martes, junio 19, 2007

Habremos vivido (II)

(La escena queda vacía. Se oye cerrar todas las puertas con llave; luego el estrépito de los coches al arrancar. Todo queda tranquilo. Rompe el silencio el ruido sordo, solitario y triste de los golpes de un hacha contra un árbol. Se oyen pasos y por la puerta de la derecha aparece FIRS. Viste, como de costumbre, chaqueta y chaleco blanco y lleva zapatillas. Su aspecto es el de un enfermo.)

FIRS (va a la puerta del centro y prueba el tirador)

Cerrada. Se han ido... (Se sienta en el diván.) Se han olvidado de mí... No importa... Me sentaré aquí un ratito... Supongo que Leoníd Andréyevich no se habrá puesto su abrigo de pieles y se ha ido con el gabán ligero... (Suspira, preocupado.) No me fijé... ¡Esta gente joven! (Murmura algo ininteligible.) Mi vida ha pasado como si nunca hubiera vivido. (Se acuesta.) Me acostaré un rato... Ya no te quedan fuerzas, no te queda nada, nada... ¡Ay, estás chiflado!... (Yace inmóvil.)

(Se oye un ruido lejano, como si viniera del cielo, un ruido como el de una cuerda que se rompe, y que se va apagando lenta y melancólicamente. A continuación, silencio, interrumpido sólo por el sonido de un hacha lejana que tala un árbol en el huerto.)

(El huerto de los cerezos, A. Chéjov, Alianza Editorial, 1991, pp. 223-224).

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