lunes, enero 19, 2009

Te olvidaste de besar mi alma

... y no sé qué voy a hacer, en esta hora estúpida en que todos comen, y no hay nadie en la sala, es un laberinto, el CAC es un laberinto, empieza con Barceló y los culos de sus caballos, sigue con el Estudio de noche de Curro González y luego se interna en la noche perversa de Tracey Emin, nacida en 1963, hija de un turcochipriota, que pasó sus primeros años en el Hotel Internacional de Margate. Tracey puede que nos recuerde a Sophie Calle, pero donde ésta busca el simulacro, Emin es ella misma, dolorosamente. Autorretrato, esa bañera con palos y alambre de espino. Sueños de quedarse embarazada, lamentatio por los niños muertos, los que nunca vieron la luz. Relato de una semana infernal (qué se puede esperar de un texto que comienza: Me desperté follando...). Un aborto traumático, también confesado. Tracey fuma y fuma mientras su madre habla. Un pisapapeles que su padre le ha traído de Corea: ES UNA CORONA. ¿Sabes por qué me gusta tanto Tracey?, porque es una niña, en realidad no ha crecido, sigue siendo la niña que correteaba por los pasillos del hotel, la que llamaba Plum a su querida abuela. Su CV acaba justo con la muerte de su abuela, en 1995. Hay un montón de dinero en las sillas. Hay gente que sólo la recuerda por una foto en la que ella amasa todo el dinero que puede, billetes y billetes. Pero a mí me gusta verla como la joven desvalida que va con la pierna izquierda escayolada, todo lo demás es carne bronceada, al desnudo. Es posible que esas perchas con esas batas recuerde a cierta obra de Louise Bourgeois, en ésta son huesos, en ella es todo más liviano, más... femenino, digamos. Emin hace esas colchas inmensas, con materiales diversos, a modo de patchwork en donde escribe episodios de su vida. Su novela familiar se escribe con los materiales más diversos. Tracey piensa algo, una frase directa como No es la forma en la que me gustaría morir, y lo que construye para dar materia a eso abstracto es una inquietante y rústica montaña rusa, con madera e hierro. Emin es una artista única, y esta exposición en Málaga es la mejor que he visto en mi vida, por eso pasé allí casi dos horas, abstraído por completo, olvidándome de todo lo demás... Es la primera gran retrospectiva que se hace de ella en España. Su primera retrospectiva: polaroids enmarcadas en cuadritos de tela, con fotos de su obra previa, antes de que la rompiera toda, por ese aborto cruel. Tracey follando como una loca, después de que fuese violada a los catorce años. Otro aborto en 1992. White Cube, la galería que la impulsó definitivamente. Londres, la locura. Por qué no me convertí en bailarina: Tracey bailando, en vaqueros, cortos, moviéndose como una joven que quiere echar a volar. No sé qué hora es. Ella escribe en estilo directo, no tiene estilo, dejó la escuela a los trece años. Unos dientes que vuelan por el aire, unas rodillas rojas como un tomate. Su cama, toda sucia y con un lado de la alfombrilla todo lleno de objetos, el peluche que nos dice que ahí yace una niña, una niña que folla para huir, para llegar, el placer, el dolor, alambre de espino.

Ayer fue mi cumpleaños y nadie me regaló nada, nadie me llamó, estuve sombrío, un año más, una pena más, pienso en la muerte, en la nada, Kafka y Beckett y su puta madre, NO NUNCA JAMÁS. Soy feliz cuando cocino. Pero no. Escucho los podcast de En tránsito, homenaje de Elliott Carter: qué bien, poder vivir cien años y escribir la música más compleja. Joder.

Etiquetas: