Como ya dije ayer, no creo que las novelas sean muy útiles en nuestra época, es más, pienso que son redundantes, y que su tiempo ha pasado. Se siguen escribiendo muchas, es cierto, pero la mayoría no ha avanzado nada ni aportó nada nuevo, después de Joyce y los maestros del siglo XX. Se escriben folletones e historias, pero sólo por el placer de contarlas, no para percibir la realidad de otra manera, para darse cuenta de que la "realidad" es más compleja de lo que pensamos. Al menos, Nabokov hacía las cosas a lo grande, pero los novelistas de ahora se creen que una sábana santa es suficiente.
La novela como género necesario se sostuvo hasta bien entrado el siglo XX, pero tuvo su apogeo en el XIX, con la burguesía disfrutando del poder que había arrebatado a la nobleza y la aristocracia. La era industrial fue también la era novelesca por antonomasia y en ella floreció el hombre sentimental (o romántico), y los grandes como Flaubert o Tolstoi construyeron su mundo en un entorno próspero. Cuando Thomas Mann escribe "Doctor Faustus" es ya la plena decadencia, porque es una novela de ideas (y encima ideas prestadas), que también viene después de esa obra maestra que es "La montaña mágica", que es la novela del adiós, la ceremonia del adiós a un tiempo que se creyó venturoso, lejos del ajetreado mundo.
Cuando Calvino o Perec escriben sus divertimentos, lo hacen a sabiendas de que sólo quieren atraer al homo ludis, y esto después de los experimentos estériles de los franceses del Nouveau Roman. La novela ya había dado todo de sí y era inútil volver atrás.
Y sin embargo, es lo que se ha hecho, y los bestsellers son la prueba de ello: mamotretos que la gente lee, Dios en primer plano, la búsqueda de la felicidad, la identidad, los temas manidos. Kundera agotó toda la novela de ideas y es ya un epíogono que reflexiona acertadamente sobre el arte de la novela, pero no hace nada nuevo. La novela como artefacto que lo contiene todo, que es capaz de abarcar todos los mundos, ha dado todavía algunos frutos, pero en la posmodernidad los escritores saben demasiado, no hay inocencia posible, y cada libro sagaz es ya un guiño al conocedor, como queriendo decir: "¿veis qué bien lo hago?"
De ahí las polémicas cada tanto sobre la muerte de la novela, de ahí la insistencia en exhumar su cadáver. La novela tampoco es un cadáver exquisito, es más bien una podredumbre patética, que más convendría en dejar a un lado, si no queremos enfangarnos más en su hedor.
Pero, ¿cómo, es que ha muerto no hace mucho? Digamos que en los años sesenta ya estaba para el ataúd. En los cuarenta años de difunta, la novela ha querido jugar a las resurrecciones, pero la verdad es que el simulacro es sólo eso, una virtual imagen de su verdadera naturaleza, que ya no existe como tal, que es un fantasma.
Los escritores posmodernos siguen escribiendo, pero ni ellos mismos pueden tomarse en serio siquiera un instante. Es como en las demás artes: en artes plásticas, los pintores son burlados; en música, el que hace una sinfonía lo hace sabiendo que repite viejos esquemas. En todas las artes encontramos el mismo gusto por el refrito, el pastiche, la mezcla, ya no kitsch sino "poliestilismo", un eclecticismo que recuerda al que hubo en la decadencia de la antigua Roma.
La alternativa puede ser el relato corto, porque vivimos en un tiempo de la velocidad, el fragmento, y la novela pertenece a la época de las síntesis, de la Historia, de la obra de arte total; un renacimiento de la ópera, hoy, como de la novela histórica, no es más que el eructo de unos hombres cansados de ser, pero que se niegan a morir. Un desfile de viejos moribundos que organizan perfectamente sus últimos días.
Y por todas partes, el avance de las nuevas tecnologías, las nuevas escrituras instantáneas, y sin embargo, se desea el viejo glamour de los libros encuadernados, las ferias, las presentaciones, todo eso que nos condena a volver al viejo placer...
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Al parecer, no nos ponemos de acuerdo, o es que en este tema de la novela muerta es imposible. Digo que es imposible ponerse de acuerdo si no distinguimos desde temprano una escritura artística y otra meramente comercial o pornográfica, que sólo alimenta los instintos. Si existió un Joyce o un Musil, ¿cómo vamos a compararlos con un Joe Hill, el hijo de Stephen King y su traje del muerto?
Si no hacemos esta ruptura, será imposible ponerse de acuerdo. Si pensamos que sólo hay historias por contar, lo que importa es la temática y no la forma, la construcción de mundos, entonces la novela puede seguir por los siglos de los siglos, y todo el esfuerzo de esos cadáveres ilustres habrá sido en vano, porque los lectores sólo aprecian la chusma y los grandes almacenes. Como se mostraba en esa viñeta de El Roto: bestsellers, y un montón de rollos de papel higiénico..., es casi lo mismo.
La novela nació casi como folletines, pero avanzó y cosiguió expresar lo que ningún otro medio era capaz. Si luego el cine era capaz de contar mejor los melodramas, la novela tenía que dedicarse a tareas más sutiles...., de lo contrario, es inútil la tarea. Ahora que el cine también ha muerto (el cine como séptimo arte, el cine de creación, que el cine churrero sigue igual, con su inercia de festivales y glamour), las historias parecen refugiarse en historietas, en videojuegos, en otras partes virtuales.
La novela, por lo tanto, ya no sabe realmente cuál es su frente, está perdida, los escritores deciden seguir por inercia, escribir es casi un ejercicio de autismo, de glamour también, pues hay premios y algunos sólo se guían por ellos. No se escribe bien, y la crítica en España es bastante mala.
En el extranjero hay mejores voces, pero como decía ayer, estos escritores posmodernos o los que juegan con el pasado saben que están cometiendo impostura, cuando saben que no hay nada nuevo bajo el sol y que lo que dicen se lo tienen bien sabido.
Ha habido autores que han decidido experimentar, Sebald sobre todo. Coetzee también es realmente grande, aunque en "Hombre lento" se traiciona y se burla de alguna manera del realismo, que él nunca ha mantenido realmente.
El realismo es una tontería y no llega a ninguna parte.
Hay una novela que realmente me ha gustado, la leí hace algunos meses, casi un año a decir verdad, y se llama "Jonathan Strange y el señor Norrell" de Susanna Clarke, en ella se mezclan elemento históricos con otros de pura magia, y esa combinación, unida a una erudición traviesa (la obra está llena de notas a pie de página), es lo que hace que alguien renueve con fuerza la novela a lo grande.
Vamos a ver qué ha hecho Jonathan Littell.
P.D. Habrá que esperar hasta finales de este año para "Las clementes", me temo.
P.D. (2) Houellebecq lleva a su remate la "novela de ideas" o en plan Sartre. Lo hace con la mayor carga de cinismo, pero también con el análisis más feroz de la la sociedad contemporánea.
¿Quién da más pistas?

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El cine como industria está en crisis en la meca que es Hollywood...., así que imaginad en el resto del mundo...
Y cuando cualquiera puede hacer una "película" con su cámara de vídeo, y hacer retoques y demás, y ahora con lo del Youtube, el cine ha muerto.
Las primeras muestras del poscine ya se están haciendo: algunas cosas Dogma, "Inland Empire" de Lynch, etc.
Así pues, si la novela tiene futuro, ¿cómo puede ser? Más allá de Sebald, ¿cómo se puede escribir?
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Creo que poner al cine asiático como ejemplo de renovación o de seguir adelante el cine, es equivocado. El cine asiático era la novedad en los 90, pero cuando has visto unas cuantas películas de Yimou o de Kiarostami, sabes que es más de lo mismo, la sorpresa se pierde (y eso no quita que uno quede fascinado con películas de Kitano o del iraní). La verdad es que el eurocentrismo es malo, pero la búsqueda de lo exótico es cosa también del pasado.
El cine ha muerto porque, ya lo decía Godard en "Elogio del amor" (que he visto dos veces), el cine ha muerto porque esos americanos con sus pequeñas cámaras han roto toda posible magia. Godard era el único que quedaba, ahora sólo hace resúmenes, testamentos de un arte desaparecido.
Sobre la literatura, la novela de un Murakami, occidentalizado, no contribuye a la renovación, pues es más de lo mismo con un barniz de capricho oriental. Lo que he leído de él me parece verboso, cargante, y muy infantil (los orientales son sumamente infantiles, y eso no me gusta).
Habrá que esperar nuevas voces., pero nuevas de verdad.
Ayer puse la radio de repente y estaba un científico recomendando grandes libros, como el "Origen de las especies" de Darwin (¡justo estaba leyendo el capítulo en la obra de Bryson que habla de él!), o "Cosmos" de Carl Sagan.
Si leemos más libros de ciencia, comprobaremos que las maravillas abundan...
Etiquetas: Miseria de la lírica