viernes, mayo 25, 2007

Arte o muerte

Dice Peter Stein que el arte es lo único que justifica la existencia. Hay otros motivos por los que vivir, te dirán que el amor es esencial (si es que algo hoy puede considerarse así), pero sólo el arte es capaz de enriquecer una vida que se precie. Dijo Xavier Güell en la presentación-despedida (presentación del concierto de Zender, el pasado 12 de mayo, en la sala de cámara del Auditorio Nacional, Madrid; despedida del ciclo Música de Hoy de esta temporada 2007) que la aventura estética de la música contemporánea es la Aventura del hombre contemporáneo, no hay otra que merezca la pena. Y qué pocos somos los que estamos en ello, si se juzga la asistencia de público a ese concierto especial que traía por primera vez a España a Zender como director-autor (¡y tiene 71 años!); y qué decir de los cuatro gatos que habíamos el día 11 en el recital de Yukiko Sugawara, la pianista mágica capaz de sacar al viejo teclado las sonoridades más sorprendentes.


Andy Warhol, Self-Portrait, 1964.

Visito la sala de exposiciones de Cajamadrid para ver algunos retratos del último siglo, el único siglo que me concierne, el siglo XX y los pocos años de éste. En el sótano están las sombras de Warhol, el artista más influyente del arte posmoderno en el aspecto visual; en la planta de más arriba, un autorretrato de Lucian Freud con dos niños al fondo; hay una Venus de la época capitalista de Otto Dix, que es la pintura más satírica del conjunto. En la época de la reproducción automática de las imágenes, los viejos artistas y los más nuevos han tenido que ingeniárselas para seguir obteniendo el aura perdida. Y ahí están las pinturas de Francis Bacon, tan turbadoras como el primer día.

En la Galería Fúcares de Madrid hay algunas fotografías de Candida Höffer, en donde la artista alemana fotografía edificios culturales en ausencia de gente, en el silencio de sus propias obras calladas, libros, biblioteca de Weimar, iglesias portuguesas de un barroco exaltado, también en Brasil hay maravillas que retratar. Me paseo por las salas, cruje la madera bajo mis pies, estoy solo rodeado del silencio y el leve zumbido de los ordenadores portátiles, en un espacio que se expande conforme lo recorro, que se encoge al pensarlo de nuevo, y me gustaría estar allí, en esas salas inmensas llenas de fantasmas, del pasado que chisporrotea.

En otra sala mayor, la de la Fundación Telefónica, están los cyborgs de Nam June Paik, esas máquinas electrónicas que funden lo muy viejo y lo más moderno del siglo XX, las radios y televisores vintages haciendo un guiño a los aficionados, las estatuillas y los budas en su zen particular, la película ZEN el fondo blanco la tela callada en su zumbido electrónico, el caballero la armadura metálica toda llena de su detritus de civilización John Cage las setecientas torturas de la humanidad la luz cenital el exorcismo para Joseph Beuys, que se muestra en la pantalla, su fantasma.

Del otro lado hay un abismo, temblamos porque intuimos lo que nos aguarda, ese vacío esa eternidad cansina como nuestro presente en el Consumo, nos espera una frialdad una oscuridad de siglos, es la muerte la tenebrosa, es lo que siempre nos negamos a aceptar, por eso el arte por eso la construcción de la Obra, por eso estamos aquí.

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2 Comments:

Blogger Rain en ZQ. said...

Hay momentos en que uno se siente como un místico pagano en medio
de una galería de arte...

gran salute, Lukas.

10:11 p. m.  
Blogger lukas said...

Vir, dame de nuevo tu email, es que no lo encuentro, me gustaría escribirte en privado, necesito decirte algunas cosas. Gracias por tu presencia constante.

11:20 a. m.  

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