jueves, junio 30, 2005

El rumor del tiempo


LA VIDA DE SHOSTAKÓVICH LLEGA A LA ÓPERA DE PARÍS

25/06/05 La mítica sala de la ópera Garnier ha sido el marco de la presentación de The noise of time -el montaje puede verse sólo hasta el sábado 25-, un espectáculo concebido por el británico Simon McBurney, en el que se nos cuenta la vida y la obra de Dmitri Shostakóvich a partir de su Cuarteto número 15, una de sus últimas creaciones, de estructura poco habitual pues consta de seis movimientos lentos tocados sin interrupción.

The noise of time (El rumor del tiempo) necesita a cuatro músicos tocando en directo, cuatro actores deambulando por la escena y un uso constante de proyecciones, ya sea de fotografías, filmes o documentos de otra índole. La idea central de Philip Setter, uno de los violinistas e impulsor del proyecto, era encontrar "una nueva manera de escuchar la música". Para ello se nos propone un mosaico de elementos que van desde la información biográfica sobre el compositor ruso, nacido en Petrogrado -hoy San Petersburgo- en 1906 y muerto en Moscú en 1975, hasta materiales que contextualizan su música, es decir, el peso agobiante de la política, pero también el de ciertos descubrimientos técnicos -la radio, por ejemplo- o determinadas hazañas del sistema soviético, como el vuelo espacial del primer astronauta, Yuri Gagarin.

Dmitri Shostakóvich, con una excelente formación clásica, se encontró con la obligación de componer de acuerdo con la idea según la cual "la música es el alma del pueblo". Eso significaba que había que ser comprendido por ese pueblo, es decir, por los comisarios políticos que estimaban lo que el pueblo comprendía o no. Obviamente, el folclor, la tradición popular, gozaba en ese momento de mucho mayor predicamento que el estudio a fondo de Mahler. Con la Revolución toda o casi toda la alta cultura pasó a ser adjetivada como "monárquica" o "burguesa", lo que equivalía a ser tachada de "contrarrevolucionaria", algo que podía llevar al infortunado compositor al Gulag.

En varios momentos de su vida, sobre todo en 1936 y de 1948 hasta la muerte de Stalin en 1953, Shostakóvich vivió peligrosamente. El Partido Comunista le acusó primero de escribir una música que "ofendía los valores de la sociedad soviética", para luego ser vilipendiado por sus "tendencias cosmopolitas", las mismas que muy pocos años antes, cuando la Unión Soviética y Estados Unidos eran momentáneos aliados contra Hitler, le habían hecho merecedor de los mayores elogios.

Para Simon McBurney, tan importante ha sido "visualizar la música como resolver el problema de cómo escuchar una música que se ve". Los actores y los intérpretes comparten escenario y se nos ofrecen como piezas de un rompecabezas fascinante que el espectador va construyendo y destruyendo al mismo tiempo. "En el teatro pensamos, conscientemente o no, que todos los que estamos allí imaginamos lo mismo en el mismo momento. Ese sueño es muy importante, le da dimensión política, hace que el teatro sea, por definición, político. Y desde el momento en que todas las personas reunidas dejan volar libremente su imaginación, todo es posible", dice McBurney.

The noise of time es una producción del estadounidense Lincoln Center concebida dentro de una serie de trabajos bautizada como New visions, cuyo objeto es poner en contacto a directores de teatro de reputación internacional, músicos célebres y formaciones de música clásica. El resultado, si hemos de juzgar a partir de The noise of time, es sencillamente extraordinario.

O. Martí
El País
***

Pues ojalá esta producción llegue a España dentro de poco, porque espectáculos integrales así es lo que te hace amar la música, por encima de cualquier otra representación que se atiene al típico concierto, aunque sea en un "escenario privilegiado", como leo en El Mundo sobre el recital del Cuarteto de Tokyo en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra granadina. Y en Barcelona, un espectáculo de Heiner Goebbels, del que sigo pensando que es el músico más arriesgado y rizomático de nuestro tiempo. ¿Cómo olvidar aquel Negro sobre blanco en el Central de Sevilla, con el Ensemble Modern haciendo de las suyas?

miércoles, junio 29, 2005

Largos días del verano II

El azar:

Causality was no longer the hidden demiurge that ruled the universe: down was up, the last was the first, the end was the beginning. Heraclitus had been resurrected from his ding heap, and what he has to show us was the simplest of the truths: reality was a yo-yo, change was the only constant.
(Paul Auster, op. cit., p. 96).

Ni que decir tiene que esta parte en que el protagonista, Marco Stanley Fogg, tiene que buscarse la vida en Central Park, después de perder su apartamento por quedarse sin dinero, me trae asociaciones de toda clase, y me encanta la manera casi naif que tiene el narrador de contarlo. Huir de las calles, en donde hay leyes no escritas que han de cumplirse, si no se quiere ser víctima de alguna agresión (estar en la multitud es caminar a su mismo paso, nunca más deprisa, ni más despacio). Por eso el inmenso parque neoyorquino (qué sería de las metrópolis sin esas zonas verdes que son el bosque para los urbanitas, todavía algo natural en la jungla de asfalto). Cuando nos dice que sentía una cierta vergüenza en mirar los contenedores de basura, pienso en la época de Alois, el Austríaco terrible, y en cómo íbamos los sábados por la noche a los contenedores de la zona baja del Supersol, para coger fruta y verdura (ser vegetariano es mejor cuando vives en la calle, pero estos mendigos, esta gente marginal, se empeña en la vida carnívora, no lo entiendo). Al principio es verdad que sientes cierto apuro en mirar, sientes que las miradas se posan sobre tí como cuervos, y los niños sobre todo, te señalan, se lo dicen a las madres, malditos críos chivatos. No hay seres más despreciables que esos niños a partir de los ocho años, cuando son atacados por el virus del Superyo, y ya no escapan, el policía se les ha instalado dentro. El día es largo, y hay que matar las horas haciendo algo, este Marco lee la prensa (moi aussi!), pero la mayoría de vagabundos que conozco no lee ni el Marca, se la pasan bebiendo cerveza o vino de cartón (los más tirados), fumando (eso sí que no puedo entenderlo, y es una de las cosas que me hacen no estar con ellos: no fumo, no me gusta el humo, no hay placer en ello, y los porros me producen dolor de cabeza). Pero buena parte del día, la preocupación es por las necesidades más básicas: encontrar comida (también para el perro que siempre llevan), buscar un sitio para dormir (Luis dice: a las seis y media vinieron a montar el chiringuito, maldita sea, y me acosté casi a las dos, no he dormido ni cuatro horas), o tratar de ver qué terraza es la mejor para tocar un poco de música y que no te echen. Pero los días del verano son eternos, y el calor aprieta, y es difícil una buena plaza, y cuando estás reposando la cabeza sobre la mochila, vienen los mierdas de tus "amigos" a canturrear, los gitanos con la guitarra y las palmas, y Stefan, cállate ya maldita sea, Stefan con su verborrea estúpida sobre "bimba, le di al pitufo, tenía la ventanilla abierta..., no es eso... no es eso...", y Luis tampoco puede descansar de día.

El ser humano como atractor:

As time went on, I began to notice that good things happened to me only when I stopped whishing for them. If that was true, them the reverse was true as well: whishing too much for things would prevent them from happening. That was the logical consequence of my teory, for it I had proven to myself that I could attract the world, then it also followed that I could repel it.
(ídem, pp. 90-91).

Cierto, muy cierto. Obtienes lo que buscas sólo si no lo buscas. Por eso el abandono a los encuentros (así se llamaba mi primer intento de novela), en la más pura tradición del surrealismo (lo que fallaba en este movimiento vital era su fe ciega en lo maravilloso, pues esto sólo aparece en contadas ocasiones, la vida de ahí fuera no es una novela, y por eso mismo tenemos la necesidad de seguir escribiéndolas). La vida de ahí fuera es la vulgaridad de actos sin sentido, y eso lo hace hermoso el libro escrito, la sucesión de palabras, de las que se harta uno, y se olvida, cuando está en la calle, bebiendo y bebiendo, con un trozo de pollo como único sólido, y el olor a sudor de Pascual, y los tatuajes ya casi borrados del Soriano, esa lengua de los Rolling en mitad de la espalda, y unas letras ininteligibles en el vientre de Luis, cicatrices viejas en vidas extenuadas. Y sin embargo, siempre hay para otro paquete de tabaco de liar.

¡Dejad ya de chuparos las pollas! (lo que me gustaba tanto en Tarantino, no era su violencia gratuita, sino los diálogos tipo Stefan, absurdos de realistas y detallistas, hiperrealistas, como esa discusión sobre Like a virgin de Madonna y demás; también uno piensa en otras discusiones similares en American Psycho de Ellis). Basta ya de palabras, ¿no sabéis que lo más preciado es el silencio?, qué lo van a saber, la naturaleza nunca se calla, por qué ellos tendrían que hacerlo.

La cultura como un accesorio, o como un producto: Borders en Londres, la megalibrería. Ven a pasártelo bien en nuestras galerías acondicionadas. Coge un libro y métete en el Auditorio (en donde no suena más que su respiración), unos niños grandes tirados en la moqueta videando unos cómics, pies feos como casi todos los pies, pies de gente de ciudad, ciudad de pobres corazones,

Hemorragia bonita de tierna chiquita,
bajo el cielo azul, perdida en el monte,
mariposas en los brazos, en los brazos.


La gente no cambia, ya está formada antes de salir del colegio, y luego las repeticiones, y el horror de saber que cada acto es una ampliación de los miedos infantiles, de las agresiones de entonces, y los sueños cada noche nos recuerdan que caminamos con los muertos. La noche pasada, en la casa de campo, del monte, como cuando de pequeño iba a ver a mis abuelos maternos, allí en la lejanía, sin horizonte azul, sólo las sierras amarillas y una cuesta terrible para un niño, las aceitunas machacadas, la ignorancia de la gente. Esta casa está en ruinas, y quiero saber si murió alguien (cuando alguien muere, se queda en su lecho, en las viejas paredes, y visita a los vivos, y esto no es muy agradable, y Sara, siempre refunfuñando). Un lugar en el mundo, ésa es la cuestión. Hay quien no lo encuentra nunca, y muere rabiando. La falta de mundo, y el mundo como carrusel en donde uno se queda colgado, y ningún viaje me agrada, porque el paraíso no existe, pero eso es justo lo que uno desea al viajar, no el encuentro con los otros, sino el paraíso. Y la bondad de los desconocidos. Pero es otra ilusión.

Y qué sucede, cuando estás entre dos tierras. La gente de la Telaraña: unos vienen, otros van, nadie se queda. No hay afecto verdadero. La música electrónica no tiene alma, dice un músico de bossa nova. Y la Red tampoco. Uno no escribe para comunicar información, sino para ser querido, para ser leído, para ser, al fin y al cabo. Y vienen chispazos, pero nadie se queda. Y no puedo soportarlo, el que sólo sean fantasmas que se presentan con la urgencia de lo real. Un día de estos... lo dejaré todo. Quédate, me dice ella, desde una tierra extraña quemada por el sol. ¿Quieres que este perro callejero se quede? Entonces, no le pases la mano por encima de vez en cuando, ni le arrimes la bandeja de aluminio con los huesos del pollo. No tienes valor para decir la verdad, para patearlo. Venga ya, ¿lo vas a hacer? Quiero ser un perro pijo que sale al Rastro con su nuevo look, no este miserable chucho. Si al menos me adoptara una actriz...

lunes, junio 27, 2005

Largos días del verano

Las noches del 23 y del 24, en La Noche Cromática, estuvo María Santacecilia sola, y nos brindó unos programas que para qué. El 23, cuando todos los zopencos estaban refrescándose en la playa (hizo más calor que nunca, pero eso fue efecto de las malditas hogueras, y qué asco de sardinas, yo soy como Ángel, que ya se me cumplieron todos los deseos, y entonces para qué saltar sobre las llamas, y Amaranta estaba por el barrio brincando detrás de sus amigas hipposas, y otro litrillo más, meao de burra)... El jueves por la noche: nada menos que la obra de un músico vagabundo (Harry Partch) que se encerró en su rancho de California, en unos años más libres, para construir sus propios instrumentos, crear una escala de 43 sonidos y dar a luz piezas de títulos extraños, y la que fue poniendo María no es la que más: Eleven Intrusions. Se escucha en casi todos la propia voz del compositor y músico, una voz que me hace pensar en Carl..., California dream, como en la película El graduado que revisé anoche, y en donde un Benjamin es seducido por una amiga de sus padres (la famosa señora Robinson) y al final se empeña en casarse con su hija, Elaine, el maldito tabú de liarse con mujeres maduras. Pero yo nunca pude estar con mujeres de mi edad (y si así fue alguna vez, fue un desastre), siempre en brazos de la mujer madura, a los veinte con tías de más de treinta, y ahora con mujeres de más de cuarenta, que son las que saben algo de la vida. Simon & Garfunkel, en 1967, antes de mi nacimiento (es decir, en el vacío, en la nada de la no existencia). ¿Había mundo entonces? dicen que sí, pero no era mi problema...


Harry Partch, el músico vagabundo

***

Esa primera noche de calor también escuchamos una obra que pude disfrutar una vez en vivo: La creación del mundo de Milhaud, eso fue en Granada, con Josep Pons a la dirección, y con Lluis Vidal al piano. La magia de Nueva York, el jazz suave de entonces, porque para jazz salvaje, el que vendría unas décadas después..., más o menos en los años sesenta. La segunda noche, del día de mi santo, un monográfico (me encantan) dedicado a la II Guerra Mundial, con obras muy variadas pero todas intensas: el principio de A Child Of Our Time de Tippett; el final del Cuarteto para el fin de los tiempos de Messiaen; el final de la Séptima de Shostakovich, en una versión rusa (no me gustó mucho, la verdad); la Balada nº 1 de Chopin, que es lo que toca el protagonista de El Pianista de Polanski cuando llega el soldado alemán que le salva la vida, tal vez por lo bello de su arte entre las ruinas; la tercera parte de los Cantos de prisión de Dallapiccola, y una canción tradicional japonesa para dos shakuhachi, esa flauta de bambú, titulada El viento sopla a través de las hojas de bambú.

***

Ayer fue la despedida de Sinestesia, el programa de Ana Zugasti, que versaba sobre las relaciones posibles entre música y ciencia. Se lo echará de menos. A pesar de sus largas parrafadas y el tono escolástico del guión, ahí se escuchaba buena música, como fue la de Sarah Hopkins desde Australia. ¿No era eso del fondo un dijeridoo?
***

Esas películas de los noventa, o de finales de los ochenta. Eduardo II de Derek Jarman: un escupitajo visual (aunque con ese esteticismo que abundó por entonces) a la época de la Thatcher. Jarman, que murió de SIDA, que hizo un filme crepuscular, Blue, con la pantalla en azul permanente mientras una voz desgrana citas bellísimas, se despacha a gusto contra el sistema ultraconservador de su tiempo tomando como excusa la obra de Marlowe, un marginal de su propio tiempo. Trabajando con desternillantes a veces anacronismos, y metiendo a los personajes en ambientes austeros, de un minimalismo material que pone los sentimientos en primer plano, se recrea en el drama de un rey que, por defender a su favorito Gaveston, suscita la ira de los nobles, con Mortimer a la cabeza de la rebelión, con la reina Isabella (la andrógina Tilda Swinton, maravillosa también en otra película de este estilo, Orlando de Sally Potter) cómplice de esa venganza por no estar satisfecha... Aparecen hacia el final las fuerzas policiales, uno de cuyos esbirros acaba con la vida del conde; pero ese perro policía hallará pronto su merecido. Aparecen manifestantes que claman: QUITAD VUESTRAS SUCIAS LEYES DE NUESTROS CUERPOS. Todo es muy actual, como debe ser. Y es que no hay nada más pestilente que lo políticamente correcto y el teatro fiel a la letra. Viva Calixto Bieito. Viva la crueldad y la violencia contra el Estado, que quiere hacer de todo Uno.
***

¿Por qué ya no me gusta el cine de ficción? Léase atentamente lo anterior. Muerto Pasolini, muerto Jarman, ¿qué francotiradores nos quedan? Esa mierda indie..., esos maestros cansados...
***

De plaza en plaza, y una hora más. Termino de leer una novela de lo más amena, del maravilloso Georges Simenon, Las memorias de Maigret, en donde se establece un excelente enfrentamiento entre creador y personaje, o cómo la ficción invade la realidad, me hace pensar en esa secuencia de American splendor en donde el protagonista y su mujer asisten a la representación teatral de su vida... El célebre comisario escribe estos papeles para tratar de desmentir algunas afirmaciones y relatos del escritor belga, para que el lector sepa la realidad de su profesión y la vulgaridad burguesa de su vida. ¿He dicho ya que Simenon es un escritor perfecto para el siglo XX? Y pienso en esa adaptación de Monsieur Hite hecha por Patrice Leconte en estado de gracia. Bienaventurados sean los sencillos, los que saben describir el mundo en pocas frases, los intuitivos, los que trazan rápido un ambiente. Luis y su perra alimentada con restos de pollo. Necesita un polo de color negro, "así no se ve la mierda". Está cansado del pueblo este y quiere irse a veinte kilómetros hacia el oeste, pero será lo mismo. Dejó unas cosas en el fondo de una barca y no encontró nada, la gente lo rebusca todo, incluso en lo más escondido de una cueva. Para hacer daño; porque el hombre es un mal bicho. Nos hartamos de ver carne, gente fofa, la juventud cada vez está más gorda, y lo que es peor, en este tiempo todo es exhibido sin el menor pudor. De vez en cuando aparece alguien en forma, algún cuerpo estilizado, pero es lo menos. Ahí viene Stefan, sin camiseta, y desvariando como siempre. Me cuenta que se hartó de gambas a la plancha, pulpo y demás, con un mendigo que tenía ocho euros, él puso catorce, y ahora, como siempre, no tiene para una miserable cerveza. Que me voy, que con tanto hablar de comida, y yo sin comer, me voy a caer redondo...
***

Autoencuesta: ¿quién es el mejor escritor actual de ficción? Paul Auster. ¿Y su mejor novela? Tal vez la que ahora leo en el original, pero mediante una edición alemana (Reclam, 2001), con notas finales y muchas aclaraciones de léxico a pie de página (que a mí no me interesan, claro, yo echo mano del Collins en todo caso): Moon Palace. En la página 53 aparece la declaración del posmodernismo de su autor:

One thought kept giving way to another, spiraling into ever larger masses of connectedness. The idea of voyaging into the unknown, for example, and the parallels between Columbus and the astronauts.


Es la idea de rizoma, ir de aquí para allá sin orden establecido, conectando esto y lo otro por galerías subterráneas, habitando en la propia mente, como el narrador de esta fascinante novela, después de ver por televisión la llegada del hombre a la Luna, ese verano de 1969, un ardiente mes de julio, cuando su vida estaba a punto de dar un vuelco a peor..., y ya había liquidado todos los libros de su tío Victor, tal vez uno de los personajes más magnéticos que he conocido. La escritura de Auster es extrañamente sencilla (es el segundo que leo en el original, y me encanta), y su pasión por contar historias, y su manera de contarlas, es preciosa en tiempos desvaídos. Auster no es rebuscado ni sufre de verborrea, además, como los posmodernos más jóvenes. Es perfecto, es para mí.
***

Sólo tenemos esta vida, pero es demasiado corta. Tendría que tener una vida para estudiar bien a Jung, Hillman y los otros de la psicología profunda; otra para ver todas las películas que me perdí, que no vi por no estar en Madrid o Londres; otra para viajar por el ancho mundo, y dejar en cada jardín hermoso una rama perdida en un tronco hueco; una más para leer todos los libros que merecen la pena, sé que en esta no bastará, y los pasillos de la biblioteca de Babel se han acortado, pero... Otra más, en fin, para desprenderme de todos los recuerdos, de los sueños, los papeles que hablan de mí y de quien a mí se acercó, quemarlos, y ser por fin una piedra al borde del camino, interminable.

jueves, junio 23, 2005

Efecto del calor

A veces me vienen ecos del pasado

me gustan las pastillas, verdes rojas y amarillas

es la voz de Víctor, el squatter, con el que pasé una temporada entre otra gente que se quedaba en la playa, al final, en una cueva, un otoño de desolación, de desorientación, de probarlo todo, de alejamiento del mundo, y la playa solitaria era como un lugar de refugio de los naúfragos, y se hacía sonar el bidón de gasolina que había caído de las Tierras Altas, y november rain real, no en los auriculares, me decía Quita que alguna de esa gente venía huida de sus países, y es verdad que nunca hubo tanta concentración de marginales, de gente con tatuajes de verdad, con historias carcelarias, cicatrices físicas y anímicas, y mucho fumar, con la pipa de la gelassenheit de un tiempo ido.

Me gustan las pastillas verdes rojas y amarillas
***

Una dama me pide..., una chica me contesta:

Humbert... Yo soy joven y me gusta la música clásica, y leer un buen libro (casi casi, de lo que sea) y ver una buena película (cine clásico, independiente, comercial... no me importa el idioma o la nacionalidad de lo que esté viendo)... Casi todo lo que me gusta no le gusta a la gente de mi edad... Así que soy minoría (más o menos, porque la Play no me disgusta de vez en cuando). :eyes:

No obstante, la mayoría de esos jóvenes vulgares y corrientes que mencionas, son así porque no les han enseñado a ser de otra forma. Pienso que la cultura y el arte se enseñan. Y hay que saber entenderlos y apreciarlos. Y nadie les ha enseñado. Hoy en día la sociedad en general, los colegios, la familia, etc., no ayudan. Así que por eso la mayoría de los jóvenes son así.

Yo misma hasta hace nada (a pesar de llevar estudiando música en un conservatorio ya varios años), odiaba y rechazaba la música clásica (excepto los típicos "clásicos populares", que gustan a casi todos). Ningún profesor/a me metió el gusanillo de escuchar música clásica. Sin embargo, este año, tuve un nuevo profesor que con su manera de explicar, su pasión al hablar de música y sus grandes conocimientos, me dio un gran interés por escuchar música, investigar, conocer y estudiar... Sino, tal vez nunca hubiera podido comenzar a apreciar y conocer la belleza de la música (¡y lo que me queda! :D ).Buenos profesores hay muy pocos. Y no todo el mundo tiene oportunidad de tener uno. Ni unos padres que animen a la lectura, al estudio...

Pienso que son muchos los factores que influyen en que los jóvenes de hoy sean así. Y, debes saber que también dentro de los estudiantes de música, hay chicos y chicas que son como tú dices. Desgraciadamente, no todos son tan... "sensibles". Te lo digo yo, que convivo con muchos de ellos. (Ya he conocido a algunos grandes intérpretes que dejan mucho que desear como personas). En fin... Sólo quería opinar un poquito... :-P


Copio su mensaje aquí porque en El Bosque, en donde ha escrito, y como ya dije, no me dejan entrar. Me entero que forma parte de un grupo de percusión que se llama Percumakia. Hoy, por unas horas, me he reconciliado con la juventud...
***

Cuando ya no hay hippies, eso es el fin de la vida, tal y como la conocíamos, que era nuestro horizonte vital. Y quedará una plaza llena de viejos, que circulan y se detienen ante las terrazas, y comen, saborean su nada, y mientras que ellos beben ese mal vino, servido por indolentes camareros andaluces con su habitual estupidez, una chica con un micro y un mini-equipo de confusión remeda a Sinatra, y más allá al final, al fondo del pasillo, están los Tres Sudamericanos en la puerta del Cielito Lindo, estampa mexicana para ingleses aburridos, y Luis no puede tocar la armónica porque no se escucharía, y nos sentamos un rato en un banco de la plaza de cemento mientras en Nido, un pequeño restaurante sueco minimalista, colocan mejor una sombrilla enorme, blanca, de diseño. Y en Linda's la camarera, la típica rubia de escaparate, hace de relaciones públicas, y por delante nuestra pasa una chica nacida en el 79, que ejerció también de relaciones públicas en un italiano cuando tenía menos de veinte y ahora está liada con un tipo dueño de una inmobiliaria que ofrece chalets con Superb Sea Views. Se aspira a la verdadera vida, que es para los astutos y los canallas, como bien dice Pavese; los ingenuos, los adolescentes de treinta años, tienen todas las de perder. Luis saca su armónica dorada pero no sabe si empezar o no (me dice que una vez un guardia civil retirado salió por una terraza y le gritó que tocara algo español, y él pensó: para quién, si aquí son todos guiris). Porque tiene una perra y tiene que buscarle comida, y está muy lejos el lugar de la basura, y pesa tanto esa mochila color caqui...

La vida es demasiado pesada, en verano, y la luna es tan hermosa, y las mujeres a los cincuenta, unas están fláccidas, otras se conservan sin una pizca de grasa, como Henke, siempre con sus perros, que me saluda con el rabillo del ojo, y se detiene en la otra acera, mirando el escaparate de artículos para el hogar... La vida es demasiado buena, cuando tienes una cartera llena de billetes de cincuenta y tarjetas de todos los colores.

Snoopy, Flippy, Víctor, Francesco, François, Piko, Stefan..., toda esa gente, en aquel tiempo de Trankimazín, Alprazolam, plata quemada, la pipa de la paz, combinados a las tres de la tarde, ron ron ron la botella de ron...

lunes, junio 20, 2005

Aquellos días

Estaba ayer escuchando el álbum Tales of Mistery and Imagination :: Edgar Allan Poe de Alan Parsons Project, creación de Eric Woolfson y del músico que da nombre a la banda, del año 1975 (20 th Century Records), y entonces me acordé de aquellas lecturas afiebradas, intensas como pocas, de mi juventud perdida, cuando los cuentos del estadounidense y los datos de su vida me emocionaban por igual. Tambien pensé en las tardes de otros domingos ya lejanos, cuando en Canal Sur daban las adaptaciones de Roger Corman de algunos de estos relatos. Ya eso no volverá, porque el tiempo es en una dirección... (en la mala dirección, me dice el demonio, ya sabes adónde conduce todo eso). ¿Qué es este disco, sino un filtro de las paranoias y fantasías etílicas de Poe, a través del rock sinfónico de aquellos años? Y es otra cosa, algo que no puedo asociar claramente con mis propios recuerdos de las páginas más alucinadas de la literatura moderna (dejo a un lado los relatos detectivescos, que nunca me gustaron). Hay dos temas instrumentales, los que abren cada una de las respectivas caras, pero sin duda The Fall of the House of Usher es el mejor, una mini-sinfonía que comienza con ecos de El Mar de Debussy y termina con unos ruidos tipo "fluorescencias" del Penderecki más rompedor. Quince minutos y pico de puro delirio sonoro. Frente a esto, lo demás suena datado, con voces medio electrónicas y letras reconvertidas en deseos de libertad, como sucede en (The System of) Doctor Tarr and Professor Fether. O sea: To One In Paradise, melódica, dulce incluso.



En la noche, termino de ver un documental sobre la Ibiza de cuando llegaron a la isla los hippies, y cómo eso afectó de alguna forma a los nativos, que se lo tomaron bien, qué iban a hacer, aunque no entendieran mucho a esos melenudos que fumaban hierba y creían en el amor libre... La mayoría, guiris, nórdicos, alemanes... Me sonrío cuando hablan del experimento de escuela que montaron basándose en las ideas de A. S. Neill, el de Summerhill. Ahora, ellos y ellas presentan un aspecto sano, de haber disfrutado todo aquello, aspecto de sabios, ellos, y de mujeres satisfechas, ellas. Pues qué bien, porque me habría gustado estar allí, cuando en el resto de España las mujeres iban de negro y los del bigotillo franquista abundaban. Una isla un amor. Ahora supongo que Ibiza tiene más que ver con desenfrenadas raves que con aquella calma naturista, aunque ya se empezara a experimentar con movidas rápidas. Bueno, luego en "Paraísos cercanos", Nueva Zelanda: qué decepción. Resulta que las dos islas del Pacífico fueron colonizadas por europeos (holandeses, ingleses, escoceses, irlandeses) y eso ha quedado marcado en ciudades como Christchurch, el nombre ya lo dice todo: arquitectura inglesa, muy inglesa... En los pubs suenan las gaitas y demás musiquilla celta (no soporto ni lo celta ni la monserga africana, y menos que menos los ritmos brasileños, ahí estuvo el sábado en Madrid Carlinhos Brown Superstar). O sea, que en Queenstown se dedican a los deportes de aventura, como el rafting, el puenting, etc. Pobres maoríes, ya casi invisibles... (integrados, bueno...). Es verdad que el país tiene una naturaleza exhuberante, pero no me gustaría ir allí para ver de nuevo a los jodidos ingleses y demás variantes.

Esos perros ingleses sí que dan asco.

¿Hay alguna tierra salvaje, virgen, no contaminada? Quitando los polos, claro...

Leo a Pavese, obsesionado en su diario con la potencia, como Juanma, ese "amigo" que se suicidó ya hace varios años. Éste estaba liado con una chica cubana, que le era infiel según me confesó en uno de nuestros últimos encuentros. Pero él quería demostrar que podía: tanto a nivel fisiológico, digamos, como a nivel monetario. Al final, no pudo sino autodestruirse de la peor manera, de la manera más bruta. Pavese ha sido abandonado por la mujer que deseaba, digamos que su misoginia se pone al rojo vivo, y sólo sabe pensar en sexo casi pornográfico, habla de "echar un polvo", de mujeres insatisfechas y que hacen daño sabiendo que tienen al hombre en vilo. ¿Estaba psicótico? No lo sé, pero en la psicosis hay una falla en el "lugar del padre", que tiene que ver tanto con la potencia como con la responsabilidad ante los demás.

Las mujeres mienten, mienten siempre y a toda costa. Y no hay que asombrarse: tienen la mentira en los mismos genitales. ¿Quién sabrá nunca cuándo ha gozado una mujer?
(El oficio de vivir, El País-Clásicos del siglo XX, 2003, p. 98).

Me sucede estar en un lugar (jardines del costado de la catedral) y me tengo que ir, porque de repente vienen los de una tuna, y los invitados a una boda, y es como si dijeran: ¿por qué no te casas, mamón? Eres un perro fuera de aquí. En el Parque hay muchas palomas... Viejos de las famosas excursiones o circuitos, que se hacen una foto. No me encuentro bien en ningún sitio: demasiado visto, demasiado vivido..., es como dice mi colega Cosmodelia en su post: el mal del sedentarismo. Si pudiéramos estar cada año en un lugar diferente: esa sería la verdadera felicidad. Pero nos aferramos al lugar conocido, nos asentamos, vamos pero sólo como turistas, en donde ya hay otros miles como nosotros, y cada piedra ha sido besada por muchos labios antes de los nuestros, y ese río es el mismo río que miraste ayer.

Y sin embargo, me acuerdo del concierto de campanas en la Catedral Vieja de Amsterdam, y detesto estas campanas de la catedral de Málaga, que apestan a siglos de intolerancia.

jueves, junio 16, 2005

Cuestionario literario

Ángel me pasa el testigo en este cuestionario, que paso a responder sin más dilaciones:

Estás atrapado en Fahrenheit 451, ¿qué libro te gustaría ser?
Ninguno.

¿Alguna vez te enamoraste de algún personaje de ficción?
Yo creo que eso me pasó alguna vez cuando más leía, en la época del instituto, hacia los 16 o 17 años..., digamos que de Teresa, de La insoportable levedad del ser, pero a lo mejor fue por acción mimética, y era porque el libro me lo había prestado Ana, la profesora de filo de la que sí estaba "enamorado".

¿El último libro que compraste fue?
Manhattan Transfer de John Dos Passos (y otros más) en el Rastro de Madrid.

¿Qué estás leyendo actualmente?
Dos: uno, que ya empecé cuando salí de viaje, las Aventuras de Robinson Crusoe, de Defoe; y otro que empecé a la vuelta, El oficio de vivir, de Cesare Pavese. Los dos me aburren un poco, y no sé bien por qué, ya que están considerados clásicos... A lo mejor lo que necesito es otra cosa.

Cinco libros que llevarías a una isla desierta:
El Mecanógrafo, de Javier García Sánchez.
La música del mundo, de Andrés Ibáñez.
Madame Bovary, de Gustave Flaubert.
Cuentos completos, de Chejov.
Ada, de Nabokov.
Y como dice Ángel, también algo de papel, porque no puedo evitar escribir de vez en cuando...

¿A quién le pasas el testigo y por qué?
Pues a Aldán, Gaby, Belle, Magda y Manuel Harazem, aunque sospecho que el primero ya lo habrá hecho (tengo uno pendiente con él), y algunos de los demás se negarán a seguir estas cadenas. Sea como sea, son todos personas muy inteligentes, escriben muy bien y saben que entre las páginas de los libros está la imposible felicidad.

miércoles, junio 15, 2005

Imposible

Una tarde, paseando por una calle de Huertas, vi un foto-collage colgando allí enfrente, que decía

Volverán las oscuras golondrinas
pero no mi infancia


y me quedé pensando en ello. En todas esas cosas irrecuperables, y en cómo el tiempo es diferente para cada uno, y en que puede que haya tantos universos como seres en el tiempo. Si hay algo que está perdido para siempre, eso es la infancia. Mi paradisíaca y miserable infancia. Lo que ya no volverá. El domingo 12 Milva en el Campo de las Naciones, con un conjunto tanguero (Tangoseis), y haciendo el repertorio de aquel 1984 que escuchaba el otro día en vinilo..., y yo no estaba ahí para escuchar a la pelirroja de voz poderosa y de teatrales maneras de sentir. Tampoco entramos al local de jazz en donde actuaba Guillermo McGill, el estupendo percusionista que también me perdí en el estreno en Málaga de Los sueños y el tiempo basado en María Zambrano. Mi vida se compone de pequeñas pérdidas, que se han ido acumulando como el polvo sobre los libros. Tampoco fui a ver alguna película que quería. Visita a la Filmoteca, pero para tomar unas cervezas con un amigo de M. Pasando de largo por delante del Reina Sofía, con breve parada para descansar, los pies hinchados por el calor y la caminata (Madrid, ciudad de clima extremo), a la derecha unos johnnies comiendo bocatas de jamón serrano. En La Casa Encendida, otra vez Juan Muñoz (aunque vi algunas esculturas nuevas, todas inquietantes) y de nuevo el mundo podrido de Iván Zulueta, hablando de su mundo trastornado, drogas, no sexo, no roll, sólo polaroids y cine de pesadilla... El viernes tarde, Vendredi soir, me la perdí, yo estaba en otra parte, en mitad de la tormenta de verano. Quiero creer que estoy llegando (al infierno). Hay un no sé qué que se halla por ventura. ¿Adónde ir, con este cuerpo exhausto, después de los treinta, en el fin de fiesta, cuando todas las felicidades ya pasaron? A los veinticinco, chaval, yo ya había cruzado media Europa y cruzado el charco para llegar a la segunda patria, que era Argentina. Luego, después del 97, todo fue decadencia: Londres, la Toscana, viajes por la desértica España..., el sentimiento de que todo había pasado, todo lo que exaltaba el ánimo... El viaje a Berlín aplazado una vez y otra, y otra más (la guía que nos regaló Carmen, que era de Madrid, en una estantería, esperando el tiempo vacío de los libros).

Y todo este preámbulo era para decirme que un tiempo negro, un sueño oscuro, se avecinaba. Y las golondrinas, y las palomas, y los mendigos en parques, hartos de vino químico, hablan solos, este casi cadáver, este zombi pordiosero, la risa de una tarde de casi verano, en Plaza de Oriente, el domingo en proximidad del infinito. Vemos a un amigo en otra plaza, damos vueltas por las ajetreadas calles de siempre, porque qué sería de Madrid sin estas calles, sin estas obras eternas, sin estos top manta, sin esta gente de todas partes, esta mezcla impura, este agobio...

Al final tampoco fui a la Feria del Libro. Quería comprarme el último libro de Andrés Ibáñez. Pero fui al Rastro, y compré algunos vinilos y algunos libros, clásicos del siglo XX, que tal vez no lea del todo, porque todo cansa, y es tiempo de descuento. Echo de menos: los gatos (a veces, Martina sobre todo); aquellas veladas en el Centro Cultural de la Diputación, que acabó acogiendo un amor imposible, el amor de mis veintitantos, la frívola Wendolina que remató mi juventud alargada en exceso; los conciertos rancios del María Cristina; algunos conciertos en el Teatro Cercantes, también algunas obras de teatro; los paseos junto a los jacarandás, en Pedregalejo; las horas perdidas haciendo un puzzle de diez mil piezas, que ella dominaba como nadie; echo de menos su risa, y sobre todo, su voz cuando cantaba en pequeños conciertos, en iglesias, incluso en alguna boda. La voz: eso no es algo que mucha gente tenga, porque el canto es sagrado, "sagradas sinfonías del tiempo", y muy pocas mujeres cantan de verdad. Yo creo que desde entonces estoy viviendo una vida miserable, sin voces, sin cantos, sólo con la prosa, con las palabras vulgares de la gente corriente, y eso es difícil de soportar para quien ha vivido en el paraíso. Soy un desterrado, o mejor dicho, estoy de nuevo en la dura tierra, después de haber estado en un territorio a medio camino de.

Es que no me acostumbro a estar sin tí.

Uno sustituye esa bondad, esa generosidad sin límites, ese cuidado, por el maldito alcohol, pero no es lo mismo, los placeres etílicos, el alimento del demonio, risas a veces, he oído una voz, pero no es la suya, es una voz... muy de acá. Yo, que fundé todos mis deseos
bajo especies de eternidad,
veo alargarse al sol mi sombra en julio
sobre el paseo de cristal y plata
mientras en una bocanada ardiente
la muerte ocupa un puesto bajo los parasoles.
(Pere Gimferrer)

Y sospecho que nunca seré de aquí, que seguiré siendo un alma en pena, que en eso consiste la maldición de haber sido rechazado, por la soberbia de haber querido un espíritu más joven, cuando aquí todo es ya viejo, y prostituido, y todas hieren. Fuma un cigarrillo al final de la noche, y su risa no es sincera. Veo esos mendigos, y temo acabar como ellos, en un banco de un parque cerca de un palacio real, Bailén abajo y alguien suena, tangos, la banda sonora de Doctor Zhivago, retazos de los clásicos principales..., y esa música también es deprimente.

Valía la pena ser feliz.

PhotoEspaña 2005

jueves, junio 09, 2005

Hacia la luz, hacia el espíritu



Sean Scully: Wall of Light Black

Supuestamente, en el concierto de mañana del ciclo Música de Hoy (Auditorio Nacional, Sala Sinfónica, 22.30 hrs.), se estrenará la obra de Mauricio Sotelo inspirada en este cuadro del pintor irlandés Sean Scully, que tiene fascinado al compositor hispano-vienés... También se escuchará una obra con violín solista del director de la velada, Beat Furrer, y una obra de Kaija Saariaho. En fin, que me voy a Madrid, y vuelvo el lunes. No será mucho tiempo...

miércoles, junio 08, 2005

Paisaje del sur

La gente cree que "paisaje" se asocia automáticamente con algo visual, un decorado natural, un lugar para recrear la vista, ya sea entre bloques de cemento o en pleno campo contaminado por los detritus de la vida urbana que lo arrasa todo. Pero "paisaje", a partir de ahora, ya no dice algo del orden de la vista, sino sonosfera, espacio en donde se junta el pequeño pandemonio de nuestros lugares de mal-residencia. Un paisaje sonoro en donde las voces, los acentos de nuestros vecinos, el ruido de coches y motos, el canto en sordina de los pájaros y demás morralla acústica, se convierte en nuestra pobre envoltura, hablo de este paisaje del sur en donde tengo la desgracia de haber caído. La caída en el espacio, ése es el tema por excelencia de cualquier vida.

***

Ayer era el día, pero no pudo ser. Uno, que vive en la maldita periferia (y encima, en la peor tierra posible, el desierto de la costa malagueña), no pudo asistir al espectáculo del Teatro de la Abadía en donde se ponía en escena por primera y única vez la video-ópera de Fausto Romitelli, An Index of Metals. En los dos diarios nacionales de mayor tirada salían apenas unas líneas para anunciar el evento. Normal: la música contemporánea sigue siendo marginal, y está bien que así sea. No se hizo la miel para los cerdos. En fin, que para consolarme me fui a ver a Luis, que estaba en una plaza tratando de mitigar el calor que ya arrecia. Yo llevaba una botella de ron Negrita, casi entera, compramos unas latas, empezamos la función. Por suerte, Juan se fue pronto, estaban él y Luis contando unos chistes gruesos (aunque con su punto de gracia salvaje), que me repateaban un poco. Este Juan hace años que iba todo ciego con su amigo Pepe el Americano, el cual conducía en dirección contraria con su moto de gran cilindrada. El tal Pepe no vivió para contarlo, y el otro quedó sin la pierna derecha. La familia de Pepe hizo lo que pudo para que cobrara una buena indemnización, y ahora desde hace años está viviendo a sus anchas. La cosa es que está tan cambiado, que apenas lo reconocí, incluso tenía la pierna artificial. Lo que hace el dinero. Dadle unos cuantos miles de euros a una muerta de hambre de Senegal o Ruanda, y se te convierte en reinona de Marbella...

En fin, que me fui, me fui..., es decir, se fue, y nos quedamos solos, por fin. No soporto una reunión a tres, sobre todo si el tercero en discordia es alguien que no conozco y no me cae bien. A mí la gente enseguida me hace efecto, o me cae bien o no la soporto. Y si pasa esto último, van a comprobar enseguida mi malestar, no sé ser diplomático. Pues eso, que empezamos a echar mini-cubatas en vasitos de plástico, y hablamos durante horas de cosas, de historias: el hombre es el animal que cuenta historias. Hablamos del Palenque, que yo conocí cuando los últimos tiempos de François, al que mataron un día infausto de agosto de 2001, clavándole una peta en la cabeza. Cuando volví de Rincón de la Victoria, la policía estaba todavía con las averiguaciones... Un tiempo oscuro, sin duda. Luis conoció el tiempo anterior, ya que él es bastante mayor y ha tenido muchas experiencias. Me doy cuenta que Luis es el perfecto ciudadano del mundo: ha estado en todos los sitios interesantes, en el momento justo, se diría. Estuvo en el Faro de Ibiza, en los sesenta, en una comuna hippie. Estuvo en lugares nórdicos, cuando había ley seca, y tener una botella de whisky ante una chica significaba polvo seguro. Luis se ha movido por toda Europa como por una casa amplia, de muchas y variadas habitaciones. Ahora se siente raro en Nerja, un lugar que fue pintoresco, ahora es simplemente de "interés turístico", pero que nunca dejó de ser facha: pero sigue viniendo, después de veinticinco años.

***

Caminando hacia otra parte, vemos a una chica argentina que ha venido hace poco, vestida de sirena, con un manto marino a su cola de pez irreal, conchas, estrellas, una cajita para las monedas, un cartelito que rezaba: Photo-Video 1 €. Luis dice que es muy poco, tendría que poner cinco, por lo menos. La policía local ya ha pasado, y le ha dicho que vaya retirando el campamento. Ella trata de demorar la partida. No sabía que este lugar fuera de esta manera: pues sí, es mejor que pruebe otro pueblo, Estepona, o Torrox-Costa... Aquí la policía es muy fascista: deja que los macarras rompan las plazas con motos y patines, pero no soporta a los hippies que vienen a buscarse la vida. Justo cuando estamos allí charlando aparece la que vive en la casa que hay donde la chica se ha puesto, una tía corpulenta, la perfecta fascista local, dueña de la mafia Organización Lozano. Señora, no se preocupe, no vamos a meterle una bomba, puede pasar tranquila... Aunque a lo mejor, más adelante... Luis dice que un día para que se fuera le tuvieron que dar cinco €. Dejamos que la chica siga llamando la atención de los estúpidos ingleses, que son los únicos que sueltan algo. Vamos por Carabeo hasta el mirador del Bendito (vaya nombre), allí no hay nadie, antes iba la gente a fumar sus porros o simplemente a tomarse una cerveza, ahora es zona de paso. El Palenque ha sido vallado con maderas para que no entre nadie. El dueño del Portofino decía haberlo comprado, pero cualquiera le cree, a ese colgado. Luis decide ir, cargado con su mochila, su bolsa azul marino en donde lleva las pulseras y demás, y la perrita, en dirección a Burriana, por si encuentra algo para la perra. Él no ha comido nada, pero tampoco le preocupa demasiado. Lo que importa es seguir bebiendo algo. Le he dado un bote pequeño de gel, y él a cambio un Trankimazín de 2 mg.
***

No hay vida fuera de Madrid (y Barcelona).

sábado, junio 04, 2005

Cuestionario musical

Aldán me invitó hace unos días a este cuestionario, para rastrear un poco entre bloggers amigos cuáles son nuestras preferencias musicales, aunque me temo que como están hechas las preguntas, está pensado para gente que escucha música pop/rock, lo cual ya no es mi caso. A pesar de todo, voy a contestarlo, aunque a lo mejor no les sirve mucho.

1) Música en el ordenador:
No suelo guardar música en el ordenador, y si lo hago, es sólo temporal, no uso el ordenador como almacén o archivador de piezas o canciones.

2)Último disco comprado:
Cuartetos de cuerda de Dimitri Shostakovich, por el Brodsky Quartet (6 CD's).

3)Canción que escucho ahora:
Ninguna. Aunque pueda parecer muy extraño, no suelo escuchar música mientras estoy en Internet...

4)Canciones (de siempre): (como ya he dicho, ahora no suelo escuchar música pop, ni canciones, estoy centrado casi exclusivamente en la clásica y en la contemporánea, y en la música instrumental además. Gracias a viejos vinilos, estoy escuchando un poco de música de los sesenta y más vieja, pero es algo casi anecdótico.)

Annabel Lee (Radio Futura). También este grupo es de mis favoritos de los 80, la década prodigiosa en mi caso, porque entonces es cuando fui joven y pude disfrutar todo eso, y después encima ha resultado que es la última década de música pop brillante, en España al menos. Esta canción, del álbum La canción de Juan Perro (¡qué disco!), está basada en el poema de Poe en traducción magnífica de Leopoldo María Panero (no encontré una mejor).

Gloria (U2), de mi grupo extranjero favorito, hasta que se volvió demasiado comercial, creo que después de Rattle and Hum, y dejé de seguirlo.

First we take Manhattan... (Leonard Cohen). Sin comentarios.

El sitio de mi recreo (Antonio Vega). Uno de los músicos más sensibles del panorama español, antes miembro de uno de los grupos significativos de la "movida", Nacha Pop.

Entre dos tierras (Héroes del silencio). Seguí varios años, a principios de los 90, a este conjunto hispano que arrasó en listas de venta, más en Alemania que en España, en donde el rock auténtico no ha existido apenas. Estuve en un concierto en Fuengirola, que para mí fue el final, porque luego ya no lo seguí mucho más. Este grupo, y Nirvana, con la muerte de Kurt Kobain, significó el último acto del rock en mi vida.



Hay más canciones, reducirlas a cinco es casi una broma. Casi todos los grupos son españoles y de ese tiempo dorado, que en mi vida fue también gris y difícil, para qué negarlo. Danza Invisible, un grupo de Torremolinos, tenía canciones preciosas, y un directo rompedor, como se demuestra en el doble álbum, con temas llenos de lirismo, ejemplos: Tu voz; El joven nostálgico. Pero no todo era romanticismo, la verdad es que tuve unos años muy negros, en todos los sentidos, de mucha rabia, y lo que más escuchaba era rock radical vasco, sobre todo La Polla Records. Mi canción en realidad sería un remix de ellos:

No disfrutamos en el paro ni disfrutamos trabajando..., no!...no!/ vamos dejando pasar nuestra alegre juventud/ qué más podemos pedir/ nuestra alegre juventud/ los maderos cuidan de nuestra seguridad (tarara)/ estando con ellos nada nos puede pasar (tarara)/ ¡pero en este cuento Blancanieves no folla con ellos!/ Haioooo! haiooo! al bosque a trabajar! los enanitos buenos al patrón han de matar!/ muy punk muy punk.../ si no tienes cerebro, a mí no me molestes!/ es increíble cómo funciona el sistema/ os felicito y os doy mi enhorabuena... sin más que os pueden dar por culo! Me cago en Dios!

5) Personas a las que invito a este cuestionario:
Magda
Dulce María
Gaby
Ángel
Andy

viernes, junio 03, 2005

Decepción

El miércoles me metí en el cine para ver Eleni de Theo Angelopoulos, y salí decepcionado, porque me esperaba..., ¿qué demonios me esperaba?, no sé, algo que tal vez nunca fue así realmente, sino una ilusión en mi cabeza, porque de este director sólo vi Paisaje en la niebla, y recuerdo que me gustó, aunque más por la estética que por lo que se contaba. En las películas de este director (también he visto La eternidad y un día) no suelen pasar muchas cosas, es más, apenas hay acción, la narratividad brilla por su ausencia. Se caracteriza por los largos planos-secuencia, que ha convertido en rasgo estilístico. Es un cine viejo con ganas, y aburre hasta límites insufribles. Uno podrá decir: también eso pasa con Godard, que tanto te gusta. Sí, me gusta, pero es que en Godard hay pensamientos, hay reflexiones brillantes, hay imagen trabajada, hay contemplación, sí, pero de otra manera. La contemplación del griego es realmente mortecina, el espectador asiste al Hielo. De hecho, en la primera hora di varias cabezadas, y por eso luego me sorprendí de los hijos de la pareja protagonista (¿cómo, de dónde salen éstos?), por qué ellos se enfadan y no quieren estar a su lado, ¿es que fueron dados en adopción? Seguro que pasó cuando dormitaba..., la película es larga, casi tres horas, y cuando uno ha de enfrentarse encima a una monotonía semejante, en donde todos los personajes visten igual, todos los hombres tienen bigote, todos parecen ser músicos y las mujeres plañideras..., cuando no hay rasgos individuales, sino que se acercan al coro de la tragedia griega, entonces: venga, que termine cuanto antes. Y te da vergüenza ajena, y sientes lo ridículas de muchas secuencias, y no sabes qué hacer, si mirar al techo (miraba al techo, para ver el halo del reflector) o echar otra cabezada. Si este es el cine europeo que se quiere (hay un encuentro ahora en Barcelona para discutirlo, y Soukurov desea que el cine arranque de la literatura, qué horror), entonces, dejaré de ir al cine. Bueno, menos mal que gente así no abunda tanto, y que hay directores, como las presentes en Cannes (Haneke, Cronenberg, Jarmush, Trier) que hacen un cine auténticamente vivo.

Porque no basta con hacer bellos planos-secuencia, de quince minutos o más de duración, planos sinfónicos, como movimientos de una sinfonía bruckneriana se diría. No basta alternar el negro del luto con el blanco de ¿la esperanza? ¿la paz? en un baldío, presentar esa terraza junto al mar y la brumosa indistinción de cielo y agua. Todo parece en ruinas, como esa Europa que va hacia el desastre. Pero la guerra es sólo un eco, y todo es fantaseado, y hasta el grito final parece impostado (no hay emoción en el cine del griego, por mucho que se diga). Y TA pretende seguir, con dos filmes más con la historia del siglo XX como telón de fondo: mejor que hiciera un documental, porque esta ficción no cuela...

***

Me puse a leer F. de Justo Navarro (Anagrama, 2003), especie de informe sobre el personaje Gabriel Ferrater, traductor, metido en el mundillo literario de Barcelona y autor de algunas obras personales, amén de innumerables estudios críticos sobre las más variadas materias. Todo empieza en la terraza de un bar, cuando él tiene 35 años, y le dice a Jaime Salinas que se matará antes de su 50 aniversario, en mayo de 1972. ¡Y el tío lo cumplió! Partiendo de esta curiosa premisa, el narrador afincado en Nerja nos va contando, de manera más o menos lineal, pero con saltos hacia delante y hacia atrás, la existencia errática y de novela negra casi, de este extraño de las letras hispanas, de este cínico siempre con gafas negras como su peculiar máscara ante el mundo gris que le tocó vivir (casi todo el franquismo, nada menos). Desde su infancia en Reus hasta esa noche oscura en un camino de árboles en donde vuelve a romperse las gafas, pasando por sus años militares y luego todas las juergas alcohólicas, lo que aquí se nos muestra es una vida breve pero intensa, con muchos elementos atractivos, como su fugaz matrimonio con una norteamericana o esa relación neurótica con la milanesa trastornada. Y sin embargo, conforme avanzaba en la lectura, se me vino un fantasma: Vila-Matas, curiosamente con su obra El mal de Montano colocada un poco antes en el catálogo de esta editorial. Detesto la literatura falsamente posmoderna de Vila-Matas, y descubro entonces que Navarro está en su onda: ¡queriendo hacer de un simple literato, de un vividor en la Barcelona de los sesenta, un personaje fascinante! Venga ya. Que no me lo creo.

Ahora, para recuperarme del doble fiasco, leeré la monumental biografía de Edmund White sobre Genet, que ha salido en bolsillo, y tambien algunas obras del maldito por excelencia, como Santa María de las Flores, que he visto en Alba.