lunes, marzo 01, 2010

Sinapsis

Llego al local y en la puerta no hay nadie, es decir, no está el tipo con el que supuestamente he quedado una hora antes. Así que nervioso y un poco alterado por el malentendido, entro directamente, bajando algunos peldaños bastante gastados. Nadie me dice nada, el portero ya me conoce, no hay problema. El concierto ya ha empezado. El batería ataca una parte especialmente brillante mientras sus dos compañeros parecen estudiar el próximo movimiento o secuencia. Alguien detrás del cableado terrible manda un sms a alguien, veo cómo manipula el teclado de su móvil. Estoy muy cerca del escenario, hay humo por doquier y algunos parroquianos lanzan pequeños gritos de alegría cuando después de este solo enloquecido, los demás músicos vuelven por sus fueros. Veo a Yolanda ahí muy cerca, viene hasta mí tras reconocerme y me da dos besos, está tan guapa y terrible como de costumbre, quiero decir que su culo no pasa desapercibido y sus tetas tampoco, aunque la gente en lo que se fija es en su pelo rubio, la cabellera que mueve como nadie. Sus ojos grandes como aquellas canicas gordas que nadie quería y que eran el premio para los destrozacanicas del barrio. Ojos azules. Yolanda es rubia y ha nacido el mismo día y el mismo mes y el mismo año que yo, pero ella en Barcelona y yo en Málaga. Un día cuando descubrí esta extraña coincidencia me encontraba en una cafetería, en la terraza, era su cumpleaños (tal vez 21, tal vez 22) y llevé como regalo un pastel de chocolate, es decir, no todo el pastel sino sólo un trozo, lo llevé desde mi casa porque yo no iba a comer tanto y ella…, ella era la mujer que yo quería para mí, aunque en esos momentos había una tía que decía que me quería para ella y que yo era un chaval estupendo y bla bla bla. Ahora está aquí, es decir, está sin el tipo finlandés con el que se casó y tuvo dos hijos, según me dijo su hermana la calientapollas mayor del barrio. Nunca supe su nombre, por cierto. A mi amigo Wenceslao lo tenía malísimo, esta niña terrible, no sé si rubia también, pero igual de seductora. Más pequeña, igualmente afectada por esa enfermedad del amor sexual imposible de resolver de una tacada. Estamos en el pub de siempre, en la barra llena de gente y de humo, hay gente que juega al billar, hay dos mesas, ella es bastante buena, dicen, yo estoy ahí y alguien saca una foto y yo no sé nada de esto porque somos muy jóvenes y la noche también es joven y de DJ no sé quién está, tal vez Juan Carlos que ha venido con su maletín plateado y lleno de etiquetas de lugares lejanos, o de clubs lejanos, y nos hace descubrir música nueva que nadie ha oído aún, y ella me está diciendo al oído (susurrar pueden las lechuzas susurrar) algo que no entiendo muy bien, pero al día siguiente no sé por qué razón peregrina estoy en su casa y en su cama sentado al borde y ella me cuenta con sus labios gruesos que se va a la vendimia a lo mejor, con un amigo, eso no me gusta, y luego veo cerca de la entrada a un tipo pequeño y con mostacho, que resulta ser su padre, seguro que el mismo que se fue a Barcelona y luego volvió y trajo debajo del brazo a esta niña terrible y a su hermana calientapollas, el batería de nuevo se agita y la gente aplaude, estoy con un cubata en la mano y ella pasa una mano por mi pelo un poco sudoroso, tan largo ya no, el de ella sí que es largo y sedoso, sonríe, se acerca, huelo su perfume que es exactamente Addict 2 de Christian Dior, me marea un poco su cercanía y el standard alrededor del minuto 6 alcanza su clímax, luego cuando parece que se acabara realiza un giro inesperado y el piano se mueve, caracolea y consigue llegar a un punto especial y luego todo concluye, por fin, hacia el minuto nueve y medio, pero en directo esto se produce con una pequeña estela que deja en el cielo una nube de satisfacción. ¿Qué?, pregunto, ella me vuelve a decir eso, que yo interpreto a mi manera, luego la veo irse moviendo las caderas, lleva una falda negra tan ceñida y una medias negras y zapatos negros con mucho tacón, tal vez demasiado para esta noche resbaladiza…, se me queda el halo del perfume y algo que no recuerdo también se quedó. En el Zigamar, cuando acaba ese tema de The Psychedelic Furs, comienza otro muy funk, eso le gusta a JC, este funk que se enrosca alrededor de la medianoche y despierta todos los instintos y las bolas hacen su ruido al desaparecer por los rincones y los agujeros tienen luego un recorrido secreto y ella viene, nos sentamos en el rincón sobre el sillón blanco mullido y algo gastado por las presencias, hay más gente y no me importa, tenemos veintipocos años y la vida es un jaguar, nos acariciamos lentamente mientras paladeamos una bebida azul casi transparente y vemos los arlequines reflejarse en el techo y entonces me dice algo sucio, sobre la tipa que está enamorada de mí, sí, es algo que da asco pero nos reímos, ella la conoce un poco y dice que soy el hazmerreír del pueblo al lado de ella, es doce años mayor, Juan, no sé cómo puedes estar con ella, es una vieja, y si te digo la verdad, no te pega, déjala, ven a verme a la Fábrica, acabo a las seis seis y media, y si quieres nos vemos en el autobús, voy hasta Arenas para estudiar…, y luego si quieres puedes venir a mi casa y… no te preocupes de mi padre, es un tío chapado a la antigua, teme que nos quedemos preñadas, pero ya sabes, yo tomo la píldora y… sí, sé quién es tu amigo, está un poco colgao, la verdad, es el primo de Carlitos Montesinos, sí, el mismo, ese capullo… Ahora siento algo caliente y delicioso que avanza y algo tembloroso y la música palpita en el centro del sistema y las bolas chocan y entrechocan y caen y Human League y luego Ziggy Marley y tal vez Madonna y luego… A Split Second, ella me tiene atrapado y sus dedos largos y suaves acarician mi pelo, mi frente, siento algo que se parece a unos labios interactuar con otra piel que se parece a la mía y algo que tampoco sé su nombre se desliza y cae al suelo y luego, es un hilo de carne, y uñas que duelen. Salgo a la calle y una racha de viento helado me da en la cara y el cambio de temperatura hace que estornude un montón de veces o tal vez es otra cosa, me persigue un recuerdo fugitivo, veo a Peter ahí en una mesa jugando al ajedrez, siempre es lo mismo, su dichoso ajedrez, su vicio, Peter me han dicho que duerme en un coche, que la mujer lo echó de casa, pero él no tiene mal aspecto, va siempre con la misma ropa pero bien aseado y parece de día un vendedor de seguros o un traficante de influencias. Para ser inglés es pequeño de estatura, pero él es muy listo, eso parece. Nunca he conseguido saber dónde estaba el dichoso coche en donde duerme. Algunas veces lo he visto por el Palenque. Como no habla más que inglés, no me comunico con él, detesto a estos ingleses que no se toman la molestia de aprender nada. Veo ahí en la acera del Obelix a…, sí, es ella, Ana. Voy hacia ella, no lo puedo evitar, aunque sé que tiene novio o tal vez se casó, con un marroquí, dicen que la maltrata y le hace escenas en la calle, conozco al tipo, es un hombre atractivo pero un poco violento. Ella sale al encuentro de la noche, no puede estar en casa, él quiere disfrutarla en la intimidad pero ella echa de menos a sus antiguos compañeros y se sale, y luego él viene a por ella, la busca de bar en bar, hasta dar con ella, y una vez la atrapa, hay una discusión que es presenciada por toda la basca. Me da un poco de pena cuando veo esas escenas, a ella la humillan y él queda como lo que es, cada vez más en evidencia, y hay partidarios de cada uno, sin embargo, los fieles de él siguen a su lado y ven sus celos justificados mientras que los viejos amantes de ella le tienen ganas a ese tipo, ese moro de mierda. Nunca estuve con ella, ella no me hizo nunca mucho caso, pero noto cada vez que se roza conmigo su necesidad inmensa de cariño. Es tan pequeña, rubia y deliciosa que me gustaría abrazarla un buen rato y desaparecer los dos tras esa nube pasajera de la tarde. Oímos campanas azules tras la montaña. No hay más mesa que nuestras rodillas. La gente come perritos calientes y bocadillos de jamón y queso y abren latas y eructan y algunos pierden la cartera. Me tengo que ir, este viento ya me machaca los huesos. Camino a casa encuentro al holandés errante, el de la Esquina Paulina, que va haciendo eses, o bien se vuelve y mira a un perro imaginario, y se ríe solo, y es feliz. Un tipo tan alto que podría, sí, estar ahí en el suelo y nadie lo recogería. Sus ojos salidos, me hacen pensar de nuevo en Yolanda. Nos miramos en el día de nuestro cumpleaños, ella lleva las uñas pintadas en rojo turbio y le pido la mano para comprobar el tono, veo sus labios (más bien, el interior de sus labios, que me produce un cosquilleo extraño) y las comisuras manchadas de chocolate, no quiero ni pensar en la sopa de cacao y mandarina que nos podríamos comer un día, y una copa de vino dulce y luego besos ardientes detrás de un magnolio y luego un resquicio para respirar y luego Bla, pero en otro idioma, un lugar para saltar de felicidad hasta las nubes más lejanas. Toda esta gente que me quiere cogerá el tren. Los músicos atacan una balada de una pureza extraña, pareciera que ha salido al mundo y es toda llena de algodones dulces y hay un tiovivo donde niños muy rubios y de ojos azules gritan un solo nombre, Yolanda, y luego hay una boca que dice otro nombre en rojo sangre, Ana, y el asesino desaparece por una esquina, dejando a la novia que ya no era su novia tendida en un charco de sangre ahí en un banco de mármol en un sitio tan turístico, junto a una cafetería irlandesa, un pub, un algo para encontrar la felicidad que se evapora como el perfume de esta tarde, se llama Cecilia y quería volver a su país para siempre, pero él dijo que volvería en un ataúd, y cumplió su amenaza, ahora estoy con Karim, en una cafetería del pasaje Cantarero, él es mi mejor amigo ahora en este tiempo turbio, hemos quedado aquí en este bar para que yo le cuente algo, y se trata de que una chica me pidió dinero, una argentina, y yo quiero mandárselo, y ella dice que con ese dinero que le falta vendrá a verme y en los mismos servicios del aeropuerto follaremos como bestias, ahí mismo, y Karim se ríe de mi ingenuidad, no puede creerse que yo vaya a mandarle dinero a una tía que no conozco de nada, no se trata de generosidad sino de locura, lascivia imaginada, locura y perdición… Me dice que no lo haga, pero si estoy tan convencido de su verdad…, luego la argentina del cyber en donde también mandan dinero al extranjero (pero no es Western Union, es otra empresa, tal vez trucha), me aconseja que no lo haga, se nota a la legua que la tía me engaña, que es una puta que se dedica a timar al personal, pero yo lo hago, y no una vez sino tres, porque la locura es máxima y entonces hay que correr, hay que saltar, Ana corre para no ser atrapada (¿cómo se llama él?, se me ha olvidado), seguro que está ahora en el Tantra, metiéndose una raya, o tal vez en un banco en la plaza de los Cangrejos , ella se va de casa y busca la fiesta y las bolas siguen cayendo y hay besos en una playa pero nadie se atreve a beber, ella no es exactamente rubia pero sus pechos son los mejores, es de Madrid al igual que su amiga, pero su amiga tiene el pelo corto y me parece muy redicha y un poco fría y Elisa en cambio es muy lista y cariñosa y busca el amor de su vida a través del polvo fugitivo, polvo de estrellas, polvo de la noche enamorada y esta vez el contrabajo se hace notar y un saxo alto hace cosas extrañas, se dicen cosas que nadie entiende cuando bajamos a la playa siento escalofríos, Elisa está tan pintada que ni la reconozco y me gustaría que acercara sus pechos a mi boca en vez de este ron Cacique, no, algo peor, bebidas baratas de botellón pero en la arena gris y ahora no luna no nothing, veo su cara roja y verde y azul y luego veo a dos daneses en una casa de pueblo, las paredes ya pobladas por pinturas de un expresionismo torturado, me imagino que viene un hombre de un país frío y me recita la biblia de los amores tortuosos y luego se esconde bajo la alcantarilla y a través de sms me llega el amor despechado de Elisa desde San José en Almería, Cabo de Gata, pero este amor de verano no se puede acabar tan pronto, luego hay una cena en donde gente que conozco de vista habla en inglés y se sirve la pasta y sólo falta Mats Gustafsson, pero Nils…, ¿o se llama Per? esboza una sonrisa y escancia otro poco de vino, no sabe nada de un lugar que es sólo un lugar de vacaciones, tal vez se llame Lars pero no pasa nada, han sido años para llegar a esta costa y ahora ellas se han ido y me quedo mirando las camas destartaladas en donde se han amado brevemente, dos y dos y tal vez Elisa con el más pequeño y su amiga la pequeña con el terrible Lars, pero seguro que fueron Elisa y Lars uno sobre el otro y siempre cambiante y en espiral y bocas sobre bocas y especies de espacios todo en un vórtice espeluznante. Y ahora cesa.

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