miércoles, julio 11, 2007

Cuánta puta y yo qué viejo

Resulta que la vecina francesa tiene novia: era de temer, suceden estas cosas en el perro mundo.

"Todas las almas huelen a infierno" (Heráclito).

Javier Reverte me hace gracia, en su obra sobre Grecia: viaja a los lugares de la antigua mitología, del nacimiento del filosofar (Mileto, Éfeso), trata de aprehender las huellas de nuestra civilización, y lo más que encuentra son piedras, y a veces ni eso. El contraste entre ese pasado de leyenda y el presente plano y cambiado (los turcos no tienen nada que ver con aquel ambiente de Asia Menor hace dos mil quinientos años) es tan pronunciado, que uno se pregunta con cierto asombro y un tanto de cinismo: ¿cómo puedes siquiera tratar de comprender, pobre hombre de un tiempo masificado, hombre de la era de las máquinas?

El hombre no se ha convertido en un hombre, ha pasado de convivir con los animales ("bestias") a ser afín y uno con las máquinas, que ahora lo dominan todo. Ya lo decía Cioran: el hombre aspiraba a esa deshumanización, de ahí su apego a las máquinas y la velocidad que acarrean. Por eso Víctor Gómez Pin denuncia la mezcolanza animales-autómatas, sin pasar por el "hombre".



Escucho a Bill Evans, a Anat Fort (esta pianista deliciosa), no puedo dormir bien, los fantasmas rodean mi cama, veo a mi padre con otros muertos tiempo ha, sé que no ha encontrado la paz, pasará el tiempo y nadie sabe, no voy a ver El almuerzo desnudo de Cronenberg, estudio los mapas, veo a esa mujer que camina con tacones por la acera de la carretera, sus piernas largas y finas, es como una jirafa, tiene mucho pecho, un pecho desproporcionado al resto de su anatomía.

Entro en la tienda de Orange, y la chica que me atiende, tan embarazada, dice que no hace frío dentro, aunque hace frío como para chaqueta.

Not a Dream?

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