viernes, abril 20, 2007

El puerco verano

Al final del sendero justo en la curva me encuentro con la prostitución negra, hablando por el móvil luego se dirige al deportivo negro mercedes compressor y enfrente están los chalets ocres que ella vende, la puta negra reventada, la misma que quería vender nuestro piso, y muy cerca está el agujero fatal en donde, si quisiera, podría empujarla, porque está en mi mano acabar con esta prostitución, pero como soy bueno no lo hago y sigo mi camino, que es lo mejor y lo más seguro, una puta desplaza a otra y la cadena no se acaba, las mujeres del pueblo se revientan apenas las tocas porque su superficie es quebradiza, y la hipocresía es un barreño de agua sucia como donde mi madre nos lavaba a mi hermana y a mí, y luego el agua sucia iba a parar a las alcachofas, las negras cantan una nana para dormir a un negrito, las negras se suben al árbol de la ciencia, las negras se ponen en postura y el tatuado las empuja por detrás y ellas abren los ojos y luego se quedan en blanco, para follar a una negra basta con sacar un poco un caramelo alargado y luego el azúcar rezuma, las negras sidosas que mueren como moscas en un estercolero.

Y en la radio deciden hablar de la pobrecita música en la ESO que ya no tendrá tantas horas y qué pena que la Gran Música se quede sin su importancia que merece y un tipo llama para alabar a Jacobo con su preciosa voz de barítono y a María con su voz de mezzo, yo te diré qué pasó en realidad aquel día, cuando la Música la gran puta se abrió de piernas allí en la mesita del salón con su estampa del Cachorro bajo el cristal y la niña se puso a cuatro patas y cerró los ojos o mejor dicho los ojos se le cerraban de forma automática, y le empujé por detrás push push para que soltara sus gorgoritos pero ella que no tiene tetas sólo sabía dar débiles quejidos y jadeos de gata rancia y luego quería usar el inyectable conmigo, pero me fui a dar una vuelta y no quería, a la vuelta, ver la película conmigo, decía que ella de guarradas las justas, le dije que vale, que ya me buscaría a una buena negra lasciva para hacer todas esas cosas, así que ella decidió prestar el culo rancio por donde salían hormigas blancas, y le dije que eso era el resumen de prensa, vale, y la enfermera amenazó con irse a Inglaterra si no le daba más dinero, así que le dije pues vete a la puta Albión y mastúrbate con los peter de turno, o los spencer o los gary, y ella se fue, cogió su equipo Massimo Dutti y se fue, se fue, sin decir adiós, como es su sempiterna costumbre.

A veces tengo el dolor schubertiano, a veces pero sólo a veces, y en la música breve del verano prostíbulo pongo algo místico como la Séptima de Bruckner, por BPO y Furtwängler, en un concierto en vivo en El Cairo el 23 de abril de 1951, cuarenta y dos años antes de que yo me encontrase con la bruja, una mujer de paja, una ruina lasciva con el culo de las hormigas ciegas, y con la borrachera ya se sabe que las noches son pálidas y todo es color de gato, es fácil follar con hienas, es lo más fácil, para luego continuar el error año tras año, por amor al comercio.

No sé qué es lo que pasó, el camino estaba peligroso y las noches iban dando tumbos y en la niebla un corto viento me arrastraba, estaba en el centro de las cosas y las cosas tenían su nombre grabado, y en la vulva de los árboles había una medalla de plata y un neuropayaso decía cosas al viento de la tarde, como que la adolescencia es una etapa conflictiva, y el líder Payaso Number One decía que los datos macroeconómicos son buenos y la bonanza económica durará otros dos años, porque luego él ya no estará y el saco bien lleno en su casa junto al mar tralalá.

A veces me olvido que es una puta y le escribo cartas, cartas en donde miento en cada línea, intercambiamos fotos obscenas de los viajes que hicimos en pos del ideal, me entero que tiene cáncer de mama y me harto de reír y me pongo a mear y suelto un versito del García, la Música está viuda, dice la voz de mezzo, mientras con la otra mano sostiene el libro de filosofía, ah, la Ramera Mayor, y la noche piojosa no tiene otro regalo, otra salida, que exhalar su último suspiro.

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