jueves, agosto 31, 2006

Nueva temporada

Comienza una nueva temporada, la de septiembre 2006 hasta agosto de 2007, y lo primero que haré será encontrar una nueva hucha, puede que el cerdito de toda la vida, para meter un euro diario, y así ahorrar para las próximas vacaciones: los castillos del Loira, o Lisboa y alrededores, quién sabe ahora...

Pamplona estuvo bien, aunque me acordé mucho de Donostia del año pasado, y el maravilloso encanto de la ciudad, y las bicicletas que son para todos los tiempos, y el mar del Norte, y eché de menos los conciertos de la Quincena, en fin, tantas cosas...

En Pamplona, tras los sanfermines, el ambiente era muy tranquilo, salvo por las obras del centro cerca de nuestro hotel, por la construcción de un parking subterráneo, malditos coches y malditas alcaldesas...

El Parque de la Taconera es maravilloso, muy cuidado, grande, con animales en semilibertad, todo original y relajante. Al Yamaguchi al final no fuimos, un hombre mayor nos dijo que no merecía la pena ir hasta allí, un poco alejado.

Fuimos de pintxos por las tascas y bares del centro y alrededor, el Baserri nos gustó mucho, pero nos quedamos con la tranquilidad burguesa de La Olla, cerquita de la Plaza de Toros. Allí encontramos nuestro refugio, por fin.

Sólo probamos vinos de Navarra, salvo uno de Rioja muy conocido, y en la taberna que menos me gustó, por su mal ambiente (ruido y humo, eso que detesto), el Bar Gaucho, que es conocida por sus pinchos de autor.

Una decepción, el Bar El Álamo, llevado por un camarero johnnie, con muy buena música, eso sí, pero que nos presentó el pincho finalista de este año, realmente deprimente, con esa capa de aceite rancio, que nos echó para atrás. Y la ternera, perdida entre tanta grasa. Y el vino, al menos, era fresco y agradable, una copa (copa mala, eso sí, nada que ver con las de La Olla) de Palacio de Bornos Verdejo 2005, de la D.O. Rueda.

Fuimos a Olite (no muchas cosas para ver) y a Estella-Lizarra, una villa espléndida, con su mercado de alimentos de la tierra en la plaza principal, y llena de tiendas de antigüedades, es un placer recorrer sus callejuelas y atravesar el viejo puente sobre un río de otro tiempo.

Tras la vuelta, el domingo, nos acercamos al Real Café Bernabéu, un espacio fashion en donde sirven platos de autor, en donde falla el sabor muchas veces, pero que merece la pena por sus vistas magníficas sobre la grada sur del estadio del Real, mi antiguo equipo favorito (ahora no sigo a ninguno). Además, era la primera vez que estaba por allí. Y las bocinas que no faltan desde primera hora. Un sitio blanco, totalmente no fumador, donde volveremos seguro, pero de noche.

Y bien, vi algunas exposiciones (Círculo de Bellas Artes, La Casa Encendida), y vuelta a la deprimente Málaga, que sólo se salva por el mar.

Y todo esto empezaba el día 15, con la Reunión Macroalcohólica llamada Feria de Día. Tengo guardada la botellita de Cartojal para acordarme del puntazo desagradable de aquella tarde.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

lukas,

que bien suena navarra, sólo conozco pamplona. el resto no pudo ser

bienvenido a la normalidad....y sí el mar salva mucho, mucho

besos
lita

9:30 p. m.  

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