martes, febrero 06, 2007

España

Cuando leía ayer el artículo de Andrés Ibáñez España y yo, enseguida ya supe de qué hablar hoy. Podría hablar de cómo me fue el largo fin de semana en Madrid, pero no, me dije; y cuando en la noche escuchaba De costa a costa en Punto Radio, con Félix Madero, ya no tuve ninguna duda. El que luego escuchara Radio Clásica, con lo de Euro-Radio, desde Katowice, con una obra insoportable de Kilar, fue sólo porque las noticias económicas no me interesan. En ese programa discutían sobre si el uso de la bandera española y el himno de España (esto como remate de la manifestación del sábado en Madrid) eran adecuados o no. Llamó alguna gente y salvo el tipo de Marbella y una mujer de Barcelona, todos los demás eran partidarios de la sacrosanta bandera. Hay que joderse. El de Marbella dijo que él había hecho la mili, que amaba su país y la bandera española, pero que la bandera del sábado era para desunir, no como la del fútbol, que une a todos los españoles. La mujer de Barcelona dijo las cosas muy claras, pero todo iba muy rápido. Había también dos comentadoras, una que decía que no se podía usar la bandera con fines partidistas y que el himno le traía malos recuerdos de cuando Franco; y la otra que estaba muy contenta con el uso de las dos cosas. Las dos Españas, lo de siempre, España sólo hay dos. Yo iba al último concierto de Música de Hoy con la música de Rihm, cuando veo por los andenes del metro a fachas que les lloraba la cara, con sus banderines de mierda; ya desde primera hora de esa tarde de sábado estaban con sus banderas por Sol. Una comentarista se preguntaba si es que había manifestaciones de derecha y de izquierda; la otra habló muy claro, pero como suele pasar, los fachas tienen más labia. También se discutió si el Foro de Ermua era de derechas o de izquierdas. La gente que llama se queja de que los de izquierdas no saquen banderas españolas, sólo de partidos, sindicatos o de la República, me acuerdo de lo que dijo Pepe Rubianes, por lo que ha sido condenado a una multa millonaria por injurias y no sé qué. La otra se queja de que en seminarios feministas suene el himno, y aquí nos tengamos que callar. España como país anómalo. Hartito estoy ya de España. España me da mucho asco, pienso igual que Ibáñez, aquí es todo feo y desagradable. De hecho, el sábado tras el concierto, en donde sonó de nuevo y como remate la sutil música de Rihm, tuve una buena ración de la música obtusa de la España de siempre. Con unos amigos vamos de bar en bar, visite nuestro bar, esquina de Vinaroz, ahí donde las postales taurinas están por todas partes. Cervezas y más cervezas. Luego al centro, en donde se acumula todo lo más castizo; patatas bravas; y luego a las cuevas de Sade, ahí en donde todos se bañan en alcohol y estridencias, ahí donde el humo y la estrechez hacen un cóctel fatal; y para remate, ya de madrugada y muy tarde, un localucho kitsch en donde alguien se desgañita con las canciones más horteras, M. me dice que es un local de ligoteo, en efecto, está la misma gente que cuando el Caudillo se montaba en su jaca y olé. Creo estar en una pesadilla, de hecho es mejor que lo crea así, la mente se defiende de los exabruptos. Y de camino a casa pienso en si no lo habré soñado todo. Al entrar en Málaga llueve con fuerza; otra que tal, esta ciudad me produce las pesadillas más permanentes; no sé lo que pasa, pero si Madrid es el putigerio nacional, Málaga es la doncella guarra que se la chupa a todos. No sé lo que es peor, hasta para las porquerías hay niveles. La cosa es que estoy en España, y que no fui a los conciertos de homenaje a Claudio Prieto, con sus patillas de bandolero, esa música para destronarse. Hay algo que me hace pensar en las teterías, como Living in London, en donde por unos minutos te evades de la rancia península. Ya no quiero leer más españoles, sólo a los que detestan España, como Ibáñez, que es un amigo de la literatura anglosajona, como yo.

Me dices que por qué no vuelvo a verla. No quiero que me llames mala persona, pero te digo que es mejor dejar las cosas como están. En Madrid cada una tiene su look, eso es obvio, porque en la multitud hay que personalizarse, hay que customizar cada parte de tu piel. Manuel Cruz habla del deseo que perdura, como los cuerpos que se reinventan, sobre todo cuando inician su decadencia. El cuerpo es eso que palidece; crecer y envejecer es ese sentimiento del cuerpo que duele y es molesto, en donde ya no estamos a gusto; pero yo de pequeño tampoco estaba a gusto en él. Ya no te quiero, porque no me rascas la espalda cuando hago como que duermo; ya no te deseo, porque tiene las carnes colgantes, como una res que cuelga del gancho. Ya no me gusta la música que pones en el coche, yo lo que quiero es más cabaret infernal. Ya se acabó lo bueno, habrá que esperar al mes de mayo, cuando los pájaros entonan su sinfonía para un espacio iridiscente.

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