martes, julio 15, 2008

Carne de verano

Por todas partes mires donde mires los mismos escotes las piernas, varicosas o no, llenas de grasas o no, negras o blancas como la leche, los mismos escotes la misma perspectiva, culos-y-tetas culos y tetas, Stefan cuenta su historia con la hermana de Rocío, cuando la trajo desde Antequera, ella en la estación de servicio en donde hacen una parada, le dice: "espera un poco, un poquito más, que me voy a lavar el coño y me la metes así...", y allí mismo lo practican, porque les gusta y porque les divierte, y luego se despide y se mete por el portal y dice que va en busca, algo huele mal en el ambiente, una música rancia que no es Haendel precisamente una melodía rasposa, algo huele a bacalao podrido, hay algo que no arranca, la noche menos pensada, Stefan cuenta sus historias mientras doy tragos a la birra y vemos a la gente pasar, los hippies con la niña pequeña que llenan cien botellas de agua, y luego las tres alemanas que quieren saber cómo se va a la playa y la otra que corre tras el perrito y un perrito que no vuelve y hay mil historias para contar y no parar, es una pornografía ambulante, luego llegas a casa y piensas en esa chica de sólo doce años, tan educada nos dice "hola", que pasea con su perrito (un perrito es el mejor amigo de una niña, le han dicho sus padres), pero la chica ya está muy buena y la cuestión es ponerla a follar, luego no querrá parar, pero hay que contenerse porque las leyes dicen no posible, como esa alemanota ya está más curada que un jamón de Trevélez, le decimos que no, que por detrás nanay, que apesta, que ni con cien jabones de La Toja vamos a follar con ella, que no, que queremos mejor a las niñas de once años, que saben desnudarse, que saben chuparla lentamente hasta que el tiempo se evapora. Walter Zimmermann y sus melodías sublimadas, y me quedo traspuesto.

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