viernes, octubre 29, 2004

El deseado

Una voz amiga, de otro tiempo, sonó anoche de nuevo, y eso era algo para festejar. Se trata de José Luis Téllez, que fue invitado a La Noche Cromática por las propias cartas y peticiones de los oyentes. En la segunda hora del programa habló y habló, con su conocida verborrea (¡pero bendita sea!), sobre qué ha sido de su vida después de su último programa de radio, y también de aquellos años primeros, que yo no pude conocer, era muy joven o no había nacido aún. Este hombre, para quien no lo sepa, es uno de los "musicólogos" más destacados de nuestro país, un melómano y un conocedor de toda la historia de la música (trabajó como seis años de documentalista en lo que era Radio 2, la Clásica ahora). Contó por qué lo echaron del programa "A contraluz", cuando las bombas sobre la antigua Yugoslavia: en el programa que sería el último, llamó "borregos" a los que votaron a favor de la entrada de España en la OTAN, siendo que el ministro de la des-gobernación (así dijo) se había referido antes a los "simpatizantes de ETA", los que se oponían al sí en el referéndum. Pero con él no hubo perdón, al día siguiente le negaron el paso, por haber lanzado insultos, jaja...

Como no hubo más tiempo, no se habló del programa por el que lo conocí, "Música Reservata", que duró varios años en antena, hasta que en junio de 1999 lo echaron, no fue cosa de él que se fuera. Ya sabemos quién gobernaba entonces, qué fachas había en el poder. Esa pérdida me dolió mucho, yo amaba ese programa, irrepetible (el de ahora, a su lado, es un divertimento). Recuerdo que en aquellos viernes noche incendiados, por la música seleccionada (cada vez más contemporánea) y su palabra, yo era feliz. En algunos programas, mi ex y yo aplaudíamos mentalmente con las frases y "discursos" que soltaba, Téllez no es de esos tibios que lo dicen todo de manera suave, diplomática.

Anoche, por una hora, fui feliz de nuevo, me hizo pensar en aquel encuentro que tuvimos con él en Madrid, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en diciembre de 1997, cuando acudimos a escuchar al Cuarteto Arditti tocando la integral de los cuartetos de cuerda de Scelsi. Lo saludamos y agradecimos su espacio. Anoche, nos puso el Epílogo del Wozzeck de Alban Berg, y una pieza de Francisco Guerrero para doce saxos, increíble, Rhea. No hubo tiempo para más. Ahora dice que está prejubilado, da cursos y charlas, escribe en la revista Scherzo, pero no es lo mismo. No sabe si volvería, si volvieran a llamarlo. Fue de él de quien aprendí lo real que es el fascismo cotidiano, esta expresión la usaba mucho. José Luis Téllez, te echamos de menos, los que amamos la música de verdad.

jueves, octubre 28, 2004

Una pianola



Anoche, el "invitado" del programa La Noche Cromática era Conlon Nancarrow, compositor nacido en Estados Unidos pero que pasó buena parte de su vida en México, en donde encontró el asilo que necesitaba, luego de que el Gobierno de su país ya no quiso saber nada más de él, por sus actividades supuestamente subversivas. La verdadera revolución, sin embargo, la hizo en el campo musical, y a través de su trabajo incansable con unas viejas pianolas, que él elevó a una nueva categoría. Todo lo hizo de manera manual, él mismo se encargaba de perforar los rollos, algo que le llevaba, en algunos de sus increíblemente complejos Estudios, más de un año. Cuando salió la grabación de este corpus experimental, en el sello Wergo, uno de los compositores que quedó alucinando fue Ligeti. Dijo que la obra de CN estaba al lado de otros rompedores como Webern o Ives, y en su obra posterior hay muchas deudas con este piano mecánico (caso de sus también Estudios, pero para piano convencional, digamos "humano").

Anoche sonaron (lo que alcancé a escuchar, no sé si hubo uno antes) los Estudios 21, 3b y 40a. El primero tiene la forma canon, hay dos líneas, una que comienza a toda velocidad y la otra desde abajo del todo. La primera inicia el paulatino movimiento de desaceleración, mientras que la segunda voz acelera progresivamente, llega un momento mágico en que se encuentran. El oyente tiene la sensación de que la primera está "arriba" y la otra abajo..., y si presta atención, se da cuenta de cómo ese juego de velocidades vertiginosas es lo más parecido en música al rizoma de que nos habló el gran Deleuze.

La segunda pieza se nota que es de los primeros años, cuando Nancarrow decide homenajear a los viejos músicos de jazz, hay rastros de blues, pero como dijo el presentador, parece que esa superposición de melodías semeja más bien un rock avant la lettre. La última pieza, la 40a, de las últimas que componen el ciclo, es de una complejidad apabullante, en donde las proporciones matemáticas que se usan en su composición son realmente "irracionales". Otro compositor amigo, Carlos Sandoval, ha realizado un pormenorizado análisis de estas obras.

Nabokov sentencia

En el blog de Daniela Artefacto encontré la siguiente cita de Nabokov sobre Chejov:

Voy a ir más lejos, y decir que quien prefiere Dostoievski o Gorki a Chéjov jamás podrá captar lo esencial de la literatura rusa y, lo que es mucho más importante, lo esencial del arte literario universal. Yo recomiendo vivamente tomar cuantas veces sea posible los libros de Chéjov (incluso en las traducciones que han padecido) y leerlos como deben ser leídos, soñando a su través. En una era de fornidos Goliats viene muy bien leer cosas sobre Davides delicados. Esos paisajes desnudos, los sauces secos al borde de los caminos tristes y enlodados, el súbito tufillo de un recuerdo asombroso en un rincón extrañísimo: toda esa vaguedad conmovedora, toda esa debilidad hermosa, todo ese grisáceo mundo chejoviano es algo que vale la pena atesorar frente a la luz cegadora de esos otros mundos fuertes, autosuficientes, que nos prometen los devotos de los Estados totalitarios.


Estoy muy de acuerdo con el gran Nabokov, sin duda mi escritor favorito. Qué placer entonces, cuando mi ex y yo leíamos sus obras de teatro en voz alta... Y sus cuentos, sus maravillosos cuentos, siempre detallistas, siempre melancólicos, divertidos a veces, y que retratan situaciones y personajes inolvidables (la mujer del perrito, el monje negro, el médico casado con una frívola, etc.). El pasado verano, en la antología de Monterroso sobre los cuentos tristes, leía uno de ellos. La sutileza, el color al borde del camino... lo que no hace ruido...

miércoles, octubre 27, 2004

Nadie sabe...

Uno quiere ir hacia delante, sostener cada día nuevas sorpresas, ideas, tramas para engañar al tiempo, pero en el sueño, en cada paso, volvemos a caer en ese pasado que creíamos muerto. Constantemente nos decimos que todo podría haber sido de otra manera. Veo a la gente que estaba conmigo en el instituto, la mayoría ya casados y con algún hijo, ellas esperaron hasta los treinta pero al final tuvieron el crío, aunque a muchas ya les iban diciendo que se les pasaría el arroz (qué expresión tan idiota, por cierto). Gente que cree en una sola dirección, o una vía de único sentido. La vida es eso, se supone, avanzar sin mirar atrás. La nostalgia no es buena, mirad lo que le sucedió a la mujer de Lot. Quien se detiene al borde del camino engendra pestilencia, parece. Hay que casarse, emparejarse al menos, hay que dejar descendencia, eso aquieta la furia del Yo, eso hace que nuestra mortalidad sea menos pesada. No es mi caso, me digo, no deseo entrar en ese rebaño, ya desde el colegio no me gustaba formar fila, la odiosa escuela...

Entonces, vienen los recuerdos, las sombras de la noche, te despiertas con un grito, un grito muy real, pues luego compruebas que te molesta la garganta. Gente que no tragas en la vida real aparece ahí rebajada, te vengas en ese espacio sin tiempo, en el no-espacio. Ya sé que podría estar con una mujer, tal vez casado, y hasta con un hijo, y con ese hogar que sueñan los que van a ser o ya son felices. Pero no creo que sirva para ese tipo de vida, es más, no creo que sirva para ningún tipo de vida humana.

Música, conciertos para instrumentos graves: el concierto para trompeta de Bern Alois Zimmermann, Nobody Knows the trouble what I see, sus coqueteos con el jazz... Terminó suicidándose, harto de su mala salud y de que sus obras no se estrenaran. Frente a él, Henze y la luminosidad mediterránea de una música clara, técnicamente perfecta, como se demuestra en su Concierto para contrabajo (Frano Kakarigi, Orq. Ciudad de Granada, Arturo Tamayo), en donde imagina que el instrumento es un fauno, que divaga, corretea y se mueve de aquí para allá, no sabemos si antes o después de la siesta... Por cierto, en febrero de 2005 habrá Carta Blanca para él, dentro de la temporada de la ONE. Espero acudir a alguno de los tres conciertos que él mismo ha elegido.

martes, octubre 26, 2004

Esa magia



Qué placer es siempre escuchar La flauta mágica de Mozart, ese singspiel delicioso, esa "ópera" que ha sido siempre mi favorita, pero que no he podido ver nunca en directo, una vez estuve a punto, pero al final me la perdí, y la verdad es que daría lo que fuera por encontrar otra ocasión... En disco tengo la versión de Karajan (D.G.), que es excelente, y otra más, por Karl Böhm, pero no entera sino con momentos destacados. Estuve escuchando precisamente ésta, y una vez más tengo que decir que prefiero por encima de otros pasajes ésos en los que interviene Papageno, el pajarero, el rústico y pagano, con su caramillo y su jaula, con su traje colorido y su fresca personalidad. Tres de estos momentos están en el disco, el de su presentación, otro que es un aria, y el famoso y divertido dueto con su alma gemela, Papagena, Pa-pa-pa, una de esas genialidades de un músico en la plenitud de su vida y obra.

Por debajo de todo este juego instrumental y vocal hay un marcado simbolismo, pero al oyente que se acerque por primera vez, o que no quiera adentrarse en misterios insondables, que se deje llevar por esa flauta, por esa fuerza del aria de coloratura de la Reina de la Noche, y sabrá que la magia existe.

lunes, octubre 25, 2004

Un amateur

Ayer por la mañana, como es habitual, fui al Rastro y me pillé algunas cosillas, no muchas, la verdad. Cuando llegué a casa miré los discos, y me dí cuenta entonces que el de los Cuatro Divertimenti de Haydn por el Linde-Consort, no era tal, sino que traía, suelto ahí dentro de la carpeta, otro un poco raro. Veamos, ¿qué es esto?, y sólo se podía leer una serie de títulos, algunos en latín, otros en alemán, aunque tal vez antiguo..., otros en no sé qué lengua de hace muchos siglos. Así que después de comer me quité la duda, estaba un poco nervioso, no quería llevarme la mala sorpresa de un disco con horteradas del Tirol o esas cosas. Pues no del Tirol, pero cerca: Musik aus den alten Basel, o sea, música de la antigua Basilea, la ciudad suiza de habla alemana. Una maravilla, por suerte: sones con pífanos, chirimías, tambor, clavicordio y percusión deliciosa, que me hizo pensar en otro tiempo, cuando junto a mí ex escuchaba esta música, recuerdo sobre todo un nombre, Arbeau, que recopiló un sinfín de danzas. Pensé en aquel curso al que asistí de invitado, y que daba en el Parador de Nerja la profesora Verena Maschat, con los alumnos mostrando sus "artes" y los músicos (mi ex entre ellos) vestidos ligeramente de época. Hablo de los siglos XIV y XV... El grupo en este caso se llama (¿llamaba?) "piffani" y lo dirige R. Erig.



Por la tarde, un especial en El Mundo de la Fonografía (que escucho desde hace casi diez años), dedicado al gran Charles Ives, de quien Pierre Boulez dijo que era un amateur. Por el hecho de que este músico estadounidense, del que se cumplen ahora los cincuenta años de su muerte, no tenía a la música como su ocupación principal, sino que escribía en sus ratos libres. Lo suyo eran los seguros, y hay quienes afirman que fue él el inventor del seguro de vida; por este motivo, porque también fue un pionero en este trabajo, acabó sus días millonario. Pero lo que nos interesa es su música, una música irreverente, recogida en ocasiones, "filosófica" (cercana a pensadores como Emerson o Thoreau), en donde se manifiesta su gusto por el collage y su gran interés por el folklore de su país (Ives como el primer gran compositor norteamericano). Lo que se pudo escuchar estaba centrado en su producción orquestal, y sonaron casi todas sus sinfonías (la Segunda, la Tercera, la fuga de la Cuarta, y la "Universo", que dejó incompleta). Pero lo que más me gustó de esta larga sesión fueron dos piezas: una, que ya conozco muy bien, La pregunta sin respuesta, una de sus meditaciones, en donde se establece un juego fascinante entre tres "grupos" instrumentales: la trompeta que "pregunta", los otros metales que responden caóticamente, y las cuerdas como continuum o flujo del universo... De un simbolismo arrebatador, sí, pero lo mejor para el principiante es dejarse llevar. La otra, que no conocía, es El general William Booth entra en el cielo, para barítono, coro y orquesta, divertidísima, un momento de distensión, una broma que puede sonar muy en serio.

A veces me pregunto qué pensaba el propio Ives de su música, que se estrenaba con muchos años de retraso, y mucha de la cual no pudo escuchar nunca. La Tercera Sinfonía recibió el Pulitzer. Stokowski, Bernstein y sobre todo Bernhard Herrmann (el gran músico para el cine, también director de orquesta) fueron sus máximos defensores en vida. Hasta hubo un encuentro con Mahler, que quería dirigir esa Tercera, pero no vivió lo suficiente. Sea como sea, el tiempo de Ives hace tiempo que llegó, aunque todavía es poco interpretado, todavía su música se escucha con ese cierto desdén que los europeos cultos sienten hacia el autodidacta. Me encantan estas almas a su aire. Boulez, qué equivocado que estás.

sábado, octubre 23, 2004

Un acordeón



La otra noche, el jueves, en el programa de radio, estaba Ángel Luis Castaño tocando en directo, presentando un nuevo instrumento parecido en sonoridad al acordeón que él toca pero también cercano a la armónica. Escuché parte de una pieza de Borodin, transcripción, claro, y otra de Piazzolla. El acordeón es un instrumento reciente, data de la primera mitad del siglo XIX, y por eso su repertorio todavía es pequeño, en comparación con los intrumentos más clásicos. Y en nuestro país, este músico es uno de los más destacados. Una vez escuché De Profundis de Sofia Gubaidulina, por él mismo. Ha sido esta compositora la que ha escrito más obras para el bayan, el acordeón clásico ruso que Castaño toca. De ella tengo un CD con tres obras en las que está presente: In Croce, para bayan y violoncello; Silenzio para bayan, violín y violoncello; y la impresionante Sieben Worte, para bayan, violoncello y cuerdas, y que pude escuchar en directo hace tiempo, ya no recuerdo bien a quiénes en los papeles solistas... En estas Siete Palabras, los dos instrumentos principales se encargan de personificar las figuras de Dios Padre y de Jesucristo, por lo cual, la dramaturgia también es importante, en vivo te deja para el arrastre, sobre todo si está presente un narrador que indica las distintas secciones. ¿He dicho ya que Gubaidulina es una de mis favoritas?

Bueno, en esa noche mágica también se escuchó Loving, de los Five Tango Sensations de Piazzolla, y que tengo también en un precioso (y breve) CD, con el propio músico argentino y el Kronos Quartet (los cuales, por cierto, han tocado en Sevilla esta semana). Como bien se comentó luego, aquí P. se mueve en otro tono, más deliciosamente sentimental y sin ninguna excusa por haber dejado su terreno habitual.

Se me olvidaba: la noche antes, una hora sobre "música y otoño", con referencias literarias de Valle-Inclán, Rubén Darío y otros. Hipnótica la obra de Takemitsu En un jardín de otoño, para orquesta gagaku, con todos los instrumentos tradicionales de Japón. Música galante, exquisita, que te lleva a otros mundos...

Vida trascendida

Recordamos nuestras vidas, Schonpenhauer escribió en alguna parte, un poco mejor que una novela que una vez leímos. Esa es la verdad: un poco, no más.


Así se expresa el narrador, Michel, de la novela de Houellebecq, al final del capítulo 4 de la segunda parte. Antes ha dejado unas cuantas frases contudentes sobre la falacia de la individualidad, algo que ya Sloterdijk nos ha mostrado a las claras en sus minuciosos ensayos. Toda esta reflexión parte de un hecho en la vida de Michel: está por dejar su antiguo apartamento para trasladarse a otro, en donde vivirá con Valérie. Es decir, para vivir la experiencia del Dos. "Llega a ser un hábito estar solo, ser independiente; no es siempre un buen hábito. Si perseguía vivir algo parecido a una experiencia conyugal, ahora, evidentemente, era el tiempo (...)Muchas mujeres se han cruzado en mi camino; no tengo una fotografía o una carta de ninguna de ellas. Tampoco tengo fotos de mí mismo: no tengo memoria de lo que pude haber sido cuando tenía quince años, o veinte o treinta. No tengo realmente papeles personales: mi identidad puede guardarse en una pareja de archivos que se pueden meter fácilmente en un archivador de tamaño estándar. Es un error pretender que los seres humanos son únicos, que conllevan una irreemplazable individualidad; en lo que me toca, de todos modos, no puedo distinguir ninguna traza de
individualidad" (ídem, trad. propia).

Sloterdijk y Houellebecq se dan la mano, están ambos en el área del cinismo/quinismo, más del segundo lado. No pienso, como me ha sugerido un amigo, que H. se incline ya hacia un poscinismo, no creo que sea aún su caso, sobre todo por un hecho que viene luego, en el capítulo siguiente, y que tiene que ver con el Cuerpo sin Órganos del que habló Deleuze, y del que ni Michel ni Valérie participan ni comprenden. Pero estas reflexiones son muy pertinentes, y las puedo entender perfectamente. Valérie le propone a M., tras unos meses de sexo salvaje pero con sentimiento (se supone, las descripciones son parcas, no estamos ante un Hollinghurst...), que se traslade a su piso, o que alquilen uno entre los dos. Y entonces recordé el tiempo, ya lejano, diez años, en que M. me dijo lo mismo, que me fuera a vivir con ella, y por supuesto que acepté. Y hubo un tiempo maravilloso: sí, dice Michel, dicen que una pareja que vive en la misma casa, se acaba aburriendo un poco en el terreno sexual, desaparece esa excitación y la sorpresa de los primeros días. Pero luego añade: ese aburrimiento llega, sea como sea la circunstancia. Hay un momento en que la felicidad puede ser algo tangible, algo que puede casi traslucirse, y la compañera de trabajo de M. se lo dice. Hay que aprovechar ese momento. Porque la soledad es el peor enemigo; hay que amar la transferencia, y detestar la soledad por sobre todas las cosas. En una película reciente, Es más fácil para un camello..., la actriz y directora Valeria Bruni-Tedeschi nos habla de este esfuerzo por lograr la independencia de la familia y sobre todo de un padre seductor, "divorciarse de los padres" para poder llegar a amar al hombre rebelde, el comunista, el que quería secuestrarla, y que ella fantasea como posible. Si una mujer no realiza este corte, nunca podrá, como Valérie, lanzarse a su amor-entrega. Aunque ese hombre sea un neurótico y un cínico y un obsesionado con los órganos primarios como Michel. Ir a la casa de mi amada, quedar allí, probar el vino de la lujuria, más allá de las convenciones.

La segunda parte de este mensaje tiene que ver con la primera frase y con parte de lo que observamos en el párrafo que sigue: qué es una vida, qué cosa nos viene de nosotros mismos, algo opaco, borroso, algo que creemos saber, pero que inventamos sobre la marcha, pensando que así ocurrió. Como el recuerdo de una novela que leímos en la lejana juventud, de la que nos vienen fragmentos, nada más que anécdotas, y que sin embargo recubrimos del aroma de la verdad. La gente en la actualidad, y desde que existe la fotografía, se obsesiona con la toma de imágenes. Yo puedo decir, como Michel: no tengo esas fotografías de mi infancia y juventud, de hecho, no tengo fotos "decentes" hasta el tiempo en que vino la felicidad a la que he aludido. Por eso, la primera cosa que me sorprende siempre, al comienzo de una relación, es la pasión por el mostrar, por el querer ver las fotos, y la otra persona te muestra lo que fue, y crees que fue ella, así, con ese rostro extraño y sin embargo tan cercano... Simulaciones de una identidad. Papeles, cartas, folletos de viajes y apuntes del colegio o la universidad. Guardo cada papel, cada hoja, cada anotación, un sinfín de cuadernos, pero no las codiciadas fotos. Por lo que todo eso puede no ser más que una ficción. Ahora mismo, estos días, he comenzado a escribir un largo relato sobre una pasada historia. Y la escribo desde la distancia y con toda la ironía de que soy capaz, como si le hubiese ocurrido a un otro que nada tiene que ver conmigo. Pero con la firmeza y la alegría de saber, de alguna forma, que es lo mejor que me pasó entonces, cuando se avecinaban grandes cambios. Me río de la memoria, de la verosimilitud y de la pasión por el realismo que todavía impera en algunos y algunas. El tiempo lo distorsiona todo, filtra los momentos, altera las fechas, y así está bien. En mi cabeza se entrelazan las frases, saltan las caricias de un encuentro a otro, y sé que este encubrimiento es la penúltima trampa del inconsciente, el que me hizo salir aquella tarde, corriendo casi, a la casa de mi amada.

jueves, octubre 21, 2004

La buena comida... y la otra



Ya se estrenó por estos lares la película de Morgan Spurlock Super Size Me, su ataque fulminante a la mayor empresa de comida basura; me gustaría verla pronto, después del regocijo que significó ver la de Michael Moore. Alguien que ya la vio me ha dicho que es por el estilo, y el mismo director, en una entrevista, cuenta cuánto le debe al gran Moore. Pero de lo que quería hablar ahora es de la reacción de McDonald's, que ha publicado en distintos diarios de tirada nacional un mensaje a página completa, y que me ha hecho mucha gracia. En él nos quiere engatusar con la variedad y el equilibrio de su comida, con fotitos aquí y allá de esas "cosas" que ya conocemos, como los horrorosos nutgets de "pollo" y las ensaladas diminutas y más sospechosas aún. Salen con el cuidado que ponen en las comidas de los niños (pero no dicen que los chantajean con los muñequitos, claro, esas tonterías que les meten en el Happy Meal), y resaltan la adaptabilidad a los países en donde se instalan, como el caso de España (¿aceite de oliva, dieta mediterránea?). Total, una fantasmada, para contrarrestar el efecto nocivo del filme ya en marcha. Pero ahí no queda la cosa, porque he visto también su último spot, en donde sale una medallista olímpica, no recuerdo el nombre ni me importa, corriendo con su bolsa comprada en McDonald's, mientras un tipo la persigue hasta la misma puerta de su casa: "¡su salsa!", le espeta el pobre diablo. Al parecer, la salsa ésa debe de ser el no va más... (risas en la oscuridad). Una prueba pequeña de la idiotez en estado puro.

Y mientras el 60 % de los estadounidenses tiene problemas con el peso, y aquí en España los adolescentes siguen apuntados a la comida basura, uno trata de quitarse del todo de comer carne..., recuerdo que en una época frecuentaba más los vegetarianos que los restaurantes convencionales. La mujer del director de la película es vegetariana, por cierto. Lo que ocurre, creo, es que comer bien requiere tiempo, tanto si es en casa, y se cocina, como si salimos fuera, y tenemos que esperar, elegimos un buen vino, degustamos la comida, etc. Eso es lo que la gente que visita esos antros asépticos, como McD (del que se burlan, y bien, los hermanos Chapman) no parece querer practicar.

Artículo de Pascal Lardellier sobre la comida basura: Revista de Occidente, abril de 2004

miércoles, octubre 20, 2004

¿Una felicidad posible?



Sigo con la novela de Houellebecq y ahora he llegado a la segunda parte. El viaje a Thailandia ha terminado, Valérie le ha dado el número de móvil a Michel. Él la llama ese mismo día en la tarde (¿no le hizo efecto el jet-lag?), y en la noche se pasa por su casa. La cena se convierte en un polvo estupendo. Luego se queda a dormir allí, y siguen las raciones de sexo. En todo el viaje no tuvieron más que encuentros esporádicos, y ahora todo el deseo explota de forma incontenida. Valérie le dice que en los circuitos turísticos, la gente no tiene relaciones sexuales. Ella sabe de qué habla: trabaja en Nouvelles Frontières, el mismo tour-operador que ha organizado el viaje que ellos han hecho. Poco a poco se van conociendo, no sólo físicamente, y ella habla de su trabajo. Pero también quiere que él responda a una pregunta que ya le hizo en el trópico, cuando supo de la visita de él a un salón de masaje. Se trata de saber qué tienen las chicas tailandesas de mejor, si realmente hacen mejor el amor que las europeas. Michel responde:

A lo mejor no lo entiendes, pero tú eres una excepción. Es muy raro ahora encontrar una mujer que siente placer y que quiere darlo. Por lo general, seducir a una mujer que no conoces, follar con ella, ha llegado a ser una fuente de irritaciones y problemas. Cuando piensas en todas las tediosas conversaciones que tienes que tener para llevar a una chica a la cama, sólo para descubrir que ella es una pésima amante que te aburre para joderte con sus problemas, llevarte a sus tesis --de alguna forma dándote la impresión de que no eres capaz de arañarlos-- y con la cual has de pasar el resto de la noche al menos, es fácil ver por qué los hombres suelen preferir evitar el incordio pagando una pequeña tarifa. Tan pronto como son un poco viejos o un poco expertos, los hombres prefieren evitar a las claras el amor; encuentran más fácil ir y buscar una puta. Pero ahora, no una puta occidental, no merece la pena, son realmente desechos humanos, y en cualquier caso, la mayor parte del año los hombres no tienen tiempo, tienen mucho trabajo. Así, la mayoría de ellos no hacen nada; y algunos, de vez en cuando, tratan de hacer un poco de turismo sexual. Y es el mejor escenario posible: al menos hay todavía un poco de contacto humano cuando se visita a una puta. También estás esos tíos que encuentran más cómodo pajearse en internet o viendo películas porno. Tan pronto como tu polla ha disparado su pequeña carga, eres perfectamente feliz.
(la traducción es mía).

La discusión prosigue, ella le sugiere que hombres y mujeres pueden cambiar, pero él responde, de forma igualmente sentenciosa, que algo pasa con las mujeres occidentales, algo ha cambiado y sigue cambiando en ellas, y terminarán casi todas adaptándose al modelo masculino. Así, serán ellas también turistas sexuales, y pagarán para los placeres del mercado... Si el tipo barrigudo occidental, o el joven de look californiano, prefieren esas chicas tailandesas, es por su manera de ser dócil y dulce, y por sus habilidades sexuales, que el narrador ha comprobado en dos ocasiones. Se nos habla antes de una agencia que provee de estas chicas, que buscan un marido (y también padre) trabajador, sin más exigencias. Las occidentales, por el contrario (y veremos el caso de la mujer de Jean-Yves, ese ejecutivo típico), no sólo quieren ser amadas (pero el amor es ya una palabra vacía para ellas), sino estar rabiosamente sexys. La moda manda, aquí también. Estas mujeres ya no creen en la familia ni en el matrimonio, ni soportan la menor contrariedad e imperfección en sus compañeros. Hay una tendencia hacia la igualación total, que destruye por el camino los viejos afectos. Es esto lo que Michel sabe, con su cinismo rampante, con su vida anodina y putrefacta (Hot Video que no falte). Es posible que esta prisa por entrar en Valérie sea todo un síntoma de su debilidad, de su autoengaño. ¿Por qué no quiso follar con ella, por ejemplo, en Nochevieja? En los trópicos, en esa especie de paraíso para ricos y gente sexualmente necesitada, Valérie se convierte en una especie de doble, esto es lo que intuimos. Es ella la que se sale también un poco del grupo, no soporta al fascista de Robert, la que ha tenido experiencias de aprendizaje... Hay, por otra parte, una fijación en Michel, hacia la vagina, que arrastra desde los once años, cuando la primera chica le mostró su "pussy". Después del primer polvo, tiene un sueño con sentimiento oceánico. Antes, en Thailandia, cuando se adentra en el mar y se saca su polla, piensa en cómo sería entrar en la vagina de V. Ella se convierte para él en su "felicidad posible". Su "órgano" abierto a la influencia, que atisba en el descenso a esa playa paradisíaca, se convierte en una esfera-refugio contra un mundo desolado.

martes, octubre 19, 2004

Apatía

Hay días en que uno no tiene ganas de nada. En que uno se levanta de echar una siesta y no sabe qué hora del día es, y peor aún, en qué día está; hay días en que la desorientación es total, casi como en aquellos días negros de la depresión. Surgen pensamientos extraños, como qué pasaría si un familiar muriera de repente, o peor, si uno mismo se descompusiera y la palmara también, y qué se siente cuando ya no estás en ese cuerpo, y flotas, y adónde va uno después. En una vieja casa aparecen de nuevo rostros en el suelo, y se nos dice que ahí debajo hubo un cementerio o algo así. Todo puede ser real, o no. Más allá de la miseria cotidiana, hay enigmas, destellos de fuerzas que no podemos soportar.

Estoy muy de acuerdo con esta crítica de la obra de Houellebecq Plataforma. Michel, el narrador y protagonista, experimenta primero ese falso paraíso de Thailandia, en donde expone ante los demás su único deseo, la compañía de una chica dulce y sumisa y experta en masaje erótico que lo haga un rato feliz. Se rebela abiertamente contra la hipocresía, ya sea en el personaje de Josiane, esa profesora amargada y moralista, ya sea a través de la Guide du Routard, con sus consejos bienintencionados y advertencias de no ir a Pattaya, por ejemplo. Michel, que se masturba mientras lee una novelucha de Grisham, y que no se atreve a intimar más con Valérie, la única del grupo que le parece respetable. El viaje al trópico tras la muerte de su padre, por el que no siente nada ("Padre, construiste tu casa sobre arena"), se convierte así, más que en un tiempo de relax, en una ocasión para presentarnos esas miserias de los occidentales ricos, fascistas (el caso de Robert, y su charla en ese bar de alterne, es ejemplar) e indiferentes a su propia decadencia.

Recuerdos...

Hay una edad crítica, y es cuando llegas a los treinta años. Entonces, ya no hay vuelta atrás, sabes que la juventud se esfuma definitivamente, aunque quieras engañarte con eso del "espíritu joven" y demás excusas. Quien más quien menos, ha sufrido alguna crisis importante, y también fue mi caso. Cuando cumplí los treinta, me encontraba inmerso en una fuerte depresión, tras una ruptura sentimental. La verdad es que no tengo casi recuerdos de ese tiempo sombrío. Me encontraba anestesiado, tomaba antidepresivos y ansiolíticos, y no podía evitar beber, a veces hasta emborracharme. Fue un tiempo salvaje y desastroso, del que no quiero acordarme, pero que de vez en cuando vuelve, como algo fantasmal, irreal, como si fuera algo que le pasó a cierto conocido. Pero sé que algo acecha en la sombra, y que en cualquier momento puede volver. Ayer leía en el último número de El País Semanal que la depresión es la mayor amenaza, y que puede ser, de hecho lo es en algunas partes ya, la segunda causa de muerte, después de los infartos isquémicos. La llamada "gripe anímica", a la que mucha gente no quiere poner remedio, por las etiquetas que luego socialmente te colocan. La depresión, la melancolía de otro tiempo, es algo que arrasa, que no tiene fácil cura, y que muchas veces lleva, sí, al suicidio. En Estados Unidos, a los niños les recetan ya antidepresivos, y no hace mucho se levantó un escándalo por la asociación entre esos antidepresivos en menores y la alta tasa de suicidios. Pero el colmo es que la administración Bush ha lanzado una campaña, llamada cínicamente Nueva Libertad, que obligará a la población a someterse a pruebas psiquiátricas, lo que ha sido denunciado como una estrategia de la todopoderosa industria farmacéutica. Esto supondría un control social como nuca se ha visto hasta el momento. Porque ahí se pretende que médicos generalistas se conviertan en rápidos diagnosticadores de enfermedades que trabajan en la sombra y de manera sutil, y que pueden ser tratados como síntomas simples comportamientos de defensa frente al medio.

Pero sea como sea, la depresión se convierte en una peste, en el Occidente del bienestar, pero también de las pequeñas y grandes miserias que se quieren enterradas. Ahora que leo el último libro de Houellebecq, uno se da cuenta de ese estado de soledad y miseria al que hemos llegado. En la mitad de una vida, las cosas ya no son tan fáciles. Los recuerdos no se pueden extirpar, se pueden anestesiar con pastillas, por un tiempo, pueden salir fuera, en terapias más o menos efectivas... Pero siguen estando ahí. Sólo la escritura puede servir, sólo la literatura, el arte...

lunes, octubre 18, 2004

Paul Klee



Todavía queda un programa como los de antes, quiero decir, como esos programas de la radio que escuchaba de joven, tipo Rosa de Sanatorio en Radio 3, allá por 1988-9. Es decir, espacios de radio en donde no sólo hay música, sino que la palabra se entrelaza con los sonidos para crear una atmósfera especial, que te envuelve y fascina en el mejor sentido del verbo. Eso es lo que hace ahora en la Clásica Ana Zugasti en Sinestesia, que tiene nuevo horario, el domingo a las 20.30 hrs. (aunque ayer fue una hora más tarde). Ya de entrada su voz me resulta excitante, es algo melosa, muy dulce, sí, pero con carácter, y sus palabras se deslizan entre el fondo sonoro, antes de cada fragmento musical. Cuando empezó recuerdo que le pedí a mi amigo Joan Ramón una foto, y él me mandó la que venía en la revista de programación, muy pequeña, sí, pero justo para hacerse una idea de su rostro. Bueno, a lo que iba. El programa de ayer tenía como centro temático a este pintor enamorado de la música, que tocaba el violín en sus ratos libres, siempre en plan amateur. Decía de la música que era su "amante embrujada", y la verdad es que en sus Diarios escribe bastante sobre este arte sublime. Numerosos compositores del siglo XX se inspiraron en sus extraños cuadros para sus piezas, y ayer se pudieron escuchar algunas de ellas. La que más me gustó fue la de Denísov, muy en la línea tenebrosa de su última época, con esa viola solista y esa percusión enigmática. Pero también me gustó el acercamiento de Maxwell Davies, en sus cinco piezas, entre ellas La máquina de cotorreo, que es un cuadro maravilloso que aparece al comienzo de una meseta de D & G (El ritornello). Otros compositores que se han dejado llevar por este clima son Tan Dun y Gunther Schuller, éste con tres piezas de gran riqueza tímbrica. Sin olvidar el juego de Joanne LaBarbara, cantante estadounidense vinculada a John Cage, y que sirve como cortina de presentación del programa.

El arte no está para representar lo visible, sino para hacer visible, decía Klee. La música, podemos decir también, no representa las formas, sino que es el mejor medio para alcanzar las formas y los materiales de que está hecho el universo. La música viene de lejos, nos roza apenas, a nosotros los débiles humanos, y se esfuma de nuevo, lontano. Somos resonadores por los que pasan las vibraciones, el músico como médium de fuerzas que le sobrepasan.

Después del programa, me quedé leyendo un poco, antes de ir en busca del sueño reparador, o trastornador, uno nunca sabe bien, pero la lectura es una ocupación más ardua, aunque el libro sea de lo más tentador.

sábado, octubre 16, 2004

Música en Venecia

Ha comenzado el 48 Festival de Música Contemporánea de Venecia, ligado a la Bienal. Entre los conjuntos participantes estarán la Orquesta de la Comunidad de Madrid (con un gratificante programa), el conocido Klangforum Wien, el Asko Ensemble de Amsterdam y muchos otros, sobre todo italianos. Habrá un diálogo con el Este y también numerosos estrenos, la mayoría comisionados por el prestigioso festival. Se podrán escuchar obras de Sciarrino, Olga Neuwirth, Gabriel Erkoreka, Arvo Pärt (que estará presente) y muchos otros. Es decir, el mejor panorama de la música más vanguardista y exquisita. No sé si Radio Clásica se hace eco de algún concierto, tendré que averiguarlo.

Por estos lares, he de conformarme con los conciertos enlatados, ya sea en directo o en diferido, como el de hoy al mediodía, música de cámara con el Cuarteto Borodin, tocando obras de Shostakóvich y Beethoven. En Madrid, muy pronto, esa doble sesión operística con Bussotti, luego un concierto (que espero no perderme) en donde tocan una obra de Takemitsu...

Pero Venecia, ¡ah, Venecia! Siempre este poema de Pere Gimferrer:

ODA A VENECIA ANTE EL MAR DE LOS TEATROS

Las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.
García Lorca

Tiene el mar su mecánica como el amor sus símbolos.
Con que trajín se alza una cortina roja
o en esta embocadura de escenario vacío
suena un rumor de estatuas, hojas de lirio, alfanjes,
palomas que descienden y suavemente pósanse.
Componer con chalinas un ajedrez verdoso.
El moho en mi mejilla recuerda el tiempo ido
y una gota de plomo hierve en mi corazón.
Llevé la mano al pecho, y el reloj corrobora
la razón de las nubes y su velamen yerto.
Asciende una marea, rosas equilibristas
sobre el arco voltaico de la noche en Venecia
aquel año de mi adolescencia perdida,
mármol en la Dogana como observaba Pound
y la masa de un féretro en los densos canales.
Id más allá, muy lejos aún, hondo en la noche,
sobre el tapiz del Dux, sombras entretejidas,
príncipes o nereidas que el tiempo destruyó.
Que pureza un desnudo o adolescente muerto
en las inmensas salas del recuerdo en penumbra
¿Estuve aquí? ¿Habré de creer que éste he sido
y éste fue el sufrimiento que punzaba mi piel?
Qué frágil era entonces, y por qué. ¿Es más verdad,
copos que os diferís en el parque nevado,
el que hoy así acoge vuestro amor en el rostro
o aquel que allá en Venecia de belleza murió?
Las piedras vivas hablan de un recuerdo presente.
Como la vena insiste sus conductos de sangre,
va, viene y se remonta nuevamente al planeta
y así la vida expande en batán silencioso,
el pasado se afirma en mí a esta hora incierta.
Tanto he escrito, y entonces tanto escribí. No sé
si valía la pena o la vale. Tú, por quien
es más cierta mi vida, y vosotros que oís
en mi verso otra esfera, sabréis su signo o arte.
Dilo, pues, o decidlo, y dulcemente acaso
mintáis a mi tristeza. Noche, noche en Venecia
va para cinco años, ¿cómo tan lejos? Soy
el que fui entonces, sé tensarme y ser herido
por la pura belleza como entonces, violín
que parte en dos aires de una noche de estío
cuando el mundo no puede soportar su ansiedad
de ser bello. Lloraba yo acodado al balcón
como en un mal poema romántico, y el aire
promovía disturbios de humo azul y alcanfor.
Bogaba en las alcobas, bajo el granito húmedo,
un arcángel o sauce o cisne o corcel de llama
que las potencias últimas enviaban a mi sueño.
Lloré, lloré, lloré
¿Y cómo pudo ser tan hermoso y tan triste?
Agua y frío rubí, transparencia diabólica
grababan en mi carne un tatuaje de luz.
Helada noche, ardiente noche, noche mía
como si hoy la viviera! Es doloroso y dulce
haber dejado atrás a la Venecia en que todos
para nuestro castigo fuimos adolescentes
y perseguirnos hoy por las salas vacías
en ronda de jinetes que disuelve un espejo
negando, con su doble, la realidad de este poema.

viernes, octubre 15, 2004

Otoño

Mi amiga Carola ya se fue, ayer ya no pude verla, la última noche fue el miércoles y la pasamos en El Cielito Lindo, un restaurante mexicano bastante bueno, muy bien decorado, y en donde nos ofrecieron una botella de vino tinto por una invitación que nos dio una chica hippie del Paseo. Ella no bebe alcohol, así que me la bebí yo entera, comimos una quesadilla de chorizo (yo) y otra vegetal (ella), picamos unos doritos con esas salsas típicas, una de ellas muy picante. Hablamos de un chico que ella había conocido en la playa ese día, irlandés, supuestamente homosexual, quien sin embargo siempre ha vivido con mujeres, con la última estuvo diez años nada menos, siete de ellos, los últimos, sin nada de sexo. Ella estaba interesada en que lo conociera, de hecho estuvo a punto de invitarlo a la cena, pero al final no lo hizo por delicadeza hacia mí, pues sabe que no me gustan mucho estos encuentros con desconocidos..., además que era nuestra última noche. Pero dice que me pasará su e-mail, y puede que lo vea algún día en la playa. Bueno, fue una velada estupenda, y al final me llevé de recuerdo su maleta rosa chicle, a la que se le rompió el asa, ella dice que no tira nada (aunque su verbo para ello es "brotar", me hace mucha gracia), así que la he llenado de libros (siete de ellos suyos) y ya está debajo de la cama.

Sí, el otoño ha llegado, la Feria pasó, todo ha vuelto a la normalidad vulgar. Me gusta este primer frío, tras un verano alargado. Tengo la garganta fastidiada (yo creo que fue por el vino), pero ya estoy acostumbrado. Ayer, una chica mexicana que vive hace tiempo en Berlín envió al foro (El Bosque), para mí, unas fotos preciosas de distintos lugares de Alemania, como Freiburg, un pueblecito cerca de esta ciudad, vistas de lagos y algo de bosque, un encanto. Es la chica más inteligente del foro, la que siempre busca la concordia por encima de las disputas de cada quien. Por desgracia, no todo el mundo es así.

En el magacín nocturno de la radio, primer concierto en directo, en el estudio 2 de la Casa de la Radio. Un jovencísimo violinista de sólo 16 años, Miguel Colom, tocando piezas de Sarasate y Wienawski, y alguien más que no sé cómo se escribe. Curioso, que todos estos violinistas tan jóvenes se esfuercen con las piezas virtuosísticas, pero algo planas, sin verdadera profundidad. Claro, son maduros en técnica (y ni eso), pero no han vivido nada de las emociones de las obras más complejas. Hay supuestos melómanos que también disfrutan con las técnicas endiabladas, con los intérpretes diabólicos, pero no son capaces de apreciar una "poética", por ejemplo la del último Nono. Más allá del sonido impecable hay un mundo borroso, sutil, que no puede aprehenderse de una tacada y golpes de arco, el sudor no es suficiente. Cuarteto Lasalle frente al Cuarteto Arditti. Desde luego, me quedo con los primeros. Ese chico ya ha sido multipremiado, pero todavía le queda un largo camino, y puede que nunca toque los caminos de Luigi...

miércoles, octubre 13, 2004

Virtuosismo

Shostakóvich, por ejemplo. Y su concierto para violín nº 1, op. 99, obra que compuso a finales de los años cuarenta y que revisó algo más tarde. En ese tiempo, ya tenía serios problemas con el estado soviético, que lo acusaba de formalista. En este maravilloso concierto, estructurado a modo de suite, encontramos toda esa joie de vivre que seguro que no gozaba en su vida cotidiana. El arte es superior a toda vida, y he aquí la mejor prueba. El primer movimiento es una especie de nocturno, de bella factura, en donde el violín ya marca las pautas. Viene luego un movimiento rápido, en donde hallamos esos juegos que tanto gustaba, en sus sinfonías y cuartetos de cuerda, muchas veces autobiográficos. El movimiento que le sigue, reposado y molto cantabile, es de una gracia impecable, y el violín surge con una cadenza larga como cuello de cisne. No encuentro música más cercana a la felicidad, si exceptuamos la Quinta de Schubert y algunas piezas de Mozart. Luego viene el cuarto mov., de nuevo rápido y de un virtuosismo, acelerado en su tramo final, que deja con la boca abierta. Si el solista es alguien como Vadim Repin, estamos de suerte, y si le acompañan la Orquesta Hallé bajo la dirección de Ken Nagano, mejor que mejor.



Y leo después algo de lo que han escrito en Clasiforo, y veo que siguen con la versionitis, y que hay argentinos nuevos... No, mejor la radio, siempre.

El peso de los días

Mañana se marcha mi amiga Carola. La verdad es que ya me cansan sus conversaciones, sus explicaciones, hasta su risa. Dice que "todo es destino", que ella lo tiene todo, que es feliz, sólo una pequeña nube, su hijo, que no trabaja y no puede dejar el hachís... Al final, por mucha "filosofía", por mucha historia que me cuente sobre sus problemas en su juventud, todo se resume en algo contundente: su padre le dejó el suficiente dinero como para que no tuviera que trabajar, su padre vino a rescatarla cuando le hicieron un juicio por robar en un supermercado y no sé qué más. Su vida "hippie" terminó cuando se vio con la vida asegurada. Dice que su marido es una persona madura, que la ha centrado bastante, y que... en fin..., no tiene más que pedirle a la vida. Me da asco escucharle que lo suyo, su aspecto de "sol radiante", le viene de los genes, que su hermana nunca fue así... Pues vale.

Sueños, mis sueños, mis pesadillas, algo que me reclama, tengo que escribir ese relato que me presiona desde hace ya varios días. Concentrarme, aislarme, esa burbuja...

Ojalá pudiera estar así, en un mundo cerrado, jardin clos, sin palabras de nadie, sólo la música, el murmullo de pájaros, una cascada, y que esos recuerdos también se esfumaran.

lunes, octubre 11, 2004

Paisaje imaginario II

Continúo con la escucha de las obras de Birtwistle, en esos tres CD's que ya comenté el otro día. El segundo se abre con una pieza titulada Silbury Air, el nombre a su vez de un conjunto de ruinas en Inglaterra, en las que el autor se basa para esta composición breve, de unos diez minutos de duración. Vuelve a insistir en el ritual, en los instrumentos de viento, y en la división del discurso musical en breves secciones, hasta seis, que se van sucediendo con la sensación de estatismo y a la vez dinamismo acusado.



Una de sus últimas obras es Pulse Shadows:

Rating: 5
Summary: Amazing stuff
Comment: Wow -- finally got round to this and it's knocking my socks off. Never have I heard HB's writing sound so direct; the performances and recording just emphasise the clarity with which this music is put together. The vocal lines are intensely lyrical, & there's a Bartockian quality to the way short motifs ae developed, repeated etc, and also to the way the string quartet is handled. If you don't know HB's music, this is absolutely definitely the place to start. I'm gobsmacked, really.
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Coincido bastante con lo que dice este comprador/ oyente, la obra, de una hora de duración más o menos, es directa y muy expresiva, alternando los momentos instrumentales (Arditti y Nash Ensemble) con los vocales (Claron MacFadden es la protagonista, excelente), los primeros los números impares y la segunda en las secciones pares, así hasta la nº 18. Celan está ahí, más nervioso que nunca, desolado, en la sombra y en los claros por los que asoma la huella de un trauma, pero también las tinieblas tienen ahora la luz de una palabra sin igual. Y la música subraya esa desolación, o la circunda. Momentos que se valen por sí mismos, muy distinto a esa concisión de un Kurtàg, pero igual de válido. Habría que escucharla más veces, estos pulsos de sombra, este fluir de lo fragmentario, para hacerse una idea del alcance de semejante obra, que sólo en el directo del escenario, con las proyecciones lumínicas y una mínima puesta en escena (¿congelada?) puede disfrutarse como se merece.

En el Rastro

Ayer domingo por la mañana, como hago desde hace tiempo, fui al mercadillo de antigüedades y cosas usadas, aunque no había mucha animación que digamos, porque el pueblo está en feria y la gente se iba para otras calles a ver la procesión. Pero para mí fue una mañana bastante buena. Cuando miraba unas cajas con vinilos me saludó a su manera Pedro, un chaval que vivió de pequeño en Alemania, y que siempre suele llevar una camiseta de la selección española con la leyenda Spanien estampada. Hablamos unos minutos, sobre lo que él había comprado (todo en alemán), la dificultad de encontrar agujas para el tocadiscos si se rompe, etc. Luego seguí mirando, y apenas unos metros más allá hablé un poco con el vendedor de otro puesto que vivió veinte años en Alemania --todos los vinilos venían de allí, por cierto --, y que también tiene ese problema, de la aguja, por eso ahora los vendía, tres por un euro. La verdad es que no eran gran cosa, no había buenas grabaciones o conocidas por mí, pero cogí unos cuantos. La verdad es que si me gusta tanto este rastro es por ese ambiente europeo, esa variedad de gente, lenguas (aunque dominan el alemán y el inglés, claro) y ropajes... es el único sitio y momento en que ves a tantos hippies, de los que aún quedan... Un rato después vi en otro puesto a una chica muy guapa y joven, que también vendía vinilos, y ahí justo vi uno de Debussy, que al final compré (también me gustaba uno de Dissidenten, Arabian Nights creo que se llamaba). Creo que si fui de segundas fue para ver de nuevo a la chica, que ya he visto en otra ocasión, aunque no puedo recordar dónde. Me llamó la atención la cicatriz que tenía bajo el cuello, como un ciempiés que se dirigía hacia la izquierda..., operada del corazón, pensé... La pena es que me dijo que ya no vendrían más (estaba con un hombre que no sé si era su padre), que era sólo para vender eso. Bueno, a lo mejor el azar me la devuelve un día... una noche...

Luego, en la tarde de domingo, que amenaza siempre con su cola venenosa de tedio, me puse a escuchar la radio, y sonaban obras de Debussy en versión de la Orq. Sinf. de Detroit por Paul Paray, grabaciones de 1955: Iberia, Preludio a la siesta de un fauno y la archifamosa El Mar. No me terminaron de convencer, la verdad. Por eso después puse el disco, la cara en la que está ese Preludio, y luego una rareza, Printemps, en la que se nota su procedencia de una obra para coro y orquesta. Debussy es la ligereza, es el impresionismo y su refutación. La orquesta de la radiotelevisión francesa, dirigida por Martinon, en una grabación de 1974, me gusta mucho más, aunque tampoco será mi favorita...

Hoy seguí con otro francés, Olivier Messiaen y su Cuarteto para el fin de los tiempos, en una grabación de Philips (Beths, Pieterson, Bijlsma y de Leeuw) también en vinilo de los que me pillé ayer. Aunque hay que dar la vuelta al disco, ¡qué sonido, qué fuerza! La verdad es que estaba detrás de este disco hace tiempo, recuerdo que en una tienda pequeña de Madrid lo vi... pero estaba la portada sóla, grapada a la pared... Esa tercera sección, Abîme des oiseaux, para clarinete solo, es de una intensidad estremecedora. Recuerdo cuando lo escuché en vivo por primera vez, a José Luis Estellés, del Grupo Manon... Nunca me cansaré de escuchar esta obra, ya sea en su estado puramente musical, o bien con los textos que M. colocó para ser leídos durante su interpretación (la segunda y la tercera vez que lo escuché en directo fue con narrador).

Mañana es otro día de fiesta, sigue la feria en Nerja y es la fiesta nacional, horror de los horrores. Menos mal que nos queda la música como refugio contra este acoso de la ramplonería (anoche, los fuegos artificiales con fragmentos como el Carmina Burana, buuffff).

sábado, octubre 09, 2004

Los mitos, el ritual, los relojes

He aquí las obsesiones de Birtwistle, el compositor que hace tiempo que sigo. Me gustaría conseguir la grabación de su ópera The Mask of Orpheus, pues sólo un fragmento, La muerte de Orfeo, en el programa de José Luis Pérez de Arteaga, me deleitó. También tengo un libro sobre él, escrito por Jonathan Cross, que es una excelente introducción a su música, aunque, claro, se ha quedado un poco viejo pues no abarca sus últimas obras. Es lo malo de estos libro de música cuando abordan compositores aún vivos..., y HB sólo tiene 70 años.



Harrison Birtwistle: Man, Mind, Music [Faber & Faber/Cornell University Press], 2000

Bueno, ya sé que Birtwistle no tiene el "carisma" que puedan tener otros compositores "continentales", pero esto no quita que sea un autor señero en el panorama actual... Una muestra de esto, de su valía, es la obra The Triumph of Time, en la versión de la Orq. Philharmonia dirigida por Elgar Howarth (Collins). Dividida en nueve secciones, tiene un comienzo lento y atmosférico, casi bucólico se diría, con el viento-madera protagonista; luego viene una sección con el saxo soprano solista, y a continuación otra con trompas en sordina. La cosa se va animando a medida que avanza la obra, hasta llegar a la primera sección "senza tempo", que es una entrada deliciosa en el caos que será ya característica del "cuadro" sonoro que se manifiesta. En la quinta sección, los instrumentos protagonistas son el corno inglés --con una melodía maravillosa-- y un dúo de flautas, que añaden ese tono elegíaco y sirve de contraste al marasmo anterior. En 6 se desarrolla e impulsa la construcción hacia un clímax central que si se escucha con un poco de volumen lo dejará a uno levitando...
Tras esta explosión, un coral en la parte de las cuerdas supone una calma tras la tempestad; 8 es otra sección vitalista, frenética, otro momento fuerte, también marcado "senza tempo", que precede al final, de nuevo con el corno inglés a solo desgranando su melodía mientras se evapora el material y la representación acaba.

Esta obra de 1971-2 es como una pieza satélite con vida propia que giraría en torno a la ópera The Mask of Orpheus. HB vuelve a su método compositivo de presentar los acontecimientos musicales ocurriendo en diferentes contextos o vistos desde nuevas perspectivas; la clásica distinción entre la exposición de una idea musical y su desarrollo es abandonada. En esta obra el material aparece en un constante estado de flujo, transformado una y otra vez y reapareciendo como si se viera desde cada perspectiva cambiante, yuxtapuesto en nuevas configuraciones; el efecto es un vasto monolito, siempre moviéndose hacia delante, siempre revelando nuevas superficies de sí mismo.

El cuadro que le da título es el de Brueghel el Viejo, que presenta el Tiempo como destructor sin misericordia..., retratado como una figura barbuda en una carreta a la cabeza de una procesión que también incluye la Muerte galopando en un caballo decrépito y la Fama a horcajadas de un elefante. Entre las ruedas de la procesión, lo efímero de la vida humana es constantemente aplastado hasta su extinción. Sólo queda como impenetrable a este horrible espectáculo los acontecimientos cíclicos de nuestro mundo, al fondo: las mareas, las estaciones cambiantes, los vientos.

De entre el material constantemente desgastado y transformado, dos elementos permanecen constantes: lo primero es una figura de tres notas tocada por el saxo soprano (en el corte 2 del disco): en el desarrollo de la obra esto aparece inmutable no menos de siete veces, en cada ocasión similar arrojando una triste objetividad en los procedimientos antes de florecer en un salvaje coral que conforma el clímax central de la obra.

El segundo objeto inmutable es la melodía del corno inglés, tan elegantemente adornada como la del saxo es sencilla, que se escucha tres veces y siempre conserva su prístina belleza: es el único elemento de la partitura que el tiempo no puede asolar. Alrededor de estos dos puntos fijos gira el abultado mecanismo.

Otro día escucharé la versión que sonó en el programa especial del pasado verano, la de la Orq. Sinf. de la BBC dirigida por Pierre Boulez, el músico que supo ver bien pronto la valía de nuestro hombre.

Paisaje imaginario

Cambios, pequeños cambios en Radio Clásica ahora que llega el otoño (hoy es el primer día otoñal en este lugar reacio al cambio de estaciones, y me gusta, me gusta este aire más frío, este cielo lleno de nubes de variados matices de azul oscuro y gris). He podido escuchar un poco de La noche cromática, presentado por Jacobo Durán-Loriga y María Santacecilia (ella tiene una voz grave, de mezzo tirando a contralto, y me gusta, su pequeña urgencia cuando da paso a las llamadas de los oyentes, y trato de imaginar cómo es físicamente). En el programa, se combina la escucha de fragmentos de obras, de cualquier época, con peticiones de la gente que escucha y entrevistas con directores y músicos, amén de debates como el que tenía lugar anoche sobre el Festival de Alicante ya finalizado, y que sólo puede escuchar en su parte final. Me gusta que en ese tramo horario de las 22 hrs. a medianoche haya un programa así, porque la TV no hay quien la vea, y la lectura a veces cansa...

Escuché también un poco de una serie de CD's con obras de Harrison Birtwistle, que me envió esta semana un "amigo" de Clasiforo.



Harrison Birtwistle pintado por Tom Phillips

De 1971 es An Imaginary Landscape, para metales, 8 contrabajos y percusión. La escuché en la versión de la Orq. Sinf. de la BBC, dir. por Paul Daniel (en disco, Collins). Es curioso cómo HB está obsesionado con el tiempo, mucha de su música tiene, sin embargo, una paradójica cualidad atemporal. Muchas de sus obras parecen no tener ni principio ni fin--como si sólo fuese entrevista una porción de la totalidad de la obra--; o bien, como si se tratara de procesos circulares en un eterno presente--como el transcurrir de las estaciones o el movimiento de las mareas. Esto es claro en muchas de las obras "procesionales" de los 70: The Triumph of Time --de la que se hablará otro día-- y Melencolia I.

Hay algo stravinskiano en esta obra: un objeto musical es visto en nuevos contextos o desde nuevas perspectivas. La idea de "paisaje imaginario" también es algo que acompaña a muchos trabajos del autor, como en la conocida Silbury Air, basada lejanamente en Paul Klee. El desarrollo es similar, por otro lado, al que hallamos en Earth Dances, aunque aquí es más notoria ese corte brusco entre líneas alargadas en los metales, con la marimba como nexo de unión entre los materiales sonoros. Las repeticiones de "bloques" es la técnica que no falla, la que da rienda suelta a toda la habilidad tímbrica del inglés.

Una radical



En el curso de esta semana, nos enteramos que el nuevo Premio Nobel de literatura ha sido para la escritora austríaca Elfriede Jelinek, que poca gente conoce, y que ha sido de nuevo una gran sorpresa para la mayoría. Por suerte, yo sí había oído hablar de ella, y no sólo eso, tengo una de sus novelas, también vi la película de Michael Haneke basada en La pianista, y sé que colabora habitualmente con la compositora Olga Neuwirth, que escucho de vez en cuando. He aquí lo que viene en la contraportada de El ansia (Versal--Meridianos, 1993):

El ansia ha sido comparado con la Historia del ojo de Bataille por la crudeza del lenguaje y lo ambicioso del tema. Esta "primera novela pornográfica en femenino", según su autora, ha provocado un gran escándalo en los países de lengua alemana.

El director de una fábrica de papel, atemorizado por sida, se fija de nuevo en su esposa para hacer uso de ella como de las prostitutas que había frecuentado hasta entonces. En el confortable chalé de la pareja, unas escenas de extraña obscenidad y de violencia inusitada se suceden bajo la mirada de su propio hijo, como una crónica de los mecanismos de dominación ejercibles en una pareja. La mujer, desesperada, encontrará un amante más joven que finalmente se convertirá en su nuevo verdugo.

El terrible drama sobre el que se desarrolla el libro tiene relación con una crónica de sucesos, como ocurre siempre con las obra de Jelinek. Una vez más se venga de la Austria profunda, de la tranquilidad de la vida del hogar, de la respetabilidad burguesa y de su supuesta liberación sexual.

El ansia es una obra de estructura y estilo totalmente originales.

lunes, octubre 04, 2004

Otro descubrimiento

Después de leer un par de libros en francés (el de A. Nothomb, el de U. K. Le Guin) y alguno más en inglés, y vagar de aquí para allá por las mesetas de Deleuze y su colega, decido volver a la ficción que más me gusta, tras descartar de momento la lectura de Platform de Houellebecq, ya que no lo encuentro en el original francés. Y decidí hacerlo con The Spell de Alan Hollinghurst (Vintage, 1998). Todos los libros de este autor se mueven en el universo gay, pero desde una perspectiva "ilustrada", en donde el sexo y el arte tienen un papel predominante. En esta novela de lenguaje florido y con cuatro personajes masculinos movidos por el deseo en su estado más puro, el lector se adentra por costumbres, paisajes y diálogos chispeantes, en una suerte de comedia fin de siècle, que se caracteriza por sus extrañas vibraciones y las fluctuaciones del placer y los devaneos mentales de cada quien. Aquí en los primeros capítulos encontramos al joven Robin antes de convertirse en un brillante arquitecto (aunque luego veremos que no es para tanto), el Robin al que se le anuncia un hijo pero que se siente más atraído por los hombres. También aparece Alex de visita en la casa de campo de Dorset, invitado por su ex novio Justin, que ahora está con Robin..., el cual vive también con su hijo Danny... Muy bueno es el capítulo 3, en donde se nos cuenta la muerte del anterior amante de Robin, Simon, y de cómo en los últimos días de éste conoce a Justin en unos baños públicos. En el cap. 4 volvemos a la finca rural y a los primeros coqueteos, los juegos de miradas y verbales que encenderán sobre todo a Alex y a Dan. Y después vendrá la historia entre estos dos, con el éxtasis de mediador en un viaje de autodescubrimiento... Lo que me gusta de H. es este desparpajo al hablar de la vida, los deseos, los movimientos en apariencia caóticos, de un cuarteto de hombres que decide vivir su vida a su manera. No gente al margen de la sociedad, sino integrados en ella, con profesiones respetables, con inquietudes comunes, desde un arquitecto que trabaja para gente rica hasta un joven de 23 años que parece haber nacido para los clubs y las pastillas...

El escritor Luis Magrinyà nos dijo algo sobre la literatura como refugio para estos contenidos, en un artículo muy interesante.

viernes, octubre 01, 2004

Que se vaya Bush



Ayer fui a ver, por fin, Fahrenheit 9 /11, la aclamada película-documental de Michael Moore, que ganó la Palma de Oro en Cannes merecidamente. Ha sido el documental más distribuido en nuestro país, y en muchos otros. Moore, que se ha ganado la fama de "broncas" y que también es visto como un poco exhibicionista, nos ofrece aquí un prodigio de montaje, una selección musical espléndida, una banda sonora muy efectiva, y sobre todo, una mala leche tremenda, un ajuste de cuentas con el nefasto gobierno de su país ("¿qué han hecho con mi país, tío?").

El documental empieza dando cuenta del chanchullo de las eleccciones del año 2000, de cómo en el estado de Florida hicieron un tejemaneje para que George W. Bush ganara finalmente los comicios de ese año --las protestas de la comunidad afroamericana no sirvieron de nada, porque ningún senador quiso firmar la impugnación --. Y acaba, también de forma emotiva, con el lamento de una madre ante la Casa Blanca, una madre que ha perdido a su hijo en la guerra de Irak. La coda es un aviso, una broma que ojalá se cumpla... Entre una y otra secuencia, la historia de los últimos cuatro años, la historia de un conglomerado de tramas sucias de negocios, alianzas empresariales que dirigen en la sombra la administración del Imperio. Toda la revelación sobre las familias saudíes, sobre todo la salida de los Bin Laden, puede causar escalofríos; pero en no menor medida, lo causan las escenas de la masacre en Irak, blanco desde el principio. El lamento de una madre, jurando venganza contra los invasores, es firme contrapunto a esas escenas en que salen los capitostes de turno preparando sus negocios para la reconstrucción del país: "bueno para los negocios, malo para la gente", de un cinismo apestoso. También me llamó poderosamente la atención ese momento en que aparecen los soldados, diciendo que durante los ataques se conectan el CD al tanque, y que su tema favorito es Burn, mother's fucker, burn!, algo estremecedor en su crueldad, y que da la razón a Deleuze cuando habla del potencial fascista de la música...

Podría hablar de muchos más momentos, de piezas escandalosas en la cumbre del mundo, de cómo el propio Moore saca la miseria interna del país (vistas de Flint, su pueblo natal; o el hospital con los desasistidos heridos de guerra), pero es mejor parar por hoy. Algo he leído sobre unos niños en Irak, y me temo lo peor. El mundo no es mejor ahora, con Sadam derrocado, y un gobierno títere a la espera de elecciones, que podrían ser manipuladas vergonzosamente. Lo que uno espera, como tanta gente demócrata en USA, es que este texano de mierda se largue.