lunes, noviembre 10, 2008

Y en resumen, tuve miedo

La tercera y última entrega de Tu rostro mañana de Javier Marías se subtitula Veneno y sombra y adiós (Alfaguara, 2007). Es la esperada conclusión de este ciclo narrativo que marca un antes y un después en la narrativa española. Javier Marías es lo que se dice por estos lares "un periquito", es decir, un pedante, un tipo insoportable, puntilloso en su escritura, a veces aburrido y otras hartante; y a pesar de todo, engancha. Cómo lo hace, es parte de su maestría como narrador, y cómo el lector se adentra en su páginas casi sin querer, es el mejor misterio de nuestra literatura actual. En esa primera sección, Veneno, nos mete de nuevo en la casa de Bertram Tupra, el jefe de Jacobo (o Jaime) Deza, nuestro hombre en Londres. Allí están ambos, charlando tranquilamente mientras la noche avanza inexorable. La casa es una mansión en Hampstead, una de las zonas más pijas de Londres, y hay varias. Jacobo se pregunta cómo ha conseguido todo eso, y se pregunta también si habrá alguien más en la casa, algo que no sabrá hasta el último momento. Lo importante en Marías no es lo que pasa, la acción, sino los pensamientos, la vida intelectual. Marías es el rey de la disgresión (como Cabrera Infante, pero sin tanto juego lúdico), le gusta demorarse, para conseguir el lector su recompensa tendrá que tragarse muchas reflexiones, a veces banales, o eso parecen... Entre medias mete un fragmento (como un flashback) del pasado reciente de Jacobo, algo que le pasó con Pérez Nuix, la joven Pérez Nuix como dice él todo el rato, aunque se llama Patricia, un nombre pijo. Y esto es lo que uno deseaba leer, lo sucedido entre ambos en casa de Jaime, aquella noche lluviosa, después que ella llegara allí mojada, en compañía de un perro, después de haberlo seguido por las calles mojadas. Llega para pedirle un favor, y ya veremos de qué se trata, después de mucha demora. Se crea así una tensión erótica que vale más que cien polvos cabrerianos. Al final pasa lo que pasa, hay que leerlo, es algo casi clandestino, como dice nuestro hombre, ¡bien diferente a los polvos pornográficos de Cabrera Infante! La verdad es que nos llegamos a sentir atraídos por esa chica, una niña bien, que como todas las niñas bien de veintisiete años, le gusta follar más que a un tonto un lápiz. Luego volvemos al tedio de Tupra y Jaime, ahora pasamos, como en las pelis yanquis, del sexo light a la violencia explícita, una violencia matizada por las cámaras privadas, una sordidez visionada en DVD, que ya es menos. Pero a pesar de todo satura, no es raro que Jaime pregunte al comienzo que si se trata de porno, como el porno, la violencia cansa al poco rato. Con este largo episodio Marías trata de darnos una lección sobre el mal en el mundo contemporáneo, y también moraliza sobre la blandura occidental, que tanto se queja de las muertes individuales... Ya digo, a pesar de todos los rodeos, ya estamos preparados para lo peor, y viene la parte VI, Sombra...

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