viernes, noviembre 30, 2007

A la hora de comer

A la hora de comer no como, me tomo una cerveza, un litro, en una compañía tal vez inadecuada, al sol frío del otoño, bajo una sombra amenazante, el futuro, el frondoso árbol de la dicha, escucho al otro cómo se emociona, como emociona esta música misteriosa, como me repelen estos ruidos que vienen de ahí al lado, y en la noche tengo que huir y estoy en viaje y hay gente y gestos equívocos, y luego nos echan del sitio, es un club hípico algo parecido, tengo que salir corriendo y quiero matar a alguien y tengo que huir, una mujer, Marisa, me salva de momento, me dice que abra la tapa sobre la tierra, es la entrada del zulo que ella misma ha creado, le ha debido de llevar un tiempo, bajo por la escalera de madera clara hasta las profundidades, dentro es una casa confortable, pero cuando llego abajo me preocupa que alguien vea la entrada, le digo a ella que tiene que cubrirla, camuflarla con tierra y hojas, del otoño es posible, y luego que venga, que venga aquí conmigo y me haga compañía y sea menos duro el exilio.

Como un bombón de trufa, envuelto en un papel amarillo como el sol que se ha ido.

Pero tengo hambre y me duele mucho la cabeza, la cerveza mala, la espuma mala, la música bella pero lejana como un relámpago, y la gente que me da asco, menos mal que noviembre es un mes medio desierto, pero ya se va, viene la peste del consumismo, no hay dinero, llamo a la radio y dejo un mensaje, digo que tienen que poner más jazz y no hablar tanto del cómic, pero la música se escurre no nos pertenece, como las imágenes de un sueño

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