lunes, noviembre 20, 2006

El recuerdo imposible



Tal vez lo que no haya es recuerdo, y todo lo que evocamos alguna vez sea sólo algo inventado, cosas que creemos que sucedieron y que en realidad nos hemos fabricado ahora, en algún momento de este tiempo, del futuro inexacto, para conciliar nuestra angustia, y tuviera razón Freud, y son recuerdos encubridores o "pantalla", que tapan algo que realmente ocurrió pero que ya no es accesible. Y sin embargo, qué otra herramienta tiene un escritor sino los recuerdos, las memorias de un tiempo irremediablemente perdido. Es lo que le sucede al mayordomo Stevens en The Remains of the Day (Faber & Faber, 1999) de Ishiguro, la perfecta novela que le hizo ganar el Booker Prize en 1989. Aunque emprenda un viaje de seis días por la campiña inglesa para desconectar un poco de su rutina de trabajo, como bien le aconseja su nuevo señor, el narrador engolado de esta historia aprovecha para dar rienda suelta a todo ese pasado de esplendor que ya no volverá, como no vuelven los días en que fuimos felices, y no lo sabíamos entonces. Va en busca también de las oportunidades perdidas, pero los horizontes perdidos no regresan jamás, como decía Battiatto. Y cuando por fin se encuentra con Miss Kenton (o la Señora Benn, pues sigue casada tras veinte años), es la decepción, porque la siente mayor y ella al final quiere seguir como está, con su vida desperdiciada, como todos nosotros, que ya no volveremos a esa infancia, ni a los mejores momentos de esa vida que alguna vez fue nuestra. Y el viaje termina con la última luz del día, y con la esperanza de aprovechar un poco más lo que resta, de vida, de día. De comprender y tratar de sumarse a las bromas del Americano, que ahora domina el mundo.

La novela que leo ahora, de la que no quiero decir mucho porque voy aún por la tercera parte y tiene seis, es un poco diferente: When We Were Orphans (Faber & Faber, 2001) se desarolla entre dos ciudades, Londres y Shanghai, en distintos tiempos (el actual de la edad madura y el de la infancia perdida), pero aquí el poder evocativo no es tan fuerte, y esa coherencia interna de las otras dos obras maestras no se muestra. Christopher Banks es un detective famoso, pero no ha podido resolver aún el caso más importante, la desaparición de sus padres cuando él tenía diez años, lo que hizo que lo mandaran a Inglaterra y perdiera la amistad con Akira, su mejor amigo de entonces. Y por eso se hizo detective, con la secreta intención de encontrar lo perdido; y por eso, de alguna forma, en la tercera parte lo vemos con una chica adolescente a la que ha adoptado hace tres, y que también es huérfana, y que sin embargo muestra una extraña resignación ante los embates de la vida. Y ahora él quiere volver, a la Shanghai actual, para aclarar por fin el misterio. De momento todo está en el aire. Me gusta, pero la veo más dispersa. Y sin embargo, Ishiguro está, incluso en sus momentos menos brillantes, muy por encima de cualquier escritor inglés de hoy día.

Y sigo a la escucha, del silencio imposible, el querido silencio de Luis Muñoz (pasando), y el silencio real, orientalizante, del espacio Música de nadie, anoche. El aficionado pedestre no me interesa, yo hablo ya para entendidos. Saariaho para siempre, en una burbuja de limón. El amor de lejos, Lonh con su texto en occitano, la antigua lengua de los poetas amorosos. Nuevas puertas se abren, tal vez las puertas de la percepción que quería Huxley. Esa viola parece que está ronca, rota, despedazada, un arpa y una flauta rodean con un halo su ausencia. El silencio: eso que no hay. Quién puede adentrarse en los sueños y comprender su gramática: un poeta, pero nunca de Granada.

Sólo una cosa no hay, y es el recuerdo: como una espiral vienen fragmentos despedazados de mi pasado que no quiero, que me da asco, pero tengo que pararme, dejar lo que esté haciendo, para hacer un hueco en el espacio, dejar que vengan a mí esas memorias borrosas de la antigua china de mi pasado, que no quiero. Como aquel día que bajaba la cuesta, el último día sería y yo creía que había más días, con la ignorancia del que vive aquí y ahora sin saber las consecuencias de un acto, las maldiciones de este día. Eso es lo malo, que nunca sabemos qué nuevos paisajes habrá al otro lado. Y seguimos en la pesadilla de todas las noches: que nos hemos dormido y la televisión se ha quedado encendida y ya son las ocho de la mañana; que un inmigrante nos quita la calderilla que se cae de las cabinas, que vienen a robarnos nuestro poco trabajo; que esa furcia que nos echó de su casa, que era también mía, esa furcia, se aparece una y otra vez, no puedo quitármela de encima.

Eso es recordar: una y otra vez en la espiral, dar vueltas, estar condenado a ver a los fantasmas, los que se niegan a irse. Tendré que abrir más las ventanas para que entre más luz. Pero el pasado no se va, los muertos no mueren. En el inconsciente no está escrita la palabra "muerte".

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Sólo somos felices cuando no sabemos que lo somos. Ser feliz y saberlo es aterrador.

10:19 p. m.  
Blogger Sin_Organos said...

lukas,

los muertos no se van, no quieren irse, pero nosotros tampoco los dejamos marchar. quizás tengamos que aprender a no llorarlos, entonces se irán...quizás...
estoy de acuerdo contigo en que los recuerdos, cuando son muy lejanos, son pura ficción..creatividad madura que se expresa incluso engañándonos, consolándonos, e impidiéndonos crecer y madurar.
no sé si estarás conmigo en que este terreno que recorres en este post empieza en la psicologia..aunque no siga en ella.., pero en lo que tiene de psicologia yo lo llamaría la resistencia a madurar. o también incluso como dice el señor anónimo la certeza -dolorosa- de una época feliz...

un beso

lita

1:18 p. m.  
Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Recuerdo " La habitación verde" de Trauffaut, un film, donde hay una reverencia a los muertos y que aún opera en mí sus resonancias potentes, sólo que de otra manera. diferente al primigenio impacto.

No estoy segura, (en realidad, cuando se trata de la subjetividad personal, me parece sentencioso estar seguro de algo)

porque creo que la cuestión de la madurez, no es tan tjante como se cree. Tal vez la cuestión de madurez en los actos prácticos de
la vida, sea lo alcanzable. Luego
lo otro, lo que significa estar, ser, ver, amar y todo lo que se le emparente, no es ya cuestión de madurez a secas, sino algo más complejo y es eso lo que me inquieta en este tiempo, Lukas.
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Fotografías, cosas pendientes ... y yo aquí.

Habrá que leer...

8:31 a. m.  

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