miércoles, marzo 11, 2009

Ingleses fuera

No hay ningún problema con ellos, simplemente no me gustan, desayuno y ya está la prensa esperándome cubriendo la encimera, es algo repugnante tener que leer todo ese sensacionalismo, la chica embarazada a los quince o el tipo al que cortaron la cabeza, o la mujer que se queja porque la tumba de su padre ha sufrido actos vandálicos, o bien que hay una tipa que ha seguido adelante con ocho bebés, y ya tenía seis, y cosas de este tipo no me hacen empezar bien el día y más bien consiguen amargarme y desear matar a alguien, y es bueno que en Irlanda del Norte, entonces, la líen otra vez, y que protesten de forma violenta contra esos invasores, y en la noche pero antes de la medianoche, leo a Vargas Llosa, muy interesado desde hace un año en todo lo relativo al Congo en la época de la infernal colonia de los belgas, y me acuerdo de Teresa la belga que había estado allí y que pensaba igual que su rey Leopoldo II, que mandó destruir todo aquello de forma caritativa, todo por ayudar a los pobrecitos negros que no sabían nada de nada, y la prueba es que una vez belgas fuera, los negros volvieron a su primitivismo y adiós a las carreteras y la civilización que les llevaron estos europeos tan buenos. Y en la noche tengo miedo porque hay gente rara que sólo piensa en su placer, que no es nada secreto sino abierto en canal, y si tengo ganas de mear me acerco a un rincón y se me recrimina por semejante acto, entonces voy arriba en donde está la cuadrilla que prepara la comida y veo a dos tipos que me suenan, uno parece escritor, el otro no sé, pero es alguien a quien ya he visto otras veces, y uno dice que va a seguir con esos "mínimos", y como estoy en la duda pregunto a qué se refiere, y sé que es ridículo, que esta gente siga estudiando, pero bueno, algo hay que hacer, estudiar, y luego se reparten las viandas y alguien se queja de la sal, demasiada, y las cervezas están en unos botes y el líquido se ha congelado, y por mucho que se mueva... Y las chicas que han quedado pueden hacer algo por mi angustia, pero no mucho, y cuando viene mi madre a cortar leña es un fastidio, y entonces cojo de la mano a esa otra, de unos treinta años y nos vamos a un aparte, a follar, después de un breve intercambio verbal... Y hay esto, que se reparte la comida, y los mínimos, y las burlas a propósito de esa profesora a la que nadie quiere, Caraiolo.

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