viernes, diciembre 14, 2007

Reencuentro



Hacía mucho, pero que mucho tiempo, que no iba a los conciertos del María Cristina, es decir, los organizados por la Sociedad Filarmónica de Málaga en el antiguo conservatorio de ese nombre, sito en la Plaza de San Francico, en realidad un callejón de mala muerte. Ayer noche fui por una potente razón: tocaba el joven pianista (treinta años, tal vez treinta y uno) Javier Perianes. Cuando uno lo ve, piensa que todavía es un crío, por ese aspecto que tiene de Peter Pan, pero cuando uno lo escucha, se da cuenta de que está ante uno de los grandes, pese a su breve edad. Ha tocado con las mejores orquestas y directores, y no ha hecho más que empezar. Es el pianista para mi generación, pero por desgracia la sala añeja estaba llena del público habitual, cuya edad media roza los sesenta años, o sea, que había un claro desnivel, o qué sé yo. La cosa es que la música no pudo ser disfrutada como es debido, en absoluto silencio, y uno tuvo que aguantar cómo las viejas pedorras deslían sus caramelitos de mierda; las toses, que en el bis final arruinaron la escucha, un viejo de los cojones, una mujer sentada delante se quejaba casi en alto; los movimientos en las butacas prehistóricas, cuando la comodidad y el arte estaban reñidos; y las esperas interminables para empezar, tanto al comienzo como al final del descanso, pues ya estaba Javier sentado ante el piano y la gente de pie en el pasillo, y tuvo el pobre que esperar aún a que uno con muletas tomara asiento, una vergüenza. Esta gente no acude a escuchar religiosamente la música que se le ofrece, sino que el concierto le sirve como reunión social, y allí charla de sus banalidades y exhibe sus mejores galas, como quien va al teatro o la ópera, pero algunos, alguna gente joven que sí tenemos educación, vamos a escuchar esos sonidos, que Perianes nos desgranó con tanto amor y meticulosidad, con esa capacidad de control de las gradaciones dinámicas que lo hace único. Y estos carcas asquerosos nos molestan, y por eso en estos ocho años no he ido.

Porque nada que ver con el público joven, moderno, progresista, anarquista, con chicas muy hermosas y sofisticadas, que encuentras en los conciertos de Músicadhoy, en Madrid.

Málaga es provincias, Málaga tendrá AVE pero no tiene sensibilidad.

Espero ir pronto a otro concierto de Javier, y si puedo iré a saludarlo y le diré que es un alma sensible, y que toca a los clásicos, a los románticos y a los impresionistas como son ellos, pero que suenan a mis oídos como pura música contemporánea, porque Javier viene después de Schönberg, de Nono y de Cage, y no puede tocar como si estuviera en la época de Rubinstein.

De todas maneras, y a pesar de esos chochos, iré a más conciertos, porque es la única forma que tengo ahora de escuchar música de cámara. Madrid está a más de dos horas y media, como dice la propaganda del AVE, ya que el AVE es para esos chochos a los que no les gusta la música, sino la cháchara, y que están deseando irse apenas suenan los aplausos finales.

Etiquetas:

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Siempre los caramelitos, eternos.

9:57 a. m.  
Blogger Angel said...

Desgraciadamente eso pasa en Málaga y en casi la totalidad de España, salvo pequeñas y envidiables excepciones. Entiendo tu mala sensación al salir de aquel concierto, pero es lo que hay. En fin...
Saludos

11:58 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

aquí el único que tiene sensibilidad eres tú. Qué chico tan triste y solitario, qué lástima que da.

Blog vomitivo, fascista y presuntuoso. Sigue así.

11:35 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home