viernes, enero 12, 2007

Barbazul

La pequeña oficina de Correos. Me acerco a uno de los puestos de atención al público, es sólo para echar esta carta, oiga, ¿está bien de franqueo? Pero el tipo que está ahí detrás, más pequeño cada día y cada noche, es un viejo cartero que ahora ya no camina, lo conozco, es amigo de una que tal, por eso siempre quiere enterarse de mi actual vida y por qué abandoné la otra, si me iba tan bien, pero eso son apariencias que siempre engañan. Por qué dejaste a la otra mujer. Porque ahora tengo a otra. Y dónde metiste a la otra. En un viejo armario que huele a serrín. Y sabes dónde puedo encontrarla, me pregunta el de la gasolinera pues la vieja bruja le daba clases a sus hijos. Clases de la vieja música que amansa a las fieras. Pues no lo sé, la verdad, la enterré hace unos cuantos años. Ah, es verdad, lo había olvidado. En el armario, qué está sucediendo.

No es bueno ser tan curiosa. Porque ahora el viejo profesor de dibujo, que perdió al hijo en un desgraciado accidente que en realidad fue un suicidio porque el chaval estaba puesto hasta el culo de porros y demás pastillitas y se tiró al vacío... Ahora la vieja profesora de química que me enseñó a realizar todo tipo de bombas caseras, la vieja profesora de física con la que descubrí los placeres de la gravedad cero, ahora y en la hora de todas las desgracias, por favor fotos no, ahora vamos a esta otra sala en donde han puesto una exposición temporal de Rauschenberg, si te gusta te lo regalo, pero luego me lo devuelves. No, es mejor que no me pises los pasos.

De donde no se regresa, ahí vas a ir como te sigas portando mal. Su vieja cafetera, fue al suelo por mi falta de cuidado, ay qué desgracia, ya nunca más se compró otra porque en realidad quería que yo se la regalase, pues de eso nada. Yo no tomo café porque me sienta mal. Ahora seguro que está follando con el gaitero, cuando las trompas salen volando en dirección de la estrella polar. Hay una reunión de bandas de gaitas cerca del Palacio Real. Del Fillmore Bar sale una tipa que seguro que se dedica a llenar barriles de pólvora para hacerlos estallar. De la casa del señor sale una panda ebria de éxtasis. De mi casa no me salgo salvo en las horas más oscuras del día, cuchillo en mano, y sin conocer las intenciones. Ahora se rompió un cristal de la ventana del balcón de arriba. Yo no he sido, fue el sombrerero loco. Cartero, ven aquí, hace falta fumigar tu casa.

No, a la carta que va a Madrid no le falta nada, está todo perfecto, pero mañana ponle el céntimo que le falta, chaval. Y sus dedos están todos fichados por el FBI. Y la familia ha sido asesinada por ruidosa. La cafetera rota. Los gatos perdidos, pobre Lucio. El jazmín que cuidas con amor, ahora y en la hora de todas las fragancias. La rosa y el clavel, cierra las puertas y arde dentro.

No me preguntes más, porque así es la rosa. Voltaire también conoció alguna pena, cuando menos se lo esperaba. La fresa de Huelva. Los roscos caseros, el codillo, el tomillo del monte, la perra de Carmen, que era de Madrid, a veces íbamos a su casa, eso fue antes de la matanza, eso fue antes de que pintáramos Jose y yo las paredes de pistacho, sólo para joderla, la habitación principal de un amarillo patito, la otra de blanco en donde ella pensaba alojar a su familiaaaaaaaaaaa...

La curiosidad mató al gato. La piel se cae a tiras. Ejercicios para sacar la piel a tiras. Abdominales. Calle Etiopía. Ahí enfrente vive el famoso futbolista del Málaga. La noche que llegué todo empapado pero contento, de aquel concierto de guitarra en donde estaba la chica más guapa del mundo, y estaba con su padre, tan joven su ideal, ella, la que anunciaba a Wen, antes de la bendita irrupción del mes de mayo, el mes de las canciones en flor.

Secretos que permanecen escondidos.

Etiquetas: