jueves, enero 25, 2007

Lo más salvaje (II)

Y escucho los diecisiete minutos que dura Sister Ray de la Velvet, que es un grupo que al parecer en 1967 no sabía tocar, y siento que alguien en mi cabeza protesta contra tanto ruido de estos músicos drogados, y en la ventana ya no hay pájaros porque comieron y salieron volando. El disco sale volando también y regresa después de todos los chirridos y es el año 2007 han pasado cuarenta años pero la raya sigue en la cabeza y el corazón caliente y la viola eléctrica y el órgano de John Cale y todos los polvos espaciales y alguien me dice que esto no puede ser, pero le replico que peor es lo rayante de Elliott Carter y su cuarteto para flauta, oboe, violoncello y clave, que es de 1953 y no tienen orden ni desorden y todo huele mal y la noche se cierra sobre la incertidumbre si el estado de bienestar será partidario de la vida o de la venganza. Y en el escritorio descansa el libro con poemas de Carlos Marzal, que tiene algunos poemas memorables y otros que no me gustan tanto y abomino de la etiqueta poesía de la experiencia, y esto sí que es una experiencia, echados aquí, estos idiotas que están hasta más de la medianoche en La 2, y cuando tú te acuestas siempre hay alguien que vela, esos monstruos que nunca mueren. Y decirte esto no sirve de nada ya lo sé, pero hay algo aquí que va mal, es cierto que sin fe y sin una cierta alegría no se puede publicar nada, y eso es algo que el tiempo se lleva, eso de geografías de la mente es algo borroso, y luego la guitarra por fin cesa, el martilleo, todo sucio por el estudio que es una pocilga hay botellas de vino y alguna vela y dientes caídos, las cunetas llenas de gatos muertos por los automovilistas asesinos, en la noche entrada, con el frío en los huesos, con una última copa para llenar el vacío de existir.

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