lunes, enero 29, 2007

Puta es poco

Ella está viendo una exposición en A Coruña. Allí ve al gaitero mayor del reino, del que digamos que cae prendada. Al día siguiente, tras el pacto establecido, él va a visitarla a Santiago de Compostela. Se encuentran en el hotel, discretamente. Pasa lo que tiene que pasar. Hablan sobre la nueva situación creada. Él le dice que lo eche, que cambie la cerradura, así el mal lobo ya no podrá entrar más en la casita, que recordemos que es suya y sólo suya. No debes olvidarlo nunca. El mes de agosto avanza incansable. Como las gaitas en la plaza mayor. Hay un no sé qué que se halla por ventura. Un carraspeo en el concierto. Una trompeta que anuncia la tormenta de verano. Ella regresa, permanece silenciosa, él sigue dentro de su mundo propio. A los dos días, ella, avergonzada por el silencio, o simplemente angustiada por lo mal que se porta, decide romperlo, romper las barreras, contar apenas lo que ha vivido a mil kilómetros. Él ni se inmuta, porque de alguna manera no puede creerla. No puede ser, y en todo caso, sería una débil venganza. Y sigue a lo suyo. Ella se va a dormir a la habitación pequeña, en donde amontona todos los trastos de forma desordenada, a su modo argentino. La habitación de pistacho es para él, eso no puede quitárselo. Ella está tramando algo en el submundo en que vive, presa de las imágenes más ardientes. Él sigue en su mundo virtual, ignorante de lo que se avecina. Está en un sitio que se llama Inicia, y es para gente no precisamente virgen. Ahí se habla de sexo, pero más que nada de cine y de libros, ese aburrimiento. Ella toca la flauta en su insomnio lujurioso. Él se rasca la barriga y quiere su comida a la hora en punto, también los gatos reclaman su festín diario. En la tele siguen los incendios. Al cuarto día ella quiere ser sodomizada, tal vez como despedida. Hay un olor intenso a lejía, amoníaco, una peste insoportable. Ella viaja al pueblo de las miserias ambulantes, trae mala nueva: un mendigo, amigo de él, ha sido asesinado, François se llamaba. Él casi no se lo cree, luego la mira a la cara, es el consuelo de los tontos, saber que hay alguien más desgraciado en este momento, François no pudo soportar otro verano, ya eran catorce en la puta calle. Él se acuesta en la tarde y no puede dormir. El calor y los malos recuerdos, como un cadáver en la cuneta. Ahora duerme mi niña. Ella se va al otro cuarto para ser manipulada soberanamente por el gaitero en la cloaca de su habitación. El tipo sabe tocar muy bien todos los agujeros, aunque algunos estén llenos de mierda. Ella exhibe un supremo goce. En el campo estrellado, ella es la reina. Hay marisco y vino blanco, el ribeiro sacro. El mar está agitado ahora que sopla el viento por donde le place. Al quinto día él está ya en el pueblo, expulsado del purgatorio. Ella le hizo una comida liviana, para el duro viaje, en la mesa de la cocina fue el banquete final. Ella le acompaña cuesta abajo hasta la parada del autobús, para asegurarse que no vuelve. Cuando lo ve irse tras la curva, llama a la amiga, van a tener trabajo el fin de semana. La cerradura está lista el lunes a primera hora. Aunque estos señores no son nada baratos, eso no importa, si el cabrito ya no vuelve. Él, desgraciado, vuelve el miércoles, o es sábado, ya nadie sabe, es la hora de comer, es la mala hora. Ahora ella está en la puerta, ya no hay posibilidad de entrada. Ahora viene mi desgracia absoluta. Cuando bajan la cuesta, ella le dice que él le hará una visita en breve, tal vez en octubre mismo, luego le dice que es una broma. El quince de octubre él viene, tienen su orgía, que han planeado minuciosamente. Ella toca la flauta, él la gaita marinera. Las meigas están sueltas, ella la primera sale del aquelarre entusiasmada. Por la chimenea, el camino real, se va a los montes del éxtasis. Hay un culo fétido, eso no importa, lo que importa es que la niña se quede embarazada, aunque sea ya una puta vieja, eso no importa, hay que recuperar el tiempo perdido aunque sea contra natura, como ha hecho esa de Cádiz, el dinero todo lo compra y todo lo mancilla. La bruja y el gaitero tienen sus bodas alquímicas bajo los auspicios de Maese Froilán.

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