martes, julio 14, 2009

Paris Hilton

Podría contar la historia del pobre hombre que no podía follarse a una puta.

A las putas hay que follárselas, no servirles de psicoanalista, le dice Espinoza a Pelletier, cuando éste le habla de una puta que ha conocido y con la que ha intimado, Vanessa. Eso ocurre en la página 115 de 2666, de Roberto Bolaño, Anagrama, 2009.

¿Cuánto tarda una mujer en morirse de un disparo en la cabeza? Pues unas siete u ocho horas, depende de lo que tarde la bala en encontrar el cerebro.

--Chaval, déjate de tonterías y búscate a una colegiala sexualmente activa, olvídate ya de esa diablesa..., esa tía satánica...

--¿Una de quince años o así?

--De quince, de catorce o mejor de trece, cuanto más joven más dócil y atontada, pero búscala. Y ahora déjame en paz.

--Me volverán a hacer la pirula.

--Eso ya es asunto tuyo, es tu problema. Desde luego, no le entres con que si le gusta el jazz y bla bla bla, porque a esa edad estúpida a nadie le gusta el jazz, como mucho puede que escuche a Mozart, si tiene una cierta sensibilidad. Ve poco a poco, mientras te la chupa, que eso es lo que mejor sabrá hacer. Luego ya habrá tiempo para lo demás, la metafísica y los culos de los gatos albinos. Tú tranquilo, que si la chavala es buena, no te dejará por cualquier niñato que no sabe ni limpiarse el culo.

--No sé, no sé, estoy un poco tembloroso, estas chavalas de ahora tienen piercings en la lengua y están llenas de tatuajes satánicos y..., que no, que mejor me aguanto y espero a una treinteañera que tenga experiencia.

--Las treinteañeras sí que son un asco. Las veinteañeras son todas guarrillas, porque están en la edad, pero las que pasan de los treinta sólo se acercan a un hombre cuando huelen la cartera, nada más. Así que tú sabrás. Pero sobre todo, nada de jazz...

¿En cuántas partes se divide el cerebro de una mujer? ¡Pues depende, valedores! ¿Depende de qué, González? Depende de lo duro que le pegues.

Y llega un martes en la vida, un martes triste y solitario, nublado en el cielo y en el alma, que ya no hay más canciones de amor, sólo baladas hechas trizas, un sol baldío, un coche despanzurrado, un incendio menor en la cocina, en el patio trasero las macetas se han marchitado, suena Susanne Abbuehl y por fin hay un rayito de sol, pero es tan tibio, y luego este argentino de hace muchos muchos años, para qué querés saber si aún te quiero..., y uno se derrumba, uno cae y cae y no se cansa nunca de caer y es como la noche más negra de invierno, cuando no hay luces, y la pareja de amantes en el bosque de Gerhrad Richter se desvanece, como la vida pobre del pobre idiota.

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