jueves, diciembre 28, 2006

Ideas pasajeras / Idea Fija

Si me pongo a realizar un recuento de los temas, ideas y obsesiones de Adiós a la pornografía, me doy cuenta que, en efecto, el denominador común es el sexo. Y el sexo va asociado (siempre en pares, en cada capítulo, y habrá como cien en total) a la vejez, a la podredumbre, a la soledad, a la decadencia. En realidad, me doy cuenta de que otro de los sentidos, tal vez el más profundo, del título, es "adiós a la vida", por el hecho de que la vida es pornografía. Los personajes disfrutan de sus últimos días, saben que se acerca el final, pero no quieren renunciar a lo que más les excita, lo que les hace sentirse vivos: para ellos, la sensación de vivir sigue siendo un buen polvo, si puede ser con orgasmo mejor. Así, el Cartero (que lleva unos años jubilado) sueña con follarse a esa mujer que pasea un perrito por la plaza de la fuente, una mujer de unos cuarenta y cinco años pero todavía de buen ver; me dice que está leyendo la historieta de Catherine M., su vida sexual, y que le está gustando mucho, que no es una narración fría, para nada, y que aunque sea crítica de arte, ella cuando tiene que decir follar dice follar, sin rodeos. Disfruta mucho ese libro mientras tiene que cuidar de su suegra, y de su mujer, que ya no está para trotes. Le excita sobre todo las descripciones que la francesa hace del sexo en grupo, las partouzes del demonio, antes del SIDA. A mí me gusta más cuando habla de lo que siente cuando está desnuda, al aire libre, abierta a la influencia, o cuando se lo monta con camioneros sucios. Cuando chupa una polla, siente que se le llena todo el cuerpo de una apasionante energía.

La historia va de fluidos, por supuesto, porque sin ellos no puede entenderse el cuerpo, que es todo lo que somos, en donde e stamos prisioneros y gozamos. También hay países, y paseos. Hay viejas, como ya he dicho, las viejas no tienen tanta necesidad de sexo, pero si aparece un garçon, por qué no. Las viejas que no quieren aparentar su edad, la gracia se esfuma antes que en los hombres, pero igual quieren disfrutar de la alegría de vivir, que es el sexo, el vino y las mujeres. Un viejo vals se sacude el polvo. De nuevo se me presenta a la vista la Odiada, la que no querría ver por nada, pero que viene calle abajo, como surgen los fantasmas, de la nada, ella me saluda tímidamente, como si temiera que saludando con más fuerza yo me acercara y la mordiera. Se escurre por una puerta vieja, y del otro lado dará el cursillo para maestros, y tocará la flauta de Bartolo, que siempre suena por casualidad. Ay, qué odiada se me hace. Todos los hippies han venido con ella, de repente, ya los tenemos aquí. Hay uno que va en una moto de los ángeles del infierno, y lleva una pintada en un lateral, sobre el negro de la pintura, que alaba el terrorismo de Bin Laden. Conforme bajo, me alejo de esta plaga que ha traído consigo la Odiada. Abajo cerca del mar ya se puede respirar mejor, es la montaña la que atrae todas las pestes. Pero el río no se puede cruzar tan fácilmente. Pero alguien me ayuda. No es tan difícil, ¿ves? Luego ya aparece mi querida Málaga, las calles de siempre, que me hacen un cosquilleo de placer, porque uno siempre se siente bien al ver el sitio amado, que es el de la patria lejana y recuperada. Ya nunca más me iré con extranjeras, que son todas unas víboras. Juanjo tenía razón: eso de buscar a chicas lejanas es algo neurótico, malo malo malo.

Hay también otros temas: alcohol y muerte, alcohol y miseria; muerte y culpa; habitar y ausencia; presencia y ausencia (traición y olvido); inmadurez y enfermedad; enfermedad y venganza. El placer se asocia con la distancia, porque existe el sexo virtual, sobre todo con las peligrosas, por inexpertas y traidoras, jovencitas. El hastío se asocia con lo animal. Hay un otoño de la vida. El sexo conlleva el castigo (siempre he terminado machacado por uno de esos orangutanes celosos durante algunas de mis tristes relaciones). Hay terror, y hay Alemania (es domingo, el domingo de la vida, la pesadilla sin fin). El porno como un paseo que no se termina. Un paseo que nos lleva al cine, el cine como una imitación de la vida. Los viajes nos recuerdan alguna ausencia. El pasado sólo rescata miseria y envidia. Hay un colegio que, como todos los colegios, es un nido de víboras, ahí se aprende a odiar. La seducción y el sexo, seguro que alguna veinteañera ha tenido algo que ver... El paso del tiempo, es tan lamentable... El sexo es, sobre todo, melancolía, que es el alimento del artista, como ha dicho el querido Pamuk en otra entrevista. El sexo también puede ser un viaje, el viaje fatal a todas las pérdidas. Retorno al pasado, también podría ser el título. En el sueño sólo existe el miserable pasado, donde nunca seremos felices, porque el fatum está ya marcado, nacimos con genes defectuosos y el ambiente en que crecimos estaba turbio por tanto alcohol, sexo barato y discos de Manolo Escobar.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hay una mirada marcada sobretodo en lo decadente. "Las viejas", deben sentirse culpables de ser viejas, porque a diferencia de los hombres, son vapuleadas por ser tales.
Lo que cuentas se siente tan lleno de bruma, todo es degradante, como en escenas de crímenes, sólo que con la lenta gradación de lo inexorable.
Se me viene a la memoria la senación que me quedaba con la lectura de las novelas de Thomas Bernhard, algo denso que te saca de lo cotidiano, para mostrarte su otro lado, el terrible e incesante fluir de su desaparición...

Salutes, Lukas.

12:34 a. m.  

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