jueves, julio 27, 2006

Imposible pensar (II)


Así que vuelvo a la comedia inglesa, versión novela, y comienzo esta obra de Stephen Fry, autor del que ya había leído algo (El hipopótamo ; The Liar). Esta novela (Arrow, 2001) va sobre un romance adolescente casi entre un tal Ned, de aires aristocráticos, y una plebeya llamada Portia, que encima es de familia judía, y cuyo padre aborrece todo lo conservador. Las cosas se complican cuando un primo de Portia llega a la casa, y tienen que compartir vacaciones en Italia; y también conocemos al terrible snob llamado Ashley, a través de unas páginas de su diario "robado" por Ned. Todo muy british, como vemos, pero que considero algo casi familiar.

Fry ha confesado recientemente que es maníaco depresivo. Y es homosexual, eso ya lo sabíamos. Y está gordo. Completito el chaval.

Los intolerantes y la chusma gitana se juntan en una piscina municipal de Madrid (en La Elipa) y patean la cara de un chico que estaba allí en actitud cariñosa con un amigo. Ahora está en el hospital.

Donde hay gitanos, hay problemas.

miércoles, julio 26, 2006

Imposible pensar

Hay algo peor que ser una gorda foca. Ser una fanática del fitness.

Demasiada carne en la parrilla, no hay sabor.

Todo expuesto, todo sabido, todo terminado.

Paredes pintadas: el aburrimiento es contrarrevolucionario.

El patrón te necesita, tú no necesitas al patrón.

Eslóganes de la vieja guardia, todo es ya conocido.

Sigo esperando que pase algo, que llegue el apocalipsis tan anunciado.

Harto de ver lolitas inaccesibles.

martes, julio 18, 2006

El cinismo de nuestro tiempo

Cynicism is our shared common language, the Esperanto that actually caught on, and thought I'm not fluent in it --I like too many things, and I am not envious of enough people-- I know enough to get by. And in any case it is not possible to avoid cynicism and the sneer completely. Any conversation about, say, the London mayoral contest, or Demi Moore, or Posh and Becks and Brooklyn, and you are obliged to be sour, simply to prove that you are a fully functioning and reflective metropolitan person.
(How To Be Good, op. cit., p. 131).

Pero, ¿qué sucede cuando un tipo cínico como David, que tiene una columna satírica en un diario, y que es el Hombre Airado de Holloway, conoce a un gurú que la va de healer y que responde al nick de DJ GoodNews? Pues le pasa que queda abducido por él y se convierte a la nueva religión de lo políticamente correcto --la peor pesadilla de un liberal, como se denomina en cierto momento--, y decide, a lo Bono, salvar el mundo, regalar juguetes de sus hijos a los niños que nada tienen, y no sólo eso, sino traerlos una temporada a su casa, y a la de los vecinos que estén de acuerdo con el nuevo ideario. Su mujer Katie, una doctora en un ambulatorio, no puede creer que eso esté pasando, y llega a echar de menos al primer David, tanto le repugna este nuevo converso de los tiempos que corren. Y pienso en Carlitos, aquel chaval, aquel colega al que conocí en mi época de peor depresión, que había estado en la movida rastafari de Londres y alrededores, que me contó todas sus batallitas fuera de casa y que entonces volvía al hogar amargo hogar, y me habló de las virtudes de la maría, y de que lo que importaba era el "buen rollito". Por eso me creo mucho este personaje, que al principio da la sensación de ser un deus ex machina, algo que viene de fuera para hacer una metamorfosis y para arreglar lo que parecía que no tenía arreglo. La verdad es que este mundo está muy podrido y las buenas intenciones de nada sirven. De ahí el pasaje tan sarcástico, y a la vez sentimental, de la iglesia a la que va Katie, lo patético del encuentro con su depresivo hermano Mark, y el remate, David acordándose de la boda y trayendo la maleta de los recuerdos. Hay que joderse.

jueves, julio 13, 2006

Segundo asalto



Acabo de comenzar a leerla y ya me estoy riendo de lo lindo. Esto promete. Ahora la narradora es ella. Bien, bien...

Entrevista con Nick Hornby

miércoles, julio 12, 2006

Gazpacho musical

El verano es el tiempo del todo vale, de la despreocupación, y en donde la escucha de canciones horteras es el pasatiempo favorito. He descubierto una nueva emisora, Onda Deportiva Nerja (100.1 FM), en donde ponen música pop de todos los tiempos, y en donde, sin presentación petarda alguna, se pasa de un tema de The Cure o Simply Red, a otros de No Me Pises Que Llevo Chanclas (Manolete el Borrachete), La Criatura, Kiko Veneno y un compadre, un grupo malagueño que habla de las maldades de calle Echegaray, y cosas de ese estilo. Cuando me canso de la Clásica, con ese tormento delicioso que es la Octava de Bruckner (en ese allegro con fuego final, y el crescendo maníaco), con ese vals decadente de la Segunda de Sibelius, me paso al jazz, aunque lo soporto por muy poco tiempo, entonces decido escuchar algo de música de cine, Trevor Jones dirige a la Orq. Sinf. de RTVE, con piezas de su repertorio, como Cristal oscuro, El último mohicano, Máximo riesgo o Por amor a Roxana, romanticismo y fiebre de acción. Y suena también algo de Bernard Herrmann, la banda sonora de una película que no he visto, Fahrenheit 451, y antes, temas nostálgicos de Henry Mancini, por la Cincinati Pop Orchestra. Y el cine, del que estoy ausente hace ya tanto, lo echo de menos, y pienso una vez más en las pelis que vi en Madrid en junio, Le bonheur de la Varda, y La buena estrella de Ricardo Franco, y otra de la que no quiero acordarme, con Audrey Hepburn en un papel necio. Y vuelve Schumann con el concierto para cello; y me deleita Pierre Guédron con sus canciones serias o satíricas; y siento que la espiral no va a terminar nunca, y es tan dulce el mareo, y vuelvo a leer Austerlitz de Sebald, y es muy deprimente. Ahí está Copland y la suite de Billy el Niño; y las Variaciones sobre un tema de Haydn de Brahms; y W. Kempff dominando el teclado de su época; y de nuevo Brahms el sentimental con sus Cuatro piezas op. 119. El domingo por la tarde es el tiempo de Mozart; esa versión del Tea for Two sí que me gusta, para conjunto de jazz; y la Pavana de Fauré con el coro original; y Hace calor, mucho calor..., y a mí lo que me gusta es vagabundear, y alguien se preguntaba, en la Edad de Oro, dónde está el país en que florecen los limoneros.

jueves, julio 06, 2006

Vuelta al mundo judío



Tras la amena lectura de Nick Hornby, decido rastrear por los estantes de libros (la librería tendrá que esperar, la mayoría de volúmenes están todavía empaquetados) y encuentro For the relief of unbearable urges, de Nathan Englander (Faber & Faber, 1999), con una portada similar a la de arriba. Son un conjunto de historias sobre el mundo judío, las dos primeras me han gustado mucho y supongo que el resto también. Comienza el libro con un relato titulado The Twenty-Seventh Man: el protagonista es Pinchas, un chico que no sabe hacer otra cosa que leer y escribir, aunque no ha publicado nada (más o menos como yo). Un mal día recibe una inesperada visita, y ante su asombro, descubre que no es como él pensaba, su castigo parece algo misterioso, y más aún su pecado. Él es uno de los cuatro últimos de la lista de escritores famosos que Stalin ha ordenado capturar, llevar a prisión y ser ejecutados al momento. Cuando llegan (tarde) a la prisión, los otros ya han sido separados en celdas que acogen cada una a cuatro hombres, por lo que Pinchas tendrá que compartir sitio con los otros: un borrachuzo vividor que cree ser víctima de otra de esas alucinaciones post-fiesta; un viejo reputado que esperaba morir en su casa, pero mira esto; y otro que espera todavía una salida y volver con su querida mujer. En los diálogos que se entablan entre ellos está la gracia del relato, así como en el suspense de no saber qué pasará, ellos al menos lo desconocen, y más cuando por los agujeros del muro sólo ven una turbia oscuridad. En esas horas fatales Pinchas tiene tiempo de escribir mentalmente una historia, una fábula simbólica, que luego les recitará a sus compañeros de destino antes de ser fusilados. El relato es una perfecta muestra de cuento judío, y de cuento breve en general.

El segundo, The Tumblers, cuenta las aventuras de un grupo de judíos de un ghetto, que son deportados como tantos otros en ese tiempo sombrío de guerra. Mendel y Rebbe son los protagonistas de esta historia conmovedora, surcada por personajes casi legendarios, cinematográficos al menos. En el tren que los lleva a su destino, encuentran a una troupe de acróbatas, y entonces a Mendel se le ocurre una idea cuando habla con una intérprete de trompa: hacerse pasar por miembros del circo. Es lo que les llevará a una salida a su apurada situación. El final es el clímax de esta combinación de tradición, magia e ingenio que preside el relato.

Englander era un autor joven de 29 años cuando sacó este libro, que tuvo un éxito seguro por aquellos años, pero del que no he sabido más luego. Su forma de escribir, su peculiar humor judío, sus historias tan humanas, son justo lo que uno necesita para salir de la vulgaridad cotidiana. Vulgaridad que se acentúa por el calor, si gana Italia el Mundial el domingo, y entonces es normal ver escenas como la que ví, una tía de unos cuarenta años, despelotada, por el camino de la playa, pero que no es exactamente playa, las carnes al aire, las morcillas expuestas, y entonces pienso en ángeles, aunque sean de cartón.

Para el alivio de insoportables impulsos

martes, julio 04, 2006

Redecora tu vida (III)

El nuevo número de la revista Nuevo Estilo viene cargado de ideas para el verano, presentando casas apabullantes (como el chalé en Palma de Mallorca, cuyo propietario sueco lo construyó desde las ruinas, claro está que teniendo como punto de partida un enclave privilegiado), opciones para reformar sin obras, y tendencias como el shabby chic que viene a ser el desvencijado con glamour, como el de un cortijo en San Roque (Cádiz), propiedad de la dueña de Meridiana. Descubro una revista online sobre decoración, en donde hay más ideas para ponerse al día.
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La verdad es que el hecho de que Rob vuelva con Laura ("dile a Laura que la quiero", qué vomitivo), y encima tras la excusa tan trillada de una muerte familiar, es algo que me hace bajar un poco el entusiasmo en los últimos capítulos de la novela de Hornby, pero bueno, sigue teniendo algunos diálogos muy divertidos y observaciones agudas, como la vida misma. Pero ya sé que es un tipo con el que nunca haría migas, no sólo porque no existe, pero de existir, y sé que hay muchos como él, tampoco podría. Me olvido de lo que dije ayer, la música pop es tan banal que no la soporto, y sólo puedo escuchar clásica o contemporánea (la música antigua y barroca también me aburre mucho, y hasta Reinhard Göebel está pensando dejar el grupo que tenía). Tampoco soy de hacer listas y esas cosas, y no soy un friki de las series de TV. O sea, que cualquier parecido...
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Se me acerca un morito cuando estoy en un banco comiendo unas cortezas de trigo, y me dice con su español nulo, que busca trabajo (es temprano, y qué esfuerzos de interpretación, joder), le digo que yo no puedo ofrecerle nada, que pregunte en el hotel que hay al lado, o en los chiringuitos de la playa, un poco más abajo. Tiene los dientes podridos. Leí una columna no hace mucho, sobre esto mismo, los dientes podridos como signo de clase, o de falta de dinero, hablando en plata. Hay dos tipos de personas: las que tienen los dientes en condiciones, y las que no.
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Luego, ni dos minutos después, se me acerca una madrileña de mediana edad, bastante atractiva, acompañada de su hija adolescente, y me pregunta que dónde queda el mercadillo.

Hay dos tipos de gente: los que consumen, y los que se consumen en la búsqueda de dinero para poder consumir.

lunes, julio 03, 2006

Patético



Yo creía que el protagonista de Gordo de Ruiz Mantilla era un tipo patético como ninguno (bueno, salvando al Ignatius de La conjura de los necios), pero ahora resulta que no, que este Rob Fleming, el narrador atribulado y cutre de Hight Fidelity es peor aún. Él mismo se lo pregunta varias veces: no sé si soy infeliz porque me gusta la música pop, o me gusta la música pop porque soy un desgraciado. Sea como sea, siguiendo un tema (o una "filosofía vital") de Bruce Springsteen, decide contactar con sus antiguas novias y saber qué ha sido de ellas, pero el resultado es bastante decepcionante, por no usar otra palabra. La tal Sarah hasta le pide reescribir la historia, pero cuando uno llega a cierta edad, sabe que eso no es posible. En este toma y daca que se trae con su ex Laura (porque se resiste a pensarla como "ex"), llega a la cumbre cuando en su no-celebración (o celebración cutrísima) de su treintayseis cumpleaños, ella lo llama desde una cabina, y él la pilla in fraganti, y sabe que ese tío con el que se ha largado está celoso y no la deja llamarlo desde su casa. Y entonces pensé en mi treinta cumpleaños, y en cómo estaba de hundido, y la verdad es que yo no esperaba que fuera así de mal, pero nuestras vidas ya están escritas, y no somos dueños de nuestro destino (ya desde que nacemos, nacemos en un determinado ambiente, ¿quién es el guapo que puede cambiar su puta infancia?); y cuando podemos decidir por nosotros mismos, ya estamos moldeados y jodidos por los padres que nos tocó en suerte (en desgracia, en mi caso), y poco se puede hacer; y como soy determinista-freudiano, no creo en el libre albedrío a la americana. Eso del hombre hecho a sí mismo y demás bobadas. Rob quiere saber por qué siempre fue rechazado, por qué esas mujeres al final se largaron con otro. El momento cumbre es cuando encuentra a Charlie, esa zorra que le hizo tanto daño, y la encuentra convertida en lo que ya era, una snob que buscaba el glamour, y es lo que tiene. De aquellos polvos vinieron estos lodos; agua que no has de beber, déjala correr, etcétera. Y al final uno acaba así, en la mitad de la vida, solo y dolido, viendo en el vídeo películas cochambrosas (lo "arty" no nos gusta), y aunque sea Mozart o Sibelius, la cosa no cambia mucho, ya no me creo mejor porque me guste la clásica y haya leído libros "eruditos", soy como Rob, me gustan los vinilos, y alguien con esa pasión no puede entenderse con wendolinas que buscan la apariencia y los móviles de tercera o quinta generación. Y al final uno acaba soñando con la casa campestre de una de ellas, para acto seguido pasar, sin solución de continuidad, a una escena porno muy fuerte, en donde de un grupo de bailongas escojo a una guarra, que no es muy guapa (¿qué actriz porno lo es?), pero que sirve para la ocasión, y la cosa va muy bien, pero ésta no chupa demasiado bien, y cuando le arranco el sujetador veo que tiene unas tetas como aplastadas, así que escojo a otra, que agarra la polla de una forma impresionante, como si le fuera la vida en ello, y a la hora de penetrarla, es como pasar el estrecho submarino, en una de esas cuevas que gustan los espeleólogos, y sientes que te corres sin remedio, y te vas despertando justo entonces, y notas la lenta y dulce transición al "mundo real", el maldito mundo real compuesto por obreros, viejos dementes, tías maquilladas para el trabajo, guiris que hacen footing y esas cosas vulgares como un dolor de barriga.

Rob, eres patético, pero cómo me haces reír.