miércoles, diciembre 27, 2006

Adiós a todo eso

Comencé hace unos meses una especie de novela. No sabía entonces qué título darle, y estuve barajando varios, mientras paseaba por la playa. Pensé en Historias mínimas : Alemania (porque muchos personajes secundarios que aparecen son alemanes, porque vivo rodeado de alemanes, para bien y para mal). Luego pensé que otro posible título sería Vidas caducadas. La mayoría de los personajes son, o viejos, o gente que está tan deprimida y que vive sólo de recuerdos, que es como si su vida ya estuviera cumplida. Pero de todas formas, el título no terminaba de satisfacerme, lo encontraba un poco pretencioso. Así que el último que se me ocurrió, unos días atrás, es Adiós a la pornografía. Es que en realidad va de eso: de cómo estamos inmersos en una sociedad pornográfica, y no podemos huir de eso. Pensé que el título sería una versión más actual de aquel libro de Cioran, Adiós a la filosofía y otros escritos. Como ya no hay filosofía posible, sólo consumismo, defendido por gente como Gilles Lipovetsky, pensé que la mejor manera de retratar el presente, decir algo más allá, o más acá, de lo dicho por Michel Houellebecq, era presentar las ruinas, que es el día a día, de una serie de personajes que se conducen como si estuvieran en la plenitud de la vida, cuando en realidad lo que mantienen es una máscara, de Lancôme o vete tú a saber. Y sé que sin los alemanes, esa historia no puede contarse (vale, podría incluir a suecas, a daneses con sus todoterreno y todos vestidos de blanco, a noruegos o a ingleses tatuados hasta la entrepierna, pero no es lo mismo, o es redundante). Adiós a la pornografía es una historia de soledad, por supuesto. Es como decir "Adiós a Occidente", porque Occidente sólo tiene sentido con las marcas, con ese lujo democratizado, como dice el pensador francés. Si no te interesa todo este tinglado, tinglado que desde el tercer mundo (y no digamos en el supuesto segundo "en vías de capitalizarse") un día también estallará, entonces pasas a formar parte de ese grupo semioculto, que en realidad ya no cuenta, y que sólo vive de imitaciones. Y si copias, si imitas, si compras en los chinos, eres un poco menos, no estás in, eres de segunda.

La novela trata de viejas, de sexo barato y crudo (los alemanes y su porno bizarro, esas cintas que un día tendré que arrojar a la basura o dejar en algún mercadillo de los domingos, que ya está capitalizado por alemanes de Torrox, su colonia malagueña). El sexo es un ingrediente básico, y los alemanes no se andan con chiquitas, les pasa como con la cerveza, cuanto más mejor. Luego por ahí aparecen también jovencitas, pero nunca veinteañeras ni treinteañeras (éstas menos que menos, las aborrezco), que practican un sexo adecuado a su edad, es decir, muy tonto y pedante. Las historias mínimas tratan también de soledad, de pérdida, de los recuerdos-fantasma, de borrachos, mendigos y demás fauna subterránea del primer mundo. Hay enanos muy perversos, que terminan muriendo en jornadas de caza extremas. Hay mujeres que hacen la limpieza y son abusadas por jefes imbéciles. Hay una música naif en el aire. Hay lujuria podrida, como las putas de este lado, putas que dan pena. Apenas hay emociones intelectuales, ya no hay espacio para eso, y a quién puede interesarle. Ni cine, ni música, ni menos teatro: el teatro está ahí fuera, en cada esquina. Hay algunos sueños, llenos de repeticiones (que son muerte, pues el sueño es la Muerte, en cada noche, como un aperitivo de lo que nos espera). Hay un tabú con los viejos, por eso quiero escribir sobre ellos, contar sus lados oscuros, contar cómo el sexo de los viejos también puede ser excitante, y divertido. Los jóvenes están llenos de clichés, no me interesan, de hecho nunca me interesaron. Pero pienso que este retrato de un mundo fluctuante y en ruinas, que se eleva sobre muertos y olvido de muertos, un mundo de lujo parasitario y alemanas furcias de todas las edades, con sus rostros asalvajados llenos de cremas para disimular esa grasa animal..., este retrato no será entendido.

La pornografía no es aceptada así nomás. Vivimos dentro del porno, pero queremos que aparezca todo sexy, erótico como mucho.

No queremos que se nos vea la parte animal, por eso escondemos las arrugas, escondemos la falta de atractivo, perfumes, Nokias, más aparatitos, mucho iPod, muchas botas fashion, todas las revistas cantan la misma melodía, el catálogo vital para no darse cuenta de que adentro... está vacío.

El porno es nuestro fluido rosa ya gris. Vivimos en él. Para despedirme de todo eso, seguiré en la tarea. Si no me aniega antes...

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Con crudeza, como siempre te mostraste, sin artilugios. Todo está enrarecido, y lo físico se muestra deplorable, como un iceberg en picada. Así que nada de lirismo. Podría decir hipotéticamente que el espíritu de Cioran, en la novela, lo lanzas tú.

Salute.

Habria que leer la novela.

12:09 a. m.  

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