miércoles, agosto 31, 2005

Love in a Blue Time


Así se llama precisamente el libro de relatos de Hanif Kureishi que leí antes de partir hacia el Norte (Faber and Faber, 1998). Son relatos esencialmente tristes, como parte del título indica, en donde las drogas y el amor ocupan un lugar destacado. Hay uno de ellos, Nightlight, que sirvió de base para el estupendo film de Patrice Chereau titulado Intimidad: es, tal vez, el mejor retrato de ese amor sombrío, desolado, de encuentros furtivos, que es el signo de nuestro tiempo. Los encuentros de los miércoles en esa casa desvencijada, en el sótano, con una luz negra, entre un hombre que dejó a su mujer (algo que se nos describe hacia el final) y una mujer que es su única esperanza, son de una tristeza infinita. A su lado, las otras historias incluso pueden aparecer o grotescas (The Tale of the Turd) o divertidísimas (With Your Tongue down My Throat; aquí aparece un narrador engañoso, como en Nabokov, que hará las delicias de los lectores más posmodernos). También hay relatos en donde se nos muestra un clima social, como en We're Not Jews, o en el soberbio, por su crescendo terrible, My Son the Fanatic, que tras los acontecimientos londinenses de este verano, cobra un sentido nuevo, casi estremecedor. Y el libro acaba con una historia de marcado simbolismo, The Flies, que podría ser recreada con su peculiar fuerza por el cineasta Cronenberg, que no creo que entre en la categoría de creadores simplotes que dice Houellebecq a propósito de todo el gremio...
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El amor también es el tema de Phaedra's Love de Sarah Kane: un amor incestuoso, una recreación actual del drama clásico, de esta mujer cuyo impulso sexual va destinado a la autodestrucción, frente a su hijastro Hippolytus: pervertido, onanista, sádico, amante de la comida basura y de la TV. Aparece también su hija Estrofa, que escucha horrorizada cómo su madre se desliza hacia su perdición, tal vez le hace caso inconscientemente al Doctor, que le aconseja como única cura que se ocupe de este Hippolytus devorador. Al leer esa primera escena, en la que no hay diálogo, he pensado en esos filmes contundentes de Derek Jarman (por los mismos años; este drama es de 1996), con sus anacronismos y su inspiración en los dramas tremendos de siempre. Violencia, perversión, distorsión del campo de la visión /sensación. Como dice Houllebecq, cuya novela última, La posibilidad de una isla se publica por estos días, amor y libertad es un oxímoron, no pueden existir juntos (pero hay gente que escribe cartas al director de tal periódico, en donde mantiene firmemente, ingenuamente, parece mentira, que ambos pueden convivir). Me voy a ocupar este temporada del amor (en música, se nos anuncia una temporada centrada en el mito, tal vez amor sea el Mito por excelencia), y tal vez evoque las enseñanzas de Lacan al respecto, tal vez el que mejor ha entendido, en el siglo XX, de qué va este fenómeno.
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Strophe: He's poison (p. 71).

martes, agosto 30, 2005

La buena vida

Digamos que he vuelto.

Pero se hace muy difícil la reentrada en (la atmósfera) España, viniendo de un lugar tan maravilloso como Donostia, en donde todo es tan distinto a este desierto.

Siempre por estas fechas, todos los años, de malaga-na, es inevitable. No hablaré de esos días en el Norte, porque de los momentos felices no se debe hablar. A lo mejor, con el paso de los días y la lenta difuminación de esos días de agosto, cuente algunos detalles, borrosos ya, de los placeres y los días en el Kursaal y alrededores (jeje).

Cuando el tren deja atrás Euskadi, y entra en España, todo cambia, el paisaje lo primero, del verde tan peculiar se pasa a los grises, ocres, marrones y amarillos de las tierras de Burgos y más abajo. Todo se hace más pesado, más feo. La llegada a Madrid es realmente deprimente, no sólo por los muchos grados de diferencia en cuanto a la temperatura, sino por esa densidad de la gente, esa fealdad en los rostros, esa mezcolanza que echa para atrás. Subirse al metro es lo que más me asquea, pero no queda otra. Y pensar que Carola me envía un sms contándome que está en el carnaval de Notting Hill de Londres, disfrutando de lo lindo..., dan ganas de vomitar, pero sé por qué lo hace: sabe que no soporto esa mezcla inmunda, y menos que menos, los bailes del Caribe. Madrid, a finales de agosto, el sopor, la apatía, ganas de nada. Sólo me alivia un poco cuando voy a una exposición, o al cine, o quedo con amigos. Pero Madrid como ciudad, frente a la armonía arquitectónica del centro de Donostia, me repatea (sólo unos pocos barrios me hacen pensar en una gran ciudad). Lo peor es la gente, la falta de belleza, las obras por doquier, ¡en Donostia hay carril-bici por todas partes! Las mujeres vascas con su pelo tan corto, los hombres con su barba cuidada o de varios días, la belleza de la gente. Y la música, en la obra maestra de Rafael Moneo. Noches de música. Días de celebración para el sentido del gusto, sobre todo. Todo se regocija aquí. No, no puedo seguir.
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Veo en la mesa de novedades de una librería, aquí en el sur, una obra de Zygmunt Bauman: Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (Fondo de Cultura Económica, 202, págs., 12 €). Leo la reseña de Enrique Lynch, de este y otros libros del pensador, en el Babelia del 27 de agosto. Seguro que es un libro de lo más interesante, en donde se analizan estas relaciones de quita-y-pón, aunque para el crítico español sea un anacronismo su defensa de la pareja monogámica frente al caos erótico contemporáneo. Es justo de este tema del que quiero leer más, incitado por el artículo de Lardellier que ya comenté antes de irme. Tampoco a mí me gusta este giro de las relaciones en la época que vivimos. Si Bauman es un posmoderno desengañado (o desencantado), yo también lo soy. En el ABC de las Letras y las Artes leo el artículo de Andrés Ibáñez sobre "esa fealdad que durará siempre", la que se construye día a día en España (un país tradicionalmente feo, "realista" y poco creativo; salvo el Norte, claro): el fenómeno de los adosados (en España se ha construido en los últimos años más que en tres países europeos juntos...). Pienso entonces en ese prado maravilloso, ese museo al aire libre que es el Chillida Leku, en el caserío del siglo XVII vaciado y convertido también en museo, pienso en ese verde, esos campos, ese silencio...
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Antes de irme (en las vacaciones apenas leí, jeje) comencé Blasted de Sarah Kane (Complete Plays, Methuen, 2001; publ. orig. en 1995), su primera obra teatral. Sarah Kane nació en 1971 y se suicidó en 1999. Por cierto lector supe de su desgarro. En esta pieza sólo hay tres personajes, Ian, Cate y un soldado. Él es un tipo de mediana edad con un habla que deja bastante que desear; ella tiene sólo 21 y sufre unos extraños ataques. Una noche pasa algo, en esa habitación de ese hotel caro de Leeds, la ciudad, qué curioso, en donde se reunieron los terroristas para preparar los atentados de Londres. Lo que se nos cuenta es la brutal asociación entre una violencia interior y otra que se desencadena fuera, y que saltará todo por los aires. El sexo, o mejor dicho, las políticas sexuales, en la guerra cotidiana. Una frase que se queda: Eres una pesadilla (p. 33; 51), en boca de Cate, la que sufre el Daño. No es una lectura para los Días Felices.

M., en el cine, me pregunta, y se responde ella misma: ¿Quién estará ahora en nuestra habitación del hotel? Una pareja feliz...

sábado, agosto 13, 2005

Ahora, la fiesta



Revista de Occidente, en su número de julio-agosto (nº 290-291), dedicado a Cultura y consumo de masas, trae un excelente artículo de Pascal Lardellier titulado Consumo sentimental y sexual de masas en la era Internet, que es una elaboración a partir de su obra Le Coeur Net. Célibat et amours sur le Web (Belin, París, 2004). En él, habla de forma ingeniosa, usando constantes neologismos y expresiones acertadas, con base psicoanalítica como en buen francés, de este nuevo modo de acercarse a las relaciones en la "era de la comunicación". Utiliza para ello un breve estudio de las plataformas de solteros, como agencias vituales tipo Match o Meetic, y los chatting forums. Al final, internet es sólo un medio, lo que han cambiado son las relaciones mismas, bajo la égida de la mercantilización de todo, ahora también lo que tiene que ver con los asuntos amorosos. A partir de esta metamorfosis, los solteros (y también los que ya tienen pareja, como se descubre en el último apartado) tienen muchas más ocasiones para dar rienda suelta a su incapacidad de compromiso y su zapping emocional (dentro del ya presente pragmatismo sentimental que venía siendo la tónica durante décadas). Mediante estos salones de charloteo virtual, la gente se conoce a través de una ausencia del cuerpo, puesta al día frívola, muy ligera, de las antiguas correspondencias dieciochescas. Ahí está toda su virtud, pero también toda su debilidad: la no presencia de los interlocutores hace que se desborde la fantasía, se creen nuevos códigos para estos seductores y "amigos" numéricos, que incluye un "habla escrita" que hace explotar la buena escritura deseada. Pero esto también es una plataforma para las mentiras, decepciones y todo tipo de engaños. Cuando los contertulios deciden dar el salto al "mundo real", a conocerse en físico, sucede normalmente esa decepción, y la evitación de toda relación seria. Pero esto es justo lo que la sociedad liviana de ahora desea: y este entramado de máquinas zumbantes, las máquinas del deseo de Deleuze, son las que hacen posible la nueva erótica posmoderna. Mientras leía el ensayo (que todos los internautas curiosos deberían leer), me acordé de mis Tiempos del Messenger (ahora convertido en un instrumento de adolescentes, ahora que la gente está ya en la blogosfera, algo más "serio"). En mis expectativas, en mis pasiones de medianoche. El cibersexo, también. Por un lado, no quiero acordarme de toda aquella soledad y trasnoche, pero por otro lado, recuerdo las vibraciones muy reales cuando esperaba a Tonina, Isabel, M., tantas otras. De alguna forma, lo echo de menos, pero como sucede en este mundo, todo es efímero, tiene sus modas, y el ánimo de cada uno hace deslizar estas modas sobre el propio sistema nervioso y la mente al borde del descalabro.
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Pues no, a mí tampoco me gustan estas verbenas y fiestas veraniegas, sobre todo las que se agrupan en torno a la Virgen de agosto. Ahora está en marcha ya la Feria de Málaga, o sea, toros, coches de caballos, muchos farolillos, vino de la tierra, pescadito y... la pachanga insoportable. Contra eso, y para montar una fiesta especial, La Noche Cromática hizo anoche un programa especial. Escuché una parte: el foxtrot con que acaba la Suite de Jazz nº 1 de Shostakovich; Petrushka de Stravinsky, sólo el comienzo, con esa mezcla de músicas en la plaza del mercado; Margarita en la rueca, ese maravilloso lied de Schubert; el charlestón de Martinu de su jazzpiece La revista de cocina; y un momento, el final, de la cantata de Frank Martin In terra pax, que el oyente que lo pidió desea que signifique "un nuevo cielo", bajo el que ya no suenen esas cosas infernales de ahora. Ilusión, sí. Los que disfrutamos con la música de verdad somos una minoría. La mayor parte de la humanidad está en el ritmo infernal, por eso estas fiestecillas del verano son lo suyo, está hechas para la masa. Menos mal que hay alternativas a este pandemonium.
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El turismo de sol y playa es turismo basura. Bueno, al menos una vez en la vida es bueno ver el mar, si vives en el interior, pero..., ¡siempre sol y playa!, qué aburrimiento. Uno, que vive en la Costa del Sol desde siempre, ya no le presta mucha atención, ni le doy mucha importancia a este maldito lugar. ¿Playa?, no, gracias. Por puro contraste, siempre me gustó ir a lugares lo más alejados posibles de este Mediterráneo contaminado por turistas basura y cemento inmobiliario. Al Norte. Turismo cultural, sí, por qué no. Lucerna es el mejor festival clásico del mundo, pero no podrá ser. Hay muchos otros, también en el norte de España. Así que me marcho unos días, serán pocos, sí, pero... En fin, que ahora desconecto. Hay que dejar atrás todas esas cosas del año muerto. Ir en busca de un buen restaurante, un paseo junto al Cantábrico, un concierto tal vez...

jueves, agosto 11, 2005

La infancia no existe

Lo mejor que leí ayer fue un breve artículo de Andrés Ibáñez que reproduzco a continuación, tomado a su vez del blog de Arcadi Espada, en la entrada del 30 de julio, comentario # 162 (en la web del suplemento ya no se encuentra):

LA CONJURA DE LOS NECIOS

Andrés Ibáñez
(publicado en ABC de las Letras y las Artes, 30/07/05)

¿Se acuerdan ustedes de Ignatius J. Reilly, el héroe de La conjura de los necios? Aquel onanista compulsivo y obeso teleadicto siempre nos pareció un ser patético y enfermizo, pero era en realidad un visionario. ¿Recuerdan lo que decía cuando veía esos shows televisivos donde una hilera de niñas pequeñas bailaban contoneándose? "Dios mío, ¡son ya prostitutas!" Y nos moríamos de risa ante el desvarío mental del héroe de Kennedy Toole, sin imaginar que unas décadas más tarde la realidad le daría clamorosamente la razón a través de programas televisivos en los que niñas de siete años danzan en poses provocativas y a través de publicaciones infantiles llenas de "consejos" para "ligar" y "trucos" para "gustar más a los chicos" y a través de héroes infantiles que ya no son un elefante con sombrero y bastón ni un pirata que navega por los mares ni un hombre con una capa roja que vuela por los aires sino unos jóvenes medio desnudos y muy musculosos que sacuden furiosamente la pelvis y dicen genialidades como que son muy "románticos" o lo que más valoran es la "sinceridad".

Toscos y analfabetos

Una de las manifestaciones más desagradables de la cultura de la basura que lo llena todo, es la forma en que se está apoderando del territorio de la infancia. ¿Estaremos, quizá, en el fin de la infancia? Echemos un vistazo al mundo de los niños de nueve, diez, once años. ¿Qué encontramos allí? Sobre todo chicos "guapos" y chicas "guapas", y en estos momentos, los rostros toscos y analfabetos de los nuevos concursantes de Operación Triunfo. (Operación Triunfo, la demostración irrefutable de que si a una persona con motivación se le proporciona un sólido entrenamiento, es capaz de hacer, en un período de tiempo asombrosamente breve, una basura horrorosa que revuelve el estómago). Hay también fondos y animaciones de móvil de ositos y dragones al lado de chicas desnudas, muñequitos copulando o strippers quitándose la camiseta. Hay "cantantes" de moda, chiquillos recién salidos de su barrio y con expresión rudimentaria en sus maquilladísimos rostros que declaran que se sienten "cerca de la gente".

¡Pero si son gente, si son masa! "Soy como cualquier chico que anda por la calle", declara otra de estas estrellas fulgurantes del cinema, ¡pero no te quepa la menor duda, muchachote! Hay revistillas que chorrean veneno en estado puro, con horóscopos que anuncian cuál es el mejor día para ligar, con consejos de belleza para tener unos labios más "sugerentes" y consultorios sobre qué hacer si el novio de tu amiga te tira los tejos (aunque "en el amor no hay amigas", anuncia otra de esas revistas), y donde los niños y niñas de diez años pueden aprender el valor de términos como "seducir", "amor playero" y "orgasmo". Y al mismo tiempo, no sé si se me está yendo la cabeza, pero ¿no ven ustedes en la portada del álbum Zapatillas de El Canto del Loco una cita de los zapatos de Van Gogh, a los que dedicó Heidegger un celebérrimo análisis? ¿Será una casualidad? El otro día vi que la revista ¡Hola! dedicaba una doble página a hablar de arte contemporáneo.

Batalla ganada

Todo indica que la Conjura de los Necios está ganando la batalla o la ha ganado ya. La infancia se llena de sexualidad banal y de estupidez, lo cual no quiere decir que ahora la madurez llegará antes, sino que no llegará nunca. La palabra "realidad" se ha convertido en algo sucio, falso y hueco. Los reality shows muestran la cara más soez y vulgar del ser humano y la obsesión del "tiempo real", que Paul Virilio y Richard Powers denuncian como una nueva forma de dictadura, nos convierte en cretinos sin memoria. La infancia muere por una invasión de esta "realidad" que nada tiene que ver con la Realidad con mayúscula, y que no significa ya lo que es verdad, sino lo que sale en los medios de comunicación.

Esencia posirónica

La basura es, en cierto sentido, la esencia de nuestra sociedad posirónica. Llena nuestra vida desde la infancia y dota de significados espurios y basureros a términos como "realidad", que ahora significa fama y noticias, "democracia", que ahora significa el triunfo del ígnaro recalcitrante y del diletante presuntuoso, "salud", que ahora significa estar delgado y depilarse los brazos, y, quizá lo peor de todo, "música", que ahora significa tener cara de imbécil y llevar ropa de moda y un peinado guay.
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No puedo estar más de acuerdo con AI. También me acordé cuando lo leía de una viñeta de El Roto en El País, en donde un tipo le suelta a un niño: ¡Desengáñate, chaval, la infancia no existe! Eso es lo que se me pasa por la cabeza cuando en el Rastro de los domingos veo a chavales de diez años liquidando sus "juguetes", es decir, los videojuegos, algún libro y tonterías similares. Tienen ganas de ser como los adultos a su alrededor, y de hecho ya he señalado cómo los padres les compran motos pequeñas pero reales, nada de las simulaciones de antaño. Pertenezco a la última generación (los nacidos en torno a 1972) que ha jugado en la calle a la pelota, al trompo, la comba, el escondite y juegos de toda la vida. No, no es sólo porque luego los coches inundaron esas calles y los baldíos fueron conquistados por las grúas, que también. La revolución digital y la motorización plena del mundo hizo que la infancia desapareciera, amén del abordaje de la televisión basura. Ahora niños y sobre todo niñas se pirran por participar en programas como Bienvenidos de Canal Sur, en donde una zorra como María Abradelo anima a los jóvenes (de entre seis y veintipocos) a mover el cuerpo al ritmo de canciones estúpidas, mientras en la parte baja de la pantalla aparecen las "letras", o sea, un karaoke-TV. Si cambias a Tele 5, te encuentras con Gran Hermano, que fue el formato que definitivamente nos metió de lleno en el descerebramiento colectivo y catódico. Pero ya antes los niños estaban perdidos. Los dibujos japoneses, qué horror. Toda esa bollería industrial. La moda apuntando a los críos como su penúltimo blanco. Sentado en un barco del parque, veo pasar a dos niñas, de entre 9 y 6 años; pues la mayor va vestida como una putita. Menos mal que Nabokov ya no está, porque la vulgaridad de su Lolita le parecería realmente el súmmum de la elegancia. Los niños también han entrado de lleno en el engranaje porno-capitalista, con el consentimiento de unos padres ineptos y sin educación. En otra plaza, antes, veo a una madre pija con dos niños, de 5 y 2 años, respectivamente. A pesar de su aspecto pijo asqueroso, es el resto de educación clásica que todavía queda. Si desaparecieran estos pijos y pijas, que no lo harán, entonces, sólo nos quedan macarras y putas pintarrajeadas.
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Ya por la noche me puse a ver un DVD, en este caso La costilla de Adán de George Cukor, dentro de la colección Cine de Oro que está sacando El País. La película es deliciosa, y data de 1949, tal vez la época dorada de estas comedias sobre "lucha de sexos". La pareja Tracy (Adam Bonner) y Hepburn (Amanda Bonner) es excelente, pero no se quedan atrás los secundarios, sobre todo Judy Holliday como Doris Attinger, la acusada de intentar matar a su marido al que pilló in fraganti con su amante Beryl. La película se desarrolla entre los juzgados y la casa matrimonial, división que es anunciada por carteles que indican "esa noche". La vida laboral de ambos, en el mismo ambiente, y la vida privada, en el elegante hogar, con sus fiestas y rutinas de confort, nos es mostrada con el encanto de que hacía gala Cukor en todas sus películas. Se pone así de manifiesto el contraste o la continuidad de un comportamiento, y se nos mete de lleno en la dinámica hombre /mujer, que termina siendo el eje sobre la que discurre el film. El juicio es utilizado por Amanda para esgrimir un alegato feminista sobre la igualdad de los sexos (todavía no se hablaba de "género"), pero todo ello está conducido con ironía, la sabia utilización de los diálogos presente en el guión perfecto de Garson Kanin y Ruth Gordon. Es ese contraste entre las ideas de los cónyuges lo que hace saltar chispas de ingenio, y llegar a un clímax cuando la discusión en el pasillo, que es también divertidísima. Hay un momento, cuando Adam dice que no quiere un competidor en casa, que es casi un presagio de lo que vendría luego: la mujer y el hombre ya no pueden hacer parejas "buenas" porque la vida laboral los machaca con su competitividad. Se han creado juzgados de violencia doméstica (a su lado, qué inocentes nos parecen esas escenas con Doris) y las jueces emiten sentencias horrorosas como en el caso Farruquito y ahora en lo de Roquetas. Por suerte, en esta comedia nada es "real", y la película acaba en el ambiente bucólico de la casa de campo, y con un diálogo hermoso, sobre "¡viva la diferencia!" de los franceses. Es esa insignificante diferencia lo que hace que hombres y mujeres se puedan seguir... amando.

miércoles, agosto 10, 2005

Largos días del verano V



Sigo escuchando a Shostakovich. El Trío n º 2 op. 67, obra compuesta pensando en un amigo muerto por esas fechas. La obra comienza con un ilustrativo canto fúnebre del chelo con sordina, al que luego se le van uniendo los otros instrumentos. Así empieza el desfile de ritmos populares, muy vivos, hasta el comienzo del segundo movimiento. La cadencia la lleva principalmente el piano, tanto el violín como el chelo le dan la réplica exacta. Viene a continuación un lento expresivo, en ese tono que caracterizaría la etapa final de S., pero también siguiendo la tradición de su país. El chelo expone una melodía hermosa y melancólica, acompasada por los otros dos. De aquí se descuelga un pasaje que se le opone, un jugueteo saltimbanqui como para tranquilizar el ánimo. Cada vez va en aumento hasta llegar a un clímax tragicómico, sin que se pierda el origen. El violín marca entonces la melodía judía con la que se trabaja. Insistente, el autor deja claro que la libertad de expresión no se la podía quitar ningún sistema: el público hizo repetir el pasaje en su estreno. [Esto lo escribí en 1996, hace ya nueve años; los intérpretes eran I. Youkov, piano; y los hermanos Feighin (G. y V.) en vl. y vc.] Ahora escucho a miembros del Cuarteto Borodin con Elisabeth Leonskaja al piano (Teldec, 1996). Ni que decir tiene que lo hacen muy bien. Todos juntos los del Borodin con la misma pianista, en el Quinteto op. 57, una de las obras de cámara más importantes del siglo XX.

Y sigo con la integral de los cuartetos de cuerda por el Brodsky. Los nº 3 y 4. Curiosamente, me fijo en los finales, en el moderato con que se despide el nº 3, con esos últimos compases tocados casi en un murmullo rasante. Y el allegretto del final del nº 4, el más característico de los movimientos ahí presentes (aunque el andantino es una maravilla). Datan de 1946 y 1949 respectivamente, la guerra infernal había pasado, pero quedan las profundas heridas, los dolores parasiempre. La contención en S. Y de nuevo esas melodías de origen judío. No he leído ningún trabajo sobre él, me refiero a biografías y ensayos especializados sobre su música, pero creo que lo judío está muy presente en su música, no sólo en las explícitas canciones hebreas, que son una joya.
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Estoy rodeado de franceses. No sé por qué extraños motivos, este verano han llegado muchos al sur, a Nerja concretamente. Cuando lo normal es que vengan sólo perros ingleses, alemanes y unos cuantos nórdicos. ¿Alguien sabe si en Francia han hecho algún sorteo especial para que vean la Barca de Chanquete?
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¿Qué es lo que más detesto? Los motores. Y los canales para la amplificación del sonido. Son la peste de Occidente, y yo creo que de todo el planeta, pues están por doquier. Responden, me parece, a una necesidad demoníaca. Quien quiera estar conmigo, tiene que renegar de ambos como condición sine qua non. Si estás en el pandemónium, es mejor que te alejes de mí. La mera mención de un concierto en la playa, mañana, de unos tipos llamados Los Delinqüentes, por enrrollados que puedan ser, me espanta: aguantar esos decibelios monstruosos... Si no sabes escuchar música en un recinto cerrado, piérdete.

martes, agosto 09, 2005

Humor negro

Como el verano es un tiempo para no hacer nada más que lo imprescindible, anoche me puse otro DVD, en esta ocasión uno que dura poco (sólo 72') y en donde uno puede reírse un rato; el mundo ya está muy podrido como para seguir con el drama eterno, esto no tiene arreglo. La película en cuestión es La tienda de los horrores de Roger Corman, el entrañable director de aquella serie de películas sobre los cuentos de Poe que vi en mi juventud. Ya desde el comienzo se nota el tono transgresor de la cinta, que cuenta además una historia poco común. O es en verdad de lo más vulgar, pero el tono, ya digo, hace que los sucesos estén como bajo la influencia de una luz aguamarina. O de la luna perversa que hace crecer a Audrey Junior. Pero tal vez lo más curioso es que el narrador es apenas un personaje marginal en la historia, un sargento de policía llamado Frank, y que podría colarse en las viñetas de American Splendor. En ese barrio también marginal está la tienda, la floristería de Gravis Mushnick, un personaje singular, cuya hija pizpireta me hizo pensar en quien yo me sé... Con ella trabaja Seymour, un caso; su madre hipocondríaca no lo es menos. A la tienda llegan otros personajes extravagantes, como la mujer ya vieja agorera, el otro que come flores, etc. Pero la decadencia del negocio hace que S. sea despedido si no ocurre algo importante, digamos. Y eso ocurre: llega la planta atrapamoscas, o eso se supone, que se alimenta de simples insectos. Pero no, Audrey Junior resulta ser más voraz. En fin, no seguiré desvelando más acontecimientos, porque lo que maravilla es qué capacidad de síntesis tenía Corman y su equipo para lograr una historia tan perturbadora y divertida a la vez. En poco más de una hora nos presenta una galería de personajes estrambótica, y al tiempo, nos deleita con la acción principal, el centro de todas las miradas. Ese centro, que seguro que tiene connotaciones de otro tipo, seguro que sexuales, permanece fijo hasta el subyugante final. Frente a esa planta magistral monstruosa, todos los demás son meros extras de un circo casi de cómic. Todos los elementos del filme, la fotografía en B/N, la música jazzística, los encuadres, todo, digo, están escogidos con precisión pero dan la apariencia de ser a la ligera. Hay secuencias, como la que ocurre en el dentista, con la aparición de un jovencísimo Jack Nicholson como masoquista burlón, que luego en el remake que se hizo pierden fuelle; aquí, son sencillamente geniales. Cómo me reí.
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"En la infancia vivimos, después sobrevivimos" (Leopoldo María Panero).

España es la que está loca, no yo :: Entrevista con Leopoldo María Panero

lunes, agosto 08, 2005

Éramos tan felices

Ésta es una película de frikis: me refiero a El desencanto de Jaime Chávarri, que estuve viendo en DVD. Ya desde los primeros minutos se nos presenta a los distintos miembros de esta extraña familia, en donde lo tarado y lo genial se confunde. Ha muerto Leopoldo Panero hace doce años o más (en 1962), el poeta oficial del franquismo. Habla su viuda Felicidad Blanc, y sus dos hijos, Juan Luis (también poeta, snob, dandy) y Michi, el niño mono, que se dedica a vaguear sin fin, fumar y beber. Leopoldo, el padre ausente, era un alcohólico. Ahora todos los hijos lo son. La madre era una chica bien de Madrid que decidió enamorarse del Poeta al contarle éste una fantasía sobre ellos dos ya viejecitos paseando de la mano. Ella, una sentimental sin remedio, cedió a la cursilería de esta imagen, y allá que se fue, a Astorga, a Castrillo No-sé-qué. Su vida frívola de soltera desapareció, para convertirse en alguien a la sombra en un matrimonio de tres (en vez de la suegra de algunos matrimonios, aquí el amigo Luis Rosales). En toda esta primera parte aparece ella con su voz cadenciosa, haciendo su papel de mujer abnegada, madre, esposa del ilustre. Pero ya nos damos cuenta de algo profundamente falso en su voz y su actitud. Que es la falsedad de toda una época. Juan Luis es el esteta paranoico que en una secuencia demuestra lo tarado que es, cuando se pone a describir recuerdos-fetiches. Michi es un pobre diablo (ya murió), que se encarga del papel de entrevistador de la madre. El tercer hijo está ausente y sólo aparece de pasada en cierto momento, paseando por el cementerio (¡una escena que en la película posterior, Después de tantos años, será retomada como un lúgubre guiño!). Pero es cuando aparece Leopoldo María, del que se ha hablado antes como de tapadillo, cuando la película eclosiona sobre la insoportable verdad, como opuesta a "la leyenda épica del yo", que decía Lacan. Porque este esquizofrénico, este lúcido mayor del reino, suelta las palabras, las frases, los discursos más implacables de todo el docudrama. Lo que el timorato de Michi y el payaso del otro no han sabido decir, él lo sentencia. Su madre ha arruinado su vida. Ella fue la que lo metió en esos sanatorios, y de alguna forma, la que es responsable de que ahora siga en un psiquiátrico: las madres terribles, hasta dónde llegan. Felicidad, eres una bruja, una maldita zorra. Con esa pose de chica buena, de mujer dedicada a la causa de los demás. Leopoldo desgrana recuerdos de infancia, ese paraíso perdido; luego sigue con sus acusaciones, mientras dice que en la cárcel se lo pasó como en ningún otro sitio, y se considera el chivo expiatorio de la familia. Ya desde entonces ha ejercido de maldito oficial de la poesía española. Y Michi diciendo, en la escena más patética, que son un "fin de raza". Esta parada de los monstruos hispana, que es a su vez la diatriba mayor contra todo lo hispano, resulta divertida a ratos y espeluznante los más. No podemos evitar sentirnos incómodos ante la disolución de esa familia, no una familia cualquiera, sino una de intelectuales, borrachos y terriblemente echados a perder: como dice Leopoldo, se han dedicado los hijos a iluminar los aspectos más oscuros de su padre, a denunciar su vileza a la vez que trataban de ocupar su puesto (la confesión de Juan Luis del placer que le dio pensar que era el gigoló de su madre es genial). ¿Es posible que haya desencanto, si antes no hubo encantamiento, se pregunta Michi? La cámara recorre los lugares de ese tiempo perdido, en un B/N maravilloso, asiste a la ruina moral de una gente, un tiempo y una condición.

Entrevista con Leopoldo María Panero

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Me pasé el fin de semana escuchando a Shostakovich: los dos primeros cuartetos de cuerda por el Brodsky, que en el segundo despliegan toda su energía y saber hacer (en el primero prefiero la versión del Borodin, pero escucho su grabación de Teldec de 1995, no la vieja de EMI). Hay ya en ese primer cuarteto una concentración del mejor Shostakovich, en menos de 15'. Qué decir entonces del último que escribió, el nº 15, op. 144, poco antes de morir, hasta el punto que se puede considerar como una especie de testamento: todos los movimientos llevan la indicación "adagio", el penúltimo adagio molto. Escucho la versión del Cuarteto Beethoven, los dedicatarios de casi todos los suyos, pero que no llegaron a estrenar éste, sino que lo tocaron a su muerte, en 1976 (la grabación, con un poco de ruido de fondo, está hecha en Praga). Aunque prefiero a los del Borodin, hay aquí sin embargo toda esa resignación, esa ola sombría de la muerte que recorre la partitura, pues estaba pensada para la muerte de los amigos. Crepúsculo vital. Antes Pérez de Arteaga ha puesto las dos músicas que escribió para El rey Lear, en 1940 y 30 años después, aquí para el filme de Kozintzek. La partitura de 1970 es de una sutileza tremenda. Hace ya 30 años que nos dejó el compositor soviético. Hace 30 años de esa película. Y que murió el dictador. Pero el viejo fascismo, que era un "movimiento-para-la-muerte", un desfile de muertos vivientes, ha derivado en un cáncer en el tejido social. No hay un fascismo, sino microfascismos (como supo ver el lúcido Deleuze), células o conjuntos celulares dañados que se ramifican haciendo metástasis y logran infectar el conjunto. Las pruebas se encuentran en este blog, todo lector o lectora lo sabe. Contra el viejo fascismo se pudo combatir de forma razonada, contra los microfascismos, ¿cómo hacerles frente? Bueno, para no despedirme con una nota melancólica, decir que también escuché el Concierto para piano en Sol de Ravel, en las manos de Michel Camilo (sí, desde luego que iba a cien por hora), cuyo movimiento lento, adagio assai, es de una hermosura inigualable. Es la música de la felicidad, de ese momento calmo, antes que suene de nuevo la alarma en el instituto, y antes que caiga la noche, y visite de nuevo el pasado, con todas sus miasmas y sus personajes indiferentes cargados de afectividad: en sueños, Sara, y la yonqui sin arreglo.
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Alice rompe con Eric y acaba liándose, todavía en la confusión del amor roto, con Philip. Ese beso da paso a Kiss & Tell, escrita un año después (Picador, 1996). Alain de Botton y su divertida biografía de Isabel, una chica cualquiera (¿por qué sólo biografías de gente famosa?). Me gusta lo que cuenta, la importancia a los detalles, y cómo lo cuenta. Un día contaré también tu historia, desconocida.

sábado, agosto 06, 2005

Desencuentros

"Horridas nostrae mentis purga tenebras", Aurora Consurgens (pars I, cap. IX, parb. IV).

"Purifica nuestro espíritu de las espantosas tinieblas".

Uno

Una persona no accede sola a una relación --con ella va todo el bagaje cultural acumulado a lo largo de la infancia y la juventud, un conjunto de relaciones y tradiciones, algo que uno podría quizás llamar su particular provincia, nos dice Alain de Botton en su novela (p. 241). Una relación, sigue después, conlleva necesariamente el encuentro de dos provincias. La de Alice es multicultural, digamos, y no está centrada en ninguna parte en concreto, como la Inglaterra de Eric, su pareja. Alice es más versátil y se adapta incluso a la forma de hablar y comportarse de sus interlocutores. Alice disfruta yendo al cine por la tarde, temprano (como yo, me gusta la sesión de las cuatro y media o cinco), porque a esa hora hay menos gente y sale más barato. Mientras que Eric (y M.) asocian el ir al cine con la oscuridad, no les gusta salir y que haya todavía luz..., como si la película fuera el preámbulo del sueño. En este capítulo sobre el "provincialismo" Botton vuelve a insistir en los desencuentros entre ambos miembros de la pareja, como en otros capítulos anteriores (el del viaje es muy bueno, toda esa vacación en Barbados; ¿se ha leído su obra El arte de viajar?). Otro ejemplo de esa fisura entre los backgrounds de cada uno es lo de ir Alice a esa feria de antigüedades en Islington. El pijo de su novio dice que para qué ir a esos chatarreros, que mejor acercarse a una tienda de mueble contemporáneo (sí, minimalista) y comprar allí algo de calidad, aunque salga más caro, en vez de esas cosas marrón oscuro (sí, es verdad que los gitanos venden esas cosas, pero hay muebles buenos también). Pero Alice quiere ir, y lo consulta con su amiga Suzy, que le busca a cierto ingeniero de grabaciones clásicas para ir juntos. A estas alturas, todavía no sé muy bien por qué estos dos siguen juntos. Eric parece querer tener la razón: incapaz de admitir la relatividad de su posición, identifica sus valores como el centro de un universo monoteísta. Vamos, que la normalidad está situada en su provincia, y lo extraño es lo de ella. A veces, con M., es la impresión que me da, que yo soy el extraño, el raro. Me gusta ir al cine temprano (a la mejor hora, joder), me gustan los rastros (su madre también dijo una vez "esa chatarra"), me gusta la música más agresivamente contemporánea (ella, qué bonita la Barcarola de Offenbach) y no me siento de ninguna parte (ella, el Madrid castizo lo lleva de alguna forma en los genes). Estas cosas, estas diferentes costumbres, que se adquirieron en la primera parte de la vida, hacen que la relación esté llena de malentendidos, discusiones tontas y que lo que empezó en el paraíso del desconocimiento, se vuelva rutinario y fastidioso. Por eso las relaciones humanas son tan complicadas. Porque, mira, ¿sabes lo que te digo?, que no me gusta cómo llevas el pelo, que no veo películas comerciales, el perfume ése no me mola mucho, y los libros de autoayuda (que también le gustan a Alice) me repatean, los pondría todos en una pira. ¿No puedes leer alguna vez, aunque sea por error, algo de lo que me gusta a mí?

Dos

Un vez, tendría catorce o quince años, cuando me gustaba salir de discotecas y esos antros para descerebrados, fui a un local en el extremo de la calle de la movida, que se llamaba Metro. Como su nombre sugería, era un antro subterráneo, pero estaba bien, había mesas de billar y ponían buena música. Un día vi a una tía que me llamó la atención, que resultó ser marroquí. Me pareció que quería algo. No sé las vueltas que di para encontrarla de nuevo. Otra noche estaba en la barra de Metro. En cierto momento me levanté, y cuando volví, ¿qué me encontré?, con la muy zorra que había pillado el taburete, no lo quería soltar y encima se me rió en la cara. Me fui además porque me encontré a una que estaba en mi clase del instituto, prima de un "amigo", que se burló de mi timidez. Esta otra puta me dijo que estaría en tal bar cercano, y nada, desapareció. ¿Qué aprendí entonces?, que el mundo está lleno de zorras y malas putas (¿hay putas buenas?). La puta mora se alojaba, eso escuché, encima de un baretucho con restaurante llamado La piscina (todavía existe, el dueño es un pornógrafo y el sitio huele a aceite rancio y no sé qué mierdas). Normal que encima se alojara, en un cuartucho de mala muerte, esa puta del Magreb. No sé, pero ahora cuando pienso en las putas del Tercer Mundo, las que llenan las calles y puticlubs de Occidente, me dan ganas de vomitar. No sé cuántas tendrá ANELA en sus establecimientos y locales de alterne, "porque te lo mereces", dice la publicidad de Escándalo, por la autovía del Mediterráneo a la altura de Rincón de la Victoria. Hace un tiempo un periodista sacó un libro que fue una especie de best-seller titulado El año que trafiqué con mujeres, en donde saca toda la mierda de la prostitución de lujo y otros terrenos sucios de esta actividad. No sé cuál es más deleznable, si la prostitución de esos callejones y barriadas o la de Casa de Campo, o la que ejercen las presentadoras de la telebasura y relaciones públicas y las de scort service para los del Real Madrid. Es decir, que el mundo de la moda está lleno de putas fashion, y ¿sabes lo que te digo?, mi película favorita es Henry, retrato de un asesino de John McNaughton.

Tres



Más todavía que Taxi driver o Alguien voló sobre el nido del cuco. La tengo en vídeo y la veo de vez en cuando, cuando necesito ponerme al día o evocar toda esa crueldad. Henry lo pasó mal de pequeño, cuando la puta de su madre, a cuyo cargo estaba, traía hombres a casa, y no sólo follaba con ellos sino que obligaba al chaval a presenciar aquello, y hasta hacía que se disfrazara, etc. Cómo no desarrollar un odio visceral por las mujeres, a partir de entonces. Hasta que un día, que ya no podía más, decidió matarla. Con qué arma lo hizo, es algo que no se pone de acuerdo, y llega a dar hasta tres versiones de los hechos, lo cual muestra su trauma. La película comienza de forma estática con imágenes hiperrealistas y muy teatrales incluso, de mujeres que él se ha cargado, pero esto no lo vemos, está congelado y disociado de los actos en sí, que sólo escuchamos mediante un sonido en off. La belleza funeral y macabra de los cadáveres y la rabia del asesino en serie no se unirán hasta mucho después, y de hecho, cuando se trata de mujeres, se nos hurta la continuidad (en cambio, con hombres, como el tío del subterráneo o el vendedor de electrónica, la violencia ejercida es en directo y brutal; por no hablar de cuando se carga al tarado de Otis). La secuencia más terrible de todo el filme es cuando entran Otis y él en casa de esa familia y se cargan a la mujer mientras lo graban en vídeo. Luego veremos cómo los dos videan esas imágenes congeladas. Otis parece estar hechizado. Otis, el que abusa de su propia hermana. Esta es la clave de la película, la diferencia estilística en la presentación de las muertes, en la "descripción" de esas muertes. Como si la del hombre fuera algo efectivo y la de las putas algo viscoso que sólo se muestra a destiempo. No sabemos cuántas se ha cargado, pero son muchas, y a Henry no lo atrapan porque cambia de modus operandi, salta de estado en estado, etc. La música ayuda mucho a conseguir esa atmósfera malsana. No sabemos, pero lo intuimos, lo que pasa con la chica que lo acompaña en Chicago. Mi madre era una puta. Y su rostro tan inexpresivo se congestiona por unos segundos, durante la partida de cartas. Becky: quién sabe. Sí, voy a matarla.

viernes, agosto 05, 2005

Fascismo, otra vez

Quisiera escribir, antes de las vacaciones, de lo que más me gusta, de lo que llena mis días, de lo que me hace feliz. Pero no puedo. Que no me queje, me dicen. Pero cómo no quejarse ante las injusticias que recorren el mundo, y no hace falta irse muy lejos. Ayer leía en el periódico que un agricultor de Roquetas de Mar (Almería) murió el pasado 24 de julio (hace ya doce días) en un cuartel de la Guardia Civil. El hombre llegó para poner una denuncia porque había tenido un altercado con un grupo de gitanos (otra vez los gitanos de por medio; a los lectores de este blog fuera de España les digo que los gitanos de aquí no son los gipsy del Este de Europa, sino una especie mucho más peligrosa y conflictiva). El hombre dicen que llegó muy excitado, y que le dijeron que tenía que pasar el control de alcoholemia. Como seguía de esa manera, lo esposaron y pasó a estar detenido. Un teniente le golpeó con una porra eléctrica, que no es reglamentaria (¡no es un arma, es una defensa!). Luego, como el detenido se siguió resistiendo, lo tiraron al suelo entre dos y luego vinieron dos más (era un tipo corpulento y de casi cien kilos de peso), y uno de ellos le dio un rodillazo brutal en el pecho que le partió el esternón. Yo no estuve allí, pero me parece que este golpe fue el que lo mató, pues el informe forense dice que el hombre murió por asfixia a lo que le sobrevino una parada cardiorrespiratoria. Claro, si te rompen el esternón y se te llena de sangre la cavidad toráxica, ya no puedes respirar bien, y más cuando te siguen apretando cuatro bestias uniformadas. El cuñado vio el cadáver al día o dos, y dice que lo que vio le hizo confirmar sus peores sospechas: que no había sido un ataque al corazón como dijeron los picolos, sino que había muerto como consecuencia de la brutal paliza. El hombre tenía su rostro amoratado, hematomas en ojos, nariz, etc. También se habían ensañado con el resto del cuerpo, usando porras, spray y demás arsenal cuartelero. Lo habían matado. ¿Y ahora qué? El teniente que golpeó con la porra ha sido apartado, pero no dudo que lo volverán a meter cuando pase toda la polvareda. El director de la Benemérita dice que su expediente estaba limpio, y que sólo tenía algo relacionado con un joven que le dio un cabezazo. Lo que no dice este militarote es que, según el progenitor de ese joven de Roquetas de Mar, su hijo fue también torturado por ese teniente en febrero de este año, y que fue denunciado, sin que se tramitara nada de forma judicial. Al chaval le pegó esposado, luego se lo llevó a un cañizo y le pegaron más (quería tirarlo a la carretera para que lo atropellara un coche, pero no lo hizo por presencia de testigos). En el calabozo, en donde estuvo tres días, fue sometido a palizas intermitentes. El chaval le dio un cabezazo porque ya no podía aguantar más la humillación. Eso es lo que tenemos. Ahora ese hombre está muerto, y estos socialistas del Gobierno vuelven a tener un problema muy serio (¿se les olvidó lo de los GAL?). Así que tienen razón los de Amnistía Internacional, en España se sigue torturando. Y se encubren estos hechos, una comandancia no dice nada, los responsables de más arriba de vacaciones, dicen que ya lo hablarán en septiembre. Muy grave. Este país no tiene remedio. Ahora hablarán de que la circunstancia era excepcional: los guardias sólo resultaron con algunas magulladuras. Yo creo que si el hombre estaba agresivo, había maneras de reducirlo sin tener que matarlo. Pero no. El abuso de autoridad, sí. Tened cuidado si vais a denunciar algo en cuarteles o comisarías: podéis salir en un cajón...
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Me quedo pensando en este comentario: seguramente dios también es una puta zorra negra

jueves, agosto 04, 2005

Noticias breves de un mundo prostituido

Aunque ya hace días que se dio la noticias, no puedo evitar comentar aquí lo de Farruquito. Como se deja notar en los comentarios de este enlace, la gente está indignada, y yo lo sabía, sabía que no se haría justicia. ¡Qué poco vale la vida de un hombre, entonces! Sólo 102.000 € para la viuda del hombre al que mató con su puto coche sin carnet, que conducía a una velocidad endiablada, y 8.000 € para los padres de la víctima. La juez que emitió la sentencia alega los atenuantes de confesión (¡seis meses después del atropello y de darse a la fuga!) y de pago de la fianza (140.000 €, ¡pero era para no pisar la cárcel!) antes de realizarse el juicio. Y dice que el pobre chaval no se paró a socorrerlo, pero porque vio que otra gente solidaria ya lo hacía..., qué cuento. Luego, el abogado de la defensa dice que otra sentencia hubiera sido venganza. Por favor, señor, venganza es si ahora esta pobre mujer viuda contrata a un asesino a sueldo, uno de esos amigos rusos de Stefan, y liquida a este "artista flamenco", del que no se quería sentar un precedente con una condena ejemplar (¡ay, no juzguéis al artista!). Pero lo que se dice justicia, es de risa: los cuatro años y pico que pedía la Fiscalía han quedado en 16 meses, algo ridículo: no irá a la cárcel, por ser inferior a dos años y no tener antecedentes penales. O sea, que ahora se va a Los Ángeles con su madre para una gira, qué bonito. Ahora puede estar contento..., no, no estarás contento, porque llevas un muerto en tu conciencia, con eso ya nunca podrás bailar tranquilo, y es más, ojalá la gente no vaya a tus espectáculos, y si va, que sea para insultarte y chillarte como cuando con Alejandro Sanz...
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En una barriada de Madrid, Colonia Marconi, la gente que quiera entrar entre las 23 y las 6 hrs. tendrá que hacerlo con un pase autorizado por la policía. La medida inédita en estos lares viene provocada por un estado de excepción en el barrio donde residen unas dos mil personas: las calles y avenidas han sido tomadas por prostitutas de noche y de día, y los vecinos están hartos de la situación. Como dice una madre, a mi hija de tres años, ¿qué le digo cuando me pregunta que por qué esa mujer va en ropa interior? Se piensa que de esta manera los posibles clientes de las putas lo tendrán más difícil. De todas formas, hay gente a la que esto le parece fascista, y gente que está muy de acuerdo. Hay negras en la parte trasera de algunos coches, y negras por las calles, y transexuales, que es lo que se lleva. Una cosa es la Casa de Campo, por donde pastan a sus anchas hace tiempo, y otra que en tu barrio se pongan de esa manera. No tengo nada contra la prostitución, yo nunca usé los servicios de estas mujeres, pero lo que no se puede es convertir las calles de cada día y las noches tranquilas en burdeles al aire libre. Lo que sucede es que ya no hay fronteras, la prostitución y la pornografía difusa liman las barreras, y se nos quiere imponer una libre circulación de la mierda. Pues no. En este sentido, soy como Travis el taxista-Robert de Niro, mi película favorita: hay que limpiar esas calles de basura.
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Lectura de Zen y capitalismo global de Slavoj Zizek en el nº 87 (verano 2005) de la revista Letra Internacional. A partir de la última entrega de la saga Star Wars (no he visto ninguna y no me interesa), el pensador esloveno establece unas conexiones entre el paso de la República al Imperio (cita el libro de Negri y Hardt) y la deriva Bien /Mal (Anakin /Darth Vader). Para luego ocuparse del budismo zen como el complemento ideológico del capitalismo de nuestro tiempo. Para mostrarnos que en este zen se encuentra tanto la buscada gelassenheit como la indiferencia /irresponsabilidad guerrera y obediencia ciega a la autoridad. Al zen se acercan pues tanto los fascistas como los anarquistas. Es algo que no habían pensado los seguidores de Suzuki y Alan Watts. Del marxismo en su versión occidental se pasa a esta ideología New Age (a la que ha sucumbido Georges Lucas), que no busca el contraste, la separación y el amor /redención, sino el desplazamiento débil y el consentimiento con un destino irremediable. Este orientalismo es el que nos tranquiliza y nos hace creer que nada ocurre, mientras los ejecutivos y juntas de accionistas siguen con su negocio, no menos irreal. Pienso que Zizek, como Vattimo en otro modo, reivindica el cristianismo como fuente de nuestro poder y diferencia, frente a ese marasmo asiático de todo confundido.
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Pequeña entrevista con el pianista Horacio Lavandera (Buenos Aires, 1984), en El País del 31 de julio 2005. Ya es una fuerte realidad, con un disco en el mercado y una agenda bastante completa de actuaciones, y lo que me gusta es que ama la música de nuestro tiempo, estableciendo una continuidad entre la música del pasado y la del presente a ejemplo de su maestro Maurizio Pollini. También ha trabajado con Stockhausen. Y relaciona siempre música y pensamiento. ¡Genial! Ya estoy deseando escuchar un recital suyo, este joven promete, y en la foto aparece todavía con su rostro aniñado pero con una pose de adulto, su pelo largo, el rostro luminoso. Esta noticia es lo único angélico que encontré estos días. "En definitiva, me interesa todo lo que tenga una sensibilidad pura".

Horacio Lavandera :: Me gusta llevar a la gente a un mundo perfecto

miércoles, agosto 03, 2005

Sin padres

En mi búsqueda de películas diferentes y con espíritu realista al máximo, casi documental (me niego ahora a ver otra clase de cintas, haré una excepción tal vez para ver las de Dreyer, si todavía la dan en Madrid), me fui a ver Nadie sabe de Hirokazu Kore-eda, una película espléndida cuya única pega tal vez sea su larga duración, dos horas y cuarto, casi veinte (me descubrí mirando el reloj un par de veces, cosa que no suelo hacer). Pero merece la pena estar tanto tiempo en la sala oscura, con sólo una pareja oriental delante (¿japoneses también?) y una de madrileños más adelante (supongo, y cinéfilos, porque si no, ¿qué hacen dos españoles en el cine pudiendo ir a la típica playa?). La película cuenta la historia de cuatro niños, comandados por el mayor de doce años, que han de arreglárselas solos ya que su madre los abandona en un apartamento y además con el encargo de que sólo el mayor salga y sea visto (los otros no "existen"). Lo que viene a continuación son las peripecias de estos críos, tanto dentro como fuera de esa ratonera, su transitar pausado y sin grandes alteraciones por la ruina emocional de nuestros días. Porque se puede contemplar este filme, fuera de su anécdota puntual (basada en un hecho real) como el signo de una época, la nuestra posmoderna, alimentada con artefactos pero ayuna de emociones reales, de cariños, de atención por parte de los progenitores. La madre aparece muy de vez en cuando y siempre con la maleta lista para irse; hay un momento en el que el chico mayor, Akira, le suelta a la cara lo egoísta que es, ella dice que tiene derecho a su felicidad: ¿no es acaso el argumento que esgrimen las posfeministas para hacer lo que les da la gana con sus hijos? Me da asco esta situación, pero por eso mismo se agradecen "documentos" de este tipo. Luego hay otras secuencias en que aparece el chico buscando a los "padres", ya sea el de Yuki (la pequeña que acabará de esa manera) o el suyo propio, a los que pide dinero. ¿Cómo puede una "madre" vivir como una prostituta? ¿son estos tiempos emputecidos malos para la familia tradicional?, desde luego. Y es así que los chicos han de enfrentar la soledad, la falta de relación con sus pares, ya que tampoco se les permite ir al colegio..., un horror, vamos (sí, es una historia de terror, no como esas payasadas de Estados Unidos). Además, viven en una ciudad-monstruo como Tokyo, llena de neones, con ese ubicuo monorraíl y esos locales (¿pachinko se llama?) en donde se juega como en un pandemónium. El Choco Apolo como sustituto del calor materno y las palabras del padre que no es seguro. Viaje cerca de las pistas del aeropuerto de Haneda. La maleta de la vida y de la muerte, desplazamientos irreales y una canción negra como esa tierra que también es sustento de vida. Lo frenético y actual junto al detallismo más poético. No sé por qué, hacia el final pensé en esa historia de amantes condenados en Dolls de Kitano. No os la perdáis.

martes, agosto 02, 2005

Irrealidad III

Reality isn't dramatic but the mind is; the Church accommodates itself accordingly to mental physiology rather than to the anatomy of the real.
(Edmund White, op. cit., p. 200).

Pero un poco después reflexiona y dice:

But the charming intricacy of a myth is not sufficient to compel belief. I found no good reason to assume that the ultimate nature of reality happens to resemble the backstage of an opera house.
(ídem, p. 204).

Tal vez este giro de su pensamiento se debe a la repulsión que de alguna manera le produce el religioso con el que está hablando, y que luego dirá que su homosexualidad es un pecado, no un conflicto a resolver por una terapia psicoanalítica. Pero la primera afirmación me hizo pensar en James Hillman y su obra básica Re-imaginar la psicología (Siruela, 1999). Ahí el analista estadounidense despliega tres intuiciones: la psique crea realidad cada día; la psique es imagen; la psique es una pluralidad de arquetipos. El alma es ante todo imaginación. La obra está escrita con la intención de un retorno al alma, para salvar su profundidad y riquezas ilimitadas. "El alma aparece como un factor independiente de los acontecimientos en que estamos inmersos" (p. 39).

Esta obra se estructura en torno a las distintas operaciones de esta psique: personificar o imaginar cosas; patologizar o desmembrarse... La personificación fue expulsada de las iglesias y conducida al manicomio. "Personificar es una forma de estar en el mundo y de experimentar el mundo como campo psicológico..." (p. 75). En cuanto a la segunda operación o trabajo del alma: "... introduzco el neologismo 'patologizar' a fin de designar la capacidad autónoma de la psique para crear enfermedades, morbosidad, desorden, anormalidad y sufrimiento en cualquier aspecto de su conducta, así como para experimentar e imaginar la vida a través de esta perspectiva deformada y afligida" (p. 148). La patologización como una manera de narrar. En mi síntoma está mi alma. El alma ve por medio de la aflicción.

"Patologizar nos devuelve al alma, y perder el síntoma significa perder esta senda hacia la muerte, este camino del alma" (p. 241).

Leí esta obra en el verano de 2000, cuando atravesaba un momento vital complicado, por no decir catastrófico: una relación se hacía pedazos mientras otra (un idilio) se acababa, y el dolor amenazaba, y los sueños eran vívidos, de gran intensidad. Leer todo esto me ayudó bastante, porque de alguna forma me hacía entender que mi sufrimiento era fértil, que la "locura" amorosa tenía un sentido, y que todas mis fantasías con Wen era una forma de ensanchar mi alma. Ahora siento que se produce otro pequeño desgarrón, y que esta vida puede dar un vuelco: ¿porque yo quiero o porque es destino?
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En el cuadro de Richter hay un deliberado desenfoque de la representación: es preciso un esfuerzo para ajustar nuestra imaginación a lo real. O se nos entrega como resto poético esa veladura. El cuadro aparece como velo en el que se instaura una captura imaginaria del deseo, como bien dice Fernando Castro Flórez en ABC Cultural el 24-1-2004.
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Retomo la novela de Alain de Botton The Romantic Movement (Picador, 1995), que comencé hace tiempo, y que dejé en los primeros capítulos. Trata de la relación amorosa entre Alice y Eric, y de alguna manera me hace pensar en Essays in Love del mismo autor: el mismo gusto por mezclar filosofía con cuestiones cotidianas, incluyendo todo tipo de ilustraciones, gráficos, listas, etc. No conozco una escritura más amena, irónica, divertida y "francesa", en el sentido de que esa preocupación por el sentimiento es francesa. Pero el sentimiento es un dios. ¡Qué maravilla es estar enamorado, qué dulces tormentos!

To go to bed with another is in some way to collide with the memories and habits of all those they have ever slept with. Our way of making love embodies the mnemonic of our sexual history, a kiss in an enriched model of past kisses, our behaviour in the bedroom filled with traces of past bedrooms in which we have slept.
(p. 47).

Cuando Alice y Eric hacen el amor, se produce un encuentro de dos historias sexuales en juego. Ése es el problema y el éxtasis: que no hay virginidad en esa historia, que hay detrás de cada partenaire una cadena de pequeñas enseñanzas amorosas, y adecuar ese background a nuestra pareja actual es el reto. ¿Le gustará a él esa lengua danzarina? (¡ay, esa lengua fresca y salvaje de la quinceañera!) M. me enseñó el placer de morder y chupar la oreja, ¿le gustará a ella? C. y sus arrebatos al aire libre, los besos más intensos, los giros de su lengua tan roja, y los labios siempre húmedos. Sucede también que aparte la química, hay otros factores: el amor está unido siempre a la admiración: no puedo amar a un hombre al que no admiro, dice Alice. Decía Lacan: en el amor, no hay falta, se da la ilusión de "todo relleno". Los enamorados en el bosque, qué delicia. Tristán e Isolda.

lunes, agosto 01, 2005

Un sentimiento

Desde las sombras

Cada noche, en sueños, viajamos hasta el mundo subterráneo, sombras nada más, y vemos a los que están muertos, y a veces charlamos con ellos. Esta noche pasada me encontraba con Juanma, que se suicidó hace algunos años. Después de dar muchos rodeos, por fin lo veía en una especie de bar, bastante cutre, acompañado por su padre. Los dos estaban sentados y sonreían, rodeados por un ambiente casi psicodélico. De hecho, el padre era muy joven para tener un hijo de su edad (es decir, un hijo de unos 30 años), y con aspecto innegable de juerguista. Juanma había abandonado del todo los estudios y estaba dedicándose a los conciertos, vamos, todo un rockero... Estas novedades no sé si me alegraban o me dejaban indiferente. De alguna manera, me alegro de verlo después de tanto tiempo. Ahí juntos casi hacen una buena pareja. (Hay un trozo que se ha evaporado, y puede que fuera el más importante.)

Hacia el final, antes de despertar, me muevo por los alrededores de un puente viejo junto a un supermercado, y ahí están "todos ellos", los que viven en la calle, otros perros. Michael ha dejado a un lado sus viejas botas y lleva unas zapatillas decentes. Los otros siguen a lo suyo. No sé si pararme con Thomas. Es un mundo transfigurado. No pertenezco a él, me atrae de alguna manera, pero no quiero entrar del todo.

Es curioso, me digo ahora despierto, porque Juanma odiaba a su padre, que abandonó a su familia cuando él era pequeño, de hecho se crió en un internado, y las veces que nos vimos antes de su muerte, siempre me habló horrores de ese cabrón. ¡Y en el sueño parecen colegas de toda la vida! Tampoco yo entendí nunca a mi padre, ni él conoce nada de mi vida: mi padre vive hundido en un pasado que yo nunca conocí. Aquí la brecha entre generaciones es ya abismo.

Cuando era pequeño, imaginaba que todo lo que vivía diariamente era parte de una película que yo mismo dirigía: en verdad, yo lo hacía todo. De cuando en cuando, se acababa una y empezaba otra. Yo tenía que hacer de cada desolación, de cada ruina, algo hermoso, cinematográfico, más intenso. Era consciente de que el mundo a mi alrededor era sólo una pantalla, un decorado, y que yo tenía que darle una acción: los demás eran meros extras. La introspección llevada al Arte, la vida real más allá de las palabras y los sonidos reales. Este "vivir en películas" es también lo que trata de conseguir el narrador de la novela de White, que ya acabo. Uno se enamora del cine años después de haber vivido la vida propia como película; y quién dice que lo de la vida como teatro, o sueño, no sea mejor como cine, porque es cine, cine, el arte del siglo en que nací. Como la "vida" no es nada sin nosotros, uno perfecciona el "entre" y juega con los demonios del "interior". No hay tiempo, sólo espacio-con.

La secuencia más intensa y expresiva del sueño de anoche es ésa en la que me veo en la biblioteca con la encargada de los libros, que conozco desde que eran joven, y hacia la cual me abalanzo para besarla: pero ella se retira a tiempo. Siento un afecto muy grande, incluso al despertar, esa escena me choca un poco. Quién es ella, me digo, porque no se trata de A., sino de alguien más allá. Alguien de ahora que ha entrado en mi vida, aunque viene de lejos. Un sentimiento nuevo, como en la canción de Battiato.