jueves, enero 18, 2007

Desconocido

¡Cómo!, que ese tipo, ese jovenzuelo que aquel domingo se encontró con aquella tipa, un poco mayor que él, a la que había conocido hacía muy poco, y fueron por el camino de acantilados entre una fina lluvia que no mojaba y se iban besando, y todo lo que pasó después, los largos años de peregrinaje, que ese joven, digo, tenga algo que ver conmigo, ¡eso es totalmente irreal!

Aquel viaje, aquella intuición de que eso no iba a poder durar, aquella mañana tranquila mientras todos estaban en sus puestos de trabajo, por calle Portugal, eso tal vez le pasó a otro.

Que alguna vez yo me juntara con aquellos mierdas que estaban todo el día con los porros y el heavy, con toda esa desidia, las pelis gore y los sueños de libertinaje, ¡todo mentira!

No tengo nada que ver con aquel que una tarde se clavó una espina de algún cactus horrible que hay por estos pagos, y que le llevó justo tres meses que el pincho saliera de nuevo a la superficie, mucha agua caliente con sal en una palangana por las noches, cuidados de la bruja, como aquella vez que te pusiste con gripe y ella te cuidó como una madre, y fue el más dulce de los reposos...

¿Qué me dices de aquel niño que iba saltando por los charcos y que leía el senda de lectura echado en la cama familiar rodeado de apestosos gatos, y volvía a las mismas historias una y otra vez...?

Yo no he sido nunca aquel chaval tímido, demasiado para este mundo y esta tierra andaluza tan extrovertida, que por el colegio iba desapareciendo detrás de muros y detrás de libros y de respuestas de libro, y que en vacaciones se iba adonde siempre, nunca a la playa y otros lugares comunes, y que no quería hacer la primera comunión, y que miraba el mundo como una vasta extensión de tierra quemada. Yo no.

Tal vez, me dicen, estuviste ocho años en el infierno, como aprendizaje para el auténtico, cuando toque, preparación para el largo letargo del que ya no se sale, el infierno tan temido. Y allí fuiste feliz a ratos, y escapaste en algún momento a las tierras más fértiles de Wendilandia, y aprendiste a caer en lugar de volar, y ella te echó los brazos al cuello y dijo "ese pelo está muy largo, será mejor que te lo corte yo misma", y así se hizo, aquella mañana después de hacer el amor, lavar el pelo que también es un acto de amor, y fue así que tuvo lugar la transformación, y que todo pasó a otro capítulo.

Y estuviste más de un año en el infierno, casi dos, la depresión la llaman los médicos, pero se trata de la misma ruina que ya vivió Rimbaud y Nerval y tantos otros. Y allí pasaron drogas, gente tatuada en busca y captura internacional, Babel mi querida puta, qué has hecho de mí, y estaba Tomás el polaco que estaba con la mujer y los dos niños, y no podía entender que hubieras cortado con la puta de los ocho años, él nunca lo haría, y Stefan se reía con una botella de ron en la mano, y vio Satán que era bueno.

Tomás se fue a un pueblaco de Salamanca a trabajar en una fábrica de cerdos; y Stefan pasó por Amsterdam con la mala yerba; y Alois se perdió detrás de una puta llamada Austria o Almuñécar; y Snoopy dijo que tenía un tumor cerebral y mandó una postal desde Egipto, una pirámide me saluda harta de ron; y mi hermana está harta de mis vómitos; y el gato es un bicho malo; y la amiga de la puta de los ocho años no me quiere dar las cosas que son mías y están en el maletero del coche, y se lo digo, "dámelo, puta".

Y celebro mi treinta cumpleaños sin nada que decir, y me siento a punto de reventar, y lo hago un par de semanas después.

Yo no he sido ninguno de esos fantoches, yo no soy el que aparece al otro lado del espejo.

¿Quién es el que me sale al paso y me pide la documentación y me muestra las encías y me manda el catálogo por correo en donde hay una larga lista de señoritas que quieren conocerme? ¿Quién es el que tiene toda la cara llena de granos y alguna cicatriz y escucha sólo música de perros? Yo voy a un concierto de música barroca, ceno en casa, no bebo los fines de semana ni celebro fiestas, ¡y tampoco sé jugar al ajedrez!

Debe de haber alguna equivocación, señorita, yo no he pedido ningún aparato de mp3, oiga, usted disculpe. Yo no tengo problemas con los contestadores automáticos. Yo, que soñé con especies eternas. Yo, que fundé todos mis deseos bajo especies de eternidad, veo alejarse mi sombra al sol en julio...

No, no puede ser, yo no estoy en ese coche de segundamano, besándome con Wen, ni voy a su casa en la próxima cita para terminar lo que quedó pendiente; ni, un año después, se hace amigo de una chica de Córdoba, Argentina, que es fotógrafa, de cuyo nombre no quiero acordarme, por pura debilidad. Y vamos a ver un par de películas y soñamos con ver otras y la seducción sigue aunque ella esté enamorada de su director de tesis, ese chuloputas, no me importa, la piel tan blanca y el acento de aquí, la minifalda, la sinrazón...

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5 Comments:

Blogger La Dragoncita said...

muy bueno... excelente ! Me gustó.

1:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

XXXI
Porque somos esferas
de recuerdos…
memoria de lo escrito que devuelve
un impulso lejano
e incesante,
cuando se puede ser lo
que no ha sido
o ser lo que no es, mas
siempre al margen.

El corazón del limo
Javier Cubero Egea

Besico.

8:36 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

he tenido paciencia leer este blog y al final solo se que esta tremendamente bonito vlio la pena leerlo, excelente .saludos
http://www.oktomanota.com/

12:50 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

http://quinismo.blogspot.com/

12:57 p. m.  
Blogger Portarosa said...

Me ha gustado mucho, Lukas (me ha hecho ilusión lo del Senda, también).

Un saludo.

7:59 a. m.  

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