miércoles, abril 18, 2007

La vejez

De repente me interesa el tema de la vejez; en realidad, la decadencia, que ha empezado hace tiempo. La vejez no es una elegía, no es un tiempo de descanso ni de meditación. La vejez es una ruina. Todo falla, sobre todo lo que más importa, el bendito cuerpo sin el cual no somos nada. Uno, que creía que era un ser etéreo con su pensamiento y tal, y resulta que si algo falla en lo orgánico, nos vamos al desastre. Sin una pierna, Paul Rayment sabe que la vida es otra. Y la ayuda a domicilio sólo sirve para perturbarlo más todavía. Estas putas croatas no son de fiar, encima una mujer felizmente casada con un ingeniero y tal y cual. La ciega quiero sexo, y encima le pagan, se llama Marianna. Pero él quiere la madre, y quiere los hijos de ella porque así se hace a la idea de tener hijos. Si uno no tiene hijos, se pierde la línea descendencia, el linaje, el apellido, la sangre no sigue manando.

Isak Borg tiene un sueño negro en donde se imagina que está muerto, o mejor, que la muerte le acecha para llevárselo. Lo importante es amar. Pero él es tildado de egoísta por su mujer para todo y por su nuera. Hace tiempo que el amor se escondió en otra parte. La profesión no lo es todo, tienes que darte a los demás. Tienes que operar el pequeño milagro, amar sin esperar nada a cambio. Pero siempre se espera algo.

Los viejos viven de recuerdos, imaginan que están en su único paraíso posible, la infancia, que ven con la dorada luz de los engaños; porque la infancia no fue ese escenario dorado, sino el lugar del crimen del que nadie se hace responsable. Los padres abusando de sus hijas, las madres maltratando psicológicamente a los niños que están a su cargo, las rivalidades entre hermanos, yo quiero matar a mi hermana que viene detrás de mí y me pisa los talones.

Fresas salvajes

No hay escapatoria.

La vejez, que ahora será la norma en nuestra envejecida España, en esta Europa de los viejos con erecciones mil, es un desastre. Mejor terminar antes de que los relojes pierdan sus manecillas.

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