia e ingenio que preside el relato.

Englander era un autor joven de 29 años cuando sacó este libro, que tuvo un éxito seguro por aquellos años, pero del que no he sabido más luego. Su forma de escribir, su peculiar humor judío, sus historias tan humanas, son justo lo que uno necesita para salir de la vulgaridad cotidiana. Vulgaridad que se acentúa por el calor, si gana Italia el Mundial el domingo, y entonces es normal ver escenas como la que ví, una tía de unos cuarenta años, despelotada, por el camino de la playa, pero que no es exactamente playa, las carnes al aire, las morcillas expuestas, y entonces pienso en ángeles, aunque sean de cartón.

Para el alivio de insoportables impulsos

1 Comments:

Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Es que hay que leerlo, y me interesa por el humor. Allí está el quid.

Desde que mi humor se ha afinado, le hallo más escenas inquietantes a la vida.

8:52 a. m.  

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